El arsenal de armas químicas de la ex Unión Soviética era mucho mayor de lo que admitían fuentes oficiales, afirma el profesor Lev Fyodorov, presidente de la organización no gubernamental rusa Unión para la Seguridad Química.
Grandes cantidades de armas químicas viejas fueron arrojadas al mar o enterradas para asegurar que las reservas declaradas de acuerdo con la Convención de Armas Químicas fueran similares a las de Estados Unidos, dijo Fyodorov a IPS.
Agregó que la apresurada descarga de estas armas representa un grave riesgo ambiental y sanitario para el pueblo ruso.
Cinco armas químicas eran producidas a escala industrial en los años previos a la segunda guerra mundial, entre ellas gas mostaza, cianuro de hidrógeno, leuisita, adamsita y fosgeno. La producción se mantuvo durante toda la guerra.
Las armas químicas de segunda generación, o armas neurotóxicas, se comenzaron a producir en escala industrial tras la derrota de la Alemania nazi y el inicio de la guerra fría.
En la década de 1960, también hubo una gran producción de armas herbicidas similares a las utilizadas por Estados Unidos en Vietnam para despojar de vegetación áreas de importancia táctica.
El ejército ruso recibió de la industria entre 6.000 y 8.000 toneladas de gas mostaza en los años previos a la guerra, sostiene Fyodorov en base a una extensa investigación.
Aproximadamente 120.000 toneladas de estas armas de primera generación se produjeron durante la guerra, incluyendo 77.400 toneladas de gas mostaza, 20.600 de leuisita, 11.100 de cianuro de hidrógeno, 8.300 de fosgeno y 6.100 de adamsita.
Cerca de un tercio del gas mostaza y la leuisita era introducido en proyectiles, y el resto se almacenaba en tanques.
El desarrollo de las armas químicas tras la segunda guerra mundial dio lugar a gases neurotóxicos nuevos y más eficaces. Entre 1958 y 1987 se produjeron 33.000 toneladas de estos gases, incluyendo al menos 12.000 toneladas de sarín, 5.000 de soman y 15.500 de gas-V.
Entre 1990 y 1992, anticipándose a la Convención de Armas Químicas, Rusia declaró reservas de 40.000 toneladas, entre ellas 7.700 toneladas de gas mostaza persistente, leuisita y mostaza- leuisita, así como 32.300 toneladas de gases neurotóxicos.
"Una simple operación matemática demuestra que Rusia se deshizo de alguna forma de 112.300 toneladas de primera generación, por lo menos", señala el científico. La cuestión es cuándo y dónde lo hizo.
Investigaciones en varios archivos revelaron que hasta la mitad de esos gases (en particular los introducidos en municiones) fueron vertidos al mar, y el resto fue enterrado, explica Fyodorov.
La situación se complicó en los años posteriores a la guerra porque también hubo que eliminar grandes cantidades de armas químicas capturadas a Alemania.
Los primeros grandes vertidos de armas químicas ocurrieron entre 1946 y 1948, cuando se arrojaron al mar armas alemanas y soviéticas. Estas últimas incluían entre 60.000 y 65.000 toneladas de gas mostaza y unas 14.000 de leuisita.
La segunda serie de vertidos ocurrió entre 1956 y 1962, el período de conversión de armas químicas de primera generación a segunda generación. En este período se liquidaron entre 10.000 y 12.000 toneladas de gas mostaza.
Luego, entre 1987 y 1989, el ejército soviético realizó grandes transferencias de armas químicas desde las bases donde eran almacenadas a las siete bases declaradas a los efectos de la Convención.
Al mismo tiempo, los arsenales se redujeron a niveles aceptables, y para ello "se utilizaron varios procedimientos", según Fyodorov.
Los métodos utilizados incluían la incineración y/o el enterramiento de armas químicas no cargadas en municiones cercanas a las bases de almacenamiento y terrenos de prueba, así como en las proximidades de las plantas de producción de Chapaevsk y Dzerzhinsk.
También se arrojaban al mar municiones químicas y tanques llenos con gases de Rusia y Alemania, y existen pruebas de que algunas municiones químicas fueron vertidas en ríos y pantanos.
Existe escasa información oficial sobre los sitios en que fueron arrojadas las armas, pero según investigaciones del Ministerio de Medio Ambiente a que tuvo acceso el científico, incluyen el mar Baltico, el mar Blanco, el mar de Barents y el mar Negro, así como los mares de Ojotsk y Japón.
Un documento ultrasecreto recientemente revelado demuestra que los problemas derivados de estas actividades ya eran evidentes en la década de 1940. Una carta del Ministerio del Interior a Stalin fechada en julio de 1946 informa de incidentes relacionados con capturas de municiones químicas en redes de pesca.
"En junio de este año, nueve pescadores del buque ZMR-93 'Bauska' fueron llevados al hospital de Liepaja, en Letonia, con signos de intoxicación por iperita (gas mostaza)", dice la carta.
Agrega que, en 1945, las tropas "capturaron 35.000 toneladas de armas químicas, que fueron luego arrojadas al mar entre las costas de la Unión Soviética y Suecia".
Los métodos utilizados para la eliminación de armas químicas previamente a la Convención son ecológicamente muy riesgosos y sus consecuencias se sentirán por largo tiempo, advierte Fyodorov. (FIN/IPS/tra-en/ai/rj/ml/en-ip/96