La temporada navideña se ha convertido en las principales ciudades de Ecuador en un importante parámetro para establecer los niveles de subempleo de la población y la creciente brecha entre ricos y pobres.
A medida en que se acercan las fiestas de fin de año, las calles de Quito y de otras urbes ecuatorianas, como Guayaquil y Cuenca, reciben a miles de comerciantes provenientes de todos los rincones del país.
"En esta época, como en ninguna otra, se manifiestan los altos índices de pobreza y subempleo en que vive la población ecuatoriana", dijo a IPS el sociólogo Marcelo Román.
"Son situaciones que nos presentan la realidad de una manera distinta, tal vez no apegada a la aparente rigurosidad de la estadística, pero mucho más reveladora", añadió.
Modesto Rivas, director de proyectos de la Fundación Esquel, dijo que 57 por ciento de la población económicamente activa de Ecuador "es absorbida por las actividades del mercado informal, lo que de alguna manera limita el crecimiento de la pobreza, que alcanza a 37 por ciento de los habitantes".
El sector informal se compone incluso de aquellas personas que poseen un empleo fijo y cuyos ingresos son insuficientes para mantener a su familia, situación en la que se encuentra más de la mitad de los 12 millones de ecuatorianos, según Rivas.
"En algunos casos el padre de familia tiene un empleo estable, de baja remuneración, y la madre se encarga de otras actividades comerciales, donde participa toda la familia", dijo la socióloga Anamaría Salgado, de la Universidad de Cuenca.
La experta señaló que en la mayoría de los casos la actividad informal es la principal fuente de ingresos de la familia.
Según informes del Municipio de Quito, actualmente un millón de personas se dedican a las ventas navideñas en las calles y parques de la capital y sólo en este año se han solicitado unos 1.500 permisos adicionales.
Sin embargo, estas cifras sólo incluyen a las personas que pertenecen a asociaciones de comerciantes informales que operan regularmente en la capital, pues otros grupos, en su mayoría de campesinos e indígenas, vienen a la ciudad a comercializar la mercancía que elaboran durante todo el año.
En Guayaquil, el principal centro económico de Ecuador, el fenómeno es similar, ya que ahí "se concentra mayor riqueza y es el lugar a donde emigran los habitantes de las provincias más pobres de la costa ecuatoriana", dijo Salgado.
En el gobierno de Sixto Durán Ballén (1992-1996), el crecimiento de las actividades informales llevó a las autoridades a considerar la incorporación de este sector al régimen tributario, lo que fue rechazado por las organizaciones de vendedores de todo el país.
El fenómeno del comercio informal no sólo abarca a las personas que se dedican a vender determinada mercancía para subsistir, fuera del control fiscal del Estado, sino a todas las que acostumbran hacer sus compras en ese sector de la economía, pues les resulta más barato", arguyó Salgado.
Para gran parte de la población pobre de Ecuador, "el mercado informal representa la único acceso a la vestimenta, a una alimentación variada e incluso a las medicinas, que en el llamado comercio formal son inalcanzables", apuntó la socióloga.
Este año el comercio informal aumentó considerablemente, ya que se han presentado cambios climáticos importantes, que han destruido miles de hectáreas de cultivo, lo que obligó a los campesinos a emigrar a las ciudades para buscar otras fuentes de subsistencia, dijo Román.
En las provincias centrales de la sierra se registraron temperaturas inferiores a siete grados centígrados, afectando plantaciones de maíz, papa y granos, mientras que en las provincias del sur hay una intensa sequía que ha durado más de tres meses.
"En los primeros días de diciembre se vende poco y apenas nos alcanza para pagar la mercancía que compramos y para alimentarnos", dijo Guillermo Cazquete, quien trabaja con su esposa y tres hijos vendiendo artículos navideños en el parque La Carolina, en el norte de Quito.
En los otros meses del año Cazquete trabaja como guardia en una agencia de seguridad privada y su esposa se dedica a vender ropa y artículos eléctricos en el centro histórico de la capital, "pero las ventas son mucho más bajas", afirmó.
"Como estamos dentro de una asociación de vendedores no corremos el riesgo de que nos confisquen la mercancía, aunque el año pasado sí nos quitaron todo", comentó Cazquete.
Con las ventas, su familia puede obtener hasta 150.000 sucres (43 dólares) cada día, mientras que en su trabajo gana un salario de 250.000 sucres mensuales. (FIN/IPS/mg/ag/96