Los miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) buscarán mayor unidad en 1997, tras un año de desgastantes luchas de poder en el organismo internacional de 185 naciones.
El nuevo secretario general de la ONU, Kofi Annan, de Ghana, primer funcionario de la ONU de carrera en acceder al puesto más alto, estará a cargo del proceso de sanación.
La propia batalla por el respaldo a Annan, quien fue apoyado por Estados Unidos al costo del saliente secretario general, Boutros Boutros-Ghali, de Egipto, requerirá recursos diplomáticos.
"En enero, deberemos embarcarnos en un período de sanación, para restaurar la confianza entre los gobiernos y en esta institución, para recuperar su fortaleza financiera y su autoridad moral y política", reconoció Annan antes de su confirmacion por la Asamblea General, el 17 de diciembre.
Estados Unidos deberá aliviar las tensiones creadas con sus esfuerzos por reemplazar a Boutros-Ghali, para lo cual tendrá que contribuir más con las financiación de la ONU.
Washington ha provocado el malestar de varios países por atacar al organismo mundial a la vez que le debe más de 1.500 millones de dólares.
Autoridades estadounidenses prometen que parte del dinero se materializará pronto, alegando que, con Boutros-Ghali fuera de escena, el Congreso conservador podrá ser incitado a pagar las deudas y a apoyar a la organización, la cual se convirtió en una papa caliente en la política estadounidense durante este año electoral.
Las fuentes señalan el hecho de que la saliente embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Madeleine Albright, fue designada secretaria de Estado.
Albright, aunque es vista con alarma por muchos diplomáticos de la ONU debido a su dureza, es una fuerte partidaria del organismo internacional, y ya ha pasado varios años presionando el Congreso para obtener más fondos.
El gobierno de Clinton, ansioso por borrar los recuerdos de sus avasallantes presiones, designó al congresista Bill Richardson, de Nuevo México, conocido por sus habilidades conciliatorias, para reemplazar a Albright en la ONU.
El precio de la victoria de Annan, no obstante, es un arma de doble filo. Estados Unidos deberá probar que es buen ciudadano y pagar sus deudas, y Annan deberá satisfacer a Washington, y cortejar al Congreso por fondos, recortando los gastos de la ONU.
Esto último resultará doloroso, tras una reducción en 1996 de 10 por ciento del personal en la sede de Nueva York.
Más allá de la cuestión de las finanzas, la lucha por el desplazamiento de Boutros-Ghali plantea una cuestión existencial. ¿A quién representa realmente el organismo mundial?
Utilizando su fortaleza como superpotencia mundial, Estados Unidos sanjó la cuestión del reemplazamiento de Boutros-Ghali, pero también convenció a los países de que Washington puede ganar cualquier tema que desee en las Naciones Unidas.
Esta percepción, combinada con la frustración de los países en desarrollo ante las sanciones de la ONU contra Iraq y Libia, y entre los aliados europeos por las sanciones impulsadas por Estados Unidos contra Cuba, arriesga reducir la credibilidad de las Naciones Unidas como cuerpo imparcial.
Muchos temen la posibilidad de que la ONU se convierta, en palabras de un diplomático, en "una herramienta para que Washington castigue a quien quiera".
Pero 1996 reveló un lado distinto de la historia, en el cual la ONU a menudo actuó como contrapeso de las maniobras diplomáticas de Estados Unidos.
Pese a meses de protestas por el derribamiento de cuatro pilotos cubanoamericanos fuera de la costa de Cuba en febrero, Washington no logró sanciones contra la isla en el Consejo de Seguridad de 15 miembros.
Sin embargo, la Asamblea General aprobó una resolución condenando el embargo de Estados Unidos contra Cuba.
A los países en desarrollo se sumó por primera vez la Unión Europea (UE), tras su propia disputa por las nuevas sanciones de Estados Unidos contra terceros países que negocien con La Habana.
Boutros-Ghali demostró una independencia similar, y posiblemente selló su destino, tras un ataque en abril por fuerzas de Israel contra un campo de refugiados de la ONU en Qana, Líbano.
Aunque Estados Unidos ejerció presiones no muy sutiles para disuadir la realización de una investigación del incidente, la ONU presentó un informe sugiriendo que Israel había tomado el campo de Qana como blanco.
El acuerdo "petróleo por alimentos" con Iraq, iniciado este mes, fue otra lección de independencia, sobre la forma en que autoridades de la ONU pueden utlizar el lento y frustrante proceso diplomático para aliviar el sufrimiento causado por otras metas de superpotencias, en este caso un embargo de seis años contra Iraq.
Otras medidas planificadas para 1997 pondrán a prueba una vez más la capacidad de la ONU para discernir entre Occidente y el resto del mundo.
Los diplomáticos iraquíes no ocultan que, ahora que tienen un acuerdo para vender 1.000 millones de dólares de petróleo para comprar bienes humanitarios cada 90 días, la ONU podría lograr un acuerdo aún mejor.
Iraq ha señalado que los iraquíes fuera del norte kurdo reciben bienes por sólo la mitad del dinero obtenido en el pacto, una cantidad que Bagdad quiere aumentar y Washington mantener incambiada.
En el frente de las misiones de paz, el organismo mundial podría enviar a casa a gran parte de más de 25.000 soldados.
En los próximos meses, también deberán resolverse cuestiones como la reforma del Consejo de Seguridad y la creación de una corte criminal internacional.
Pero un poco de sentido de la historia podría cambiarlo todo. "Kofi Annan sólo tendrá un término de cinco años, de modo que si quiere dejar su huella, tendrá que comenzar a hacerlo pronto", destacó un enviado africano. (FIN/IPS/tra-en/fah/yjc/mk/lp/ip/96