AMERICA LATINA: La debilidad de los hombres fuertes

El espectacular ataque a la embajada japonesa en Perú puso en evidencia la facilidad con que confortables índices de popularidad pueden desaparecer rápidamente, aniquilando planes de continuismo político basados en la aplicación de la receta neoliberal.

El presidente Alberto Fujimori tejía su reelección por un tercer mandato basado en la imagen de garante de la recuperación económica de Perú y del mantenimiento de la paz en un país traumatizado por la guerrilla.

Fujimori fue el primero de una serie de presidentes latinoamericanos que optaron por el continuismo apoyados por elites empresariales complacidas con los resultados de reformas económicas privatizadoras.

Los otros apóstoles del continuismo son el argentino Carlos Menem y el brasileño Fernando Henrique Cardoso, para mencionar sólo los casos más notables.

En Bolivia, Panamá, Costa Rica y en Ecuador la idea de la reelección también ronda en las cabezas presidenciales y en los planes estratégicos de varios partidos interesados en extender al máximo posible los beneficios políticos de una mínima estabilidad económica.

La rápida popularidad lograda por planes de estabilización creó la idea de que sus artífices habrían conquistado la posición de nuevos hombres fuertes en un continente marcado por la inestabilidad política.

El continuismo sería una nueva avasalladora endemia electoral apoyada en el binomio satisfacción empresarial-temor popular de un retorno al pasado de inseguridad económica.

Pero el fenómeno, saludado por expertos estadounidenses como un síntoma de madurez en América Latina, empieza a perder fuerza de propulsión.

Las informaciones procedentes de Lima indican que las aspiraciones continuistas del presidente Fujimori saldrán bastante dañadas sea cual sea el desenlace del secuestro masivo en la embajada japonesa.

En Argentina, el presidente Menem pierde combustible electoral a raíz de una agria polémica con su ex ministro de Economía Domingo Cavallo, considerado padre de la recuperación económica de su país.

En Brasil, la reforma constitucional para garantizar la reelección de Cardoso está enredada en una complicada trama de intereses partidistas.

En los tres casos, las encuestas de opinión marcan un claro descenso en los índices de popularidad de los respectivos presidentes, tras haber llegado a niveles muy altos.

En el trasfondo de los juegos continuistas en Perú, Brasil y Argentina está un creciente descontento popular con el desempleo y pérdida de poder de compra de los salarios.

Se trata de un proceso aún incipiente porque está lleno de contradicciones.

La opinión pública en Perú, Argentina y Brasil expresa en los sondeos que no quiere volver al descontrol económico y a la inestabilidad política, pero al mismo tiempo se da cuenta del costo social de los ajustes neoliberales.

La simple existencia de esa contradicción crea margen para maniobras de contestación al interior mismo de las dirigencias políticas, debilitando la idea de que los presidentes Fujimori, Menem y Cardoso están sólidamente instalados en un Olimpo electoral invulnerable.

Los hechos recientes en el continente muestran que la receta continuista no es infalible y tampoco inevitable.

Hay señales de que la reforma privatizadora y libremercadista empieza a ingresar en una nueva etapa, menos verticalista y más abierta a la polémica y a la búsqueda de soluciones para la crisis social.

Eso es al menos lo que los sondeos de opinisn parecen indicar.

Si los políticos no lograran leer lo que la gente empieza a escribir en las paredes, pueden quedar en la poco gloriosa situación de asistir el desplome de su popularidad con la misma velocidad con que fueron alzados al podio de las encuestas. (FIN/IPS/cc/dg/ip/96

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