Esta ciudad de los Himalayas, cuyo nombre evocó la imagen de un paraíso mítico para toda una generación de gente madura que en los 60 vino desde Occidente atraída por una vida simple y tranquila, ya no es edén urbano.
Sofocados por la contaminación del aire, los templos de Kathmandú, hechos de madera y ladrillo, ven difuminarse sus graciosas líneas y se sienten empequeñecidos por modernas estructuras de hormigón y cristal.
Los elegantes monasterios y palacios medievales están ahora rodeados por edificios nada vistosos.
Hoy en día, la capital del pequeño reino de Nepal se parece a cualquier otra gran ciudad, con su cuota de exceso de población, viviendas precarias, contaminación y atascos de tráfico.
Los expertos urbanísticos culpan de este desarrollo al rápido crecimiento de la población, el aumento de la pobreza rural y la escasez de ciudades que pudieran atraer a la gente de las aldeas con la perspectiva de una vida mejor.
"La urbanización de Kathmandú se aceleró a causa del desempleo rural, la alta tasa de crecimiento de la población y la saturación de otros lugares, en las llanuras del sur, para los emigrantes rurales", explicó el urbanista Jigbar Joshi.
En 1971, la población urbanizada de Nepal no superaba la tasa de cuatro por ciento, pero hoy en día pasa de 10 por ciento de un total de 21 millones de habitantes. El grueso de esa gente vive en las tres ciudades del Valle de Kathmandú, donde habitan en total 1,1 millones de personas.
El imparable crecimiento urbano ha generado un auge inmobiliario en el que los precios de las tierras fértiles del Valle de Kathmandú se disparan al ritmo de 20 por ciento anual.
Escasean las viviendas para alquilar, y las que se ofrecen son caras, lo cual empuja a los residentes de clase media a mudarse a villas precarias en las afueras de la ciudad.
Aunque la población de Kathmandú que vive en esas condiciones no pasa todavía de 12 por ciento -lo cual es bajo en comparación con otras megaciudades asiáticas como Mumbai (ex Bombay), donde cerca de la mitad de los habitantes viven en villas precarias-, la mayoría de los nuevos pobladores se afinca en esos caseríos.
Las autoridades de Kathmandú, decididas a no permitir que el paisaje sea destruido por la construcción de chozas, han empezado a combatir los asentamientos precarios.
A principios de este año la municipalidad destruyó miles de chozas levantadas por emigrantes sobre la riberas cubiertas de basura del río Bishnumati, que hasta hace sólo 20 años era una limpia corriente que fluía por el borde occidental de Kathmandú.
Los desalojos forzados dieron lugar a protestas de diversos grupos de acción social, algunos de los cuales intentan organizar a los habitantes de esos caseríos para luchar por sus derechos.
Uno de los mayores proyectos es dirigido por el grupo llamado Desarrollo Urbano por el Esfuerzo Local, que colabora con 36 ayuntamientos de Nepal con apoyo del gobierno alemán.
"Los problemas son conocidos. Lo que falta es una planificación adecuada y su puesta en práctica", se lamentó Prafulla Pradhan, de dicho grupo. (FIN/IPS/tra-en/rl/mu/arl/dv/96