La globalización industrial ha dejado de ser vista en América Latina como un negocio, para ser percibida casi como un regalo o una bendición divina por amplios sectores de políticos, interesados en atraer a cualquier costo inversionistas internacionales.
Brasil, el mayor país de la región, es un buen ejemplo. Hace pocas semanas, el gobernador del sureño estado de Río Grande del Sur, Antonio Britto, lloró de felicidad ante las cámaras de televisión al anunciar que la General Motors instalará una planta automotriz en esa zona del país.
En el vecino estado de Santa Catarina, los políticos locales no se quedaron atrás, y organizaron una gran fiesta para celebrar la decisión de la GM de fabricar allí piezas para sus automóviles Chevrolet.
Y no son los únicos. La mayor parte de los gobernadores de estados brasileños protagonizan una apasionada competencia para atraer inversionistas internacionales. Hasta ahora, el estado de Paraná, en el centro sur del país, es el gran ganador, con cuatro trofeos ya conquistados.
La francesa Renault, las alemanas Volkswagen y Audi, más la norteamericana Chrysler, están construyendo fábricas que llevarán a Paraná casi 2.000 millones de dólares en inversiones y crearán globalmente cerca de 20.000 nuevos puestos de trabajo.
Después de asegurar la fábrica de piezas de la GM, Santa Catarina comenzó a correr detrás de la montadora checa Skoda, que desea construir en el estado una fábrica de camiones con una inversión de 250 millones de dólares.
Al igual que sus vecinos, Santa Catarina aceptó donar los terrenos, proveer infraestructura vial y energética, además de exonerar a los inversores del pago de impuestos municipales y provinciales por 15 años.
Las demostraciones de júbilo de los políticos actuales contrastan drásticamente con el clima existente hace algunos años, cuando la llegada de inversionistas externos causaba discusiones apasionadas sobre sus costos, ventajas y desventajas.
"Hoy los que mencionan costos son considerados casi como traidores, mientras los beneficios son transformados en verdaderas dádivas divinas", afirma el economista brasileño Reinaldo Goncalvez, un experto en comercio internacional.
La carrera de las transnacionales del sector automotriz hacia el sur de Brasil es impulsada por el interés de ocupar espacios estratégicos en el Mercado Común del Sur (Mercosur), un megamercado con 220 millones de consumidores, integrado junto a Brasil por Argentina, Paraguay y Uruguay.
En los próximos cuatro años, las grandes transnacionales del sector automotriz harán inversiones de 19.000 millones de dólares en la economía brasileña para llevar la producción anual de coches a 2,5 millones de unidades, casi tres veces la de 1990.
Mientras las empresas disputan el mercado regional, los políticos buscan dividendos electorales.
Después de atraer a cuatro transnacionales, el gobernador de Paraná, Jaime Lerner, ya no oculta su deseo de ser presidente de Brasil. Curiosamente, Lerner milita en un partido de oposición, nacionalista y tradicionalmente anti-norteamericano. (FIN/IPS/cc/jc/if/96