Con los acordes de la "Oda a la Alegría" de Ludwig von Beethoven un grupo de leones marinos aplaude con sus aletas el paso de un camión petrolero.
En otro anuncio, una niña habla de las semillas que planta su padre para una empresa taladora y productora de papel. Una paloma vuela de chimenea en chimenea mientras un narrador explica a los oyentes cómo las fábricas se ocupan de la limpieza ambiental.
Estas y otras imágenes reoconfortantes ya son un lugar común en los medios de comunicación de Estados Unidos.
Dupont, International Paper, la Asociación de Manufactureros Químicos y otros gastan 1.000 millones de dólares al año para convencer al público que las corporaciones transnacionales están comprometidas con un ambiente limpio y seguro.
Pero sólo se trata de publicidad de industrias contaminantes y extractivas que buscan "lavar" su imagen y teñirla de verde, y mientras tratan de convencer al público de que respetan el ambiente, buscan eliminar leyes y regulaciones ambientales, denuncian activistas defensores del medio ambiente.
La imagen lavada va más allá de la impresión y difusión de propaganda, y abarca relaciones públicas, centros de investigación, presiones basadas en respaldo profesional y "asociaciones" con organizaciones ambientalistas.
La clave de la imagen teñida es el enfoque dual que combina anuncios y campañas como "asociaciones" con grupos ambientalistas y presiones simultáneas para eliminar o impedir la aprobación de leyes verdes y fortalecer a grupos que acosan y atacan a ambientalistas, añaden los críticos.
John Stauber, editor de la revista PR Watch y coautor de "Toxic Waste is Good for You", sostiene que las campañas de limpieza de imagen son "una forma eficaz controlar el movimiento de defensa del medio ambiente".
Pero los encargados de las campañas de las empresas no piensan lo mismo, entre ellos Hal Dash, presidente de Cerrell Associates, una firma de relaciones públicas entre cuyos clientes figuran compañías petroleras y automotoras.
Dash sostiene que "cuando las corporaciones estadounidenses hacen publicidad verde, es porque son atacadas con tanta fuerza por la comunidad ambientalista, que es necesario decirle al público qué cosas buenas están haciendo".
Las inversiones de la industria en lo que califica de "comunicaciones verdes" a menudo es provocada por desastres como la filtración química de la planta de Union Carbide en Bhopal, India, en la que murieron 3.000 personas, y el derramamiento de petróleo de Exxon Valdez en Alaska, en 1989.
El mayor impulso a las relaciones públicas verdes fue el rápido desarrollo de los valores ambientales entre los estadounidenses en los últimos 35 años.
La nueva ética verde alcanzó un punto máximo en abril de 1990, cuando miles de millones de ciudadanos participaron en manifestaciones, protestas y celebraciones marcando el 20 aniversario del Día de la Tierra.
El aniversario fue utilizado por la industria para pulir su imagen, y corporaciones como ARCO, Monsanto, British Petroleum y Peabody Caol hicieron contribuciones directas para las celebraciones.
Pero las campañas no reflejan un cambio significativo en las actitudes de las corporaciones.
La Chemical Manufacturers Association, por ejemplo, presenta anuncios de "Cuidado responsable", un programa voluntario en el cual cada miembro de la compañía evalúa su propia actividad en relación al medio ambiente.
El programa fue recomendado a la empresa por su Comité de Percepción Pública tras el desastre de Bhopal.
No obstante, mientras su mariposa sensible al humo intenta asegurar a las audiencias que la industria es limpia, la CMA ocupa uno de los primeros lugares en las campañas de los grupos ambientalistas.
Más recientemente, la CMA lucha para eliminar la Ley del Derecho de las Comunidades a Saber que, entre sus disposiciones, requiere que las empresas informen al público cuáles y qué cantidad de sustancias químicas liberan en el ambiente.
Un informe de 1991 del Journal of Public Policy and Marketing demostró que 58 por ciento de los anuncios ambientales contenían al menos una afirmación errónea o confusa.
La empresa Chevron se enorgullece de los esfuerzos de sus empleados por proteger el hábitat natural de un amplia gama de especies silvestres.
Pero lo que la compañía no dice es que las actividades de sus empleados, que promociona en televisión desde 1985, son obligatorias según la ley federal, y que integra el American Petroleum Institute, el cual presiona por impedir las leyes que obliga a proteger esos hábitats en primer lugar.
Las imágenes verdes son efectivas, en parte porque enumeran la ayuda de organizaciones ambientalistas destacadas, como el Natural Resources Defence Fund, Amigos de la Tierra, el Sierra Club, el Environmental Defence Fund y otros grupos que participaron en algunas campañas verdes de grandes empresas.
Y cuando esto no es posible, crean sus propias organizaciones.
El último ejemplo de uno de estos grupos de choque de las industrias es Concerned Alaskans for Resources and the Environment.
El grupo fue instalado este año, con 175.000 dólares para semillas de la industria maderera, para presionar por la extensión de permisos de tala en la reserva forestal Tongass National Forest, en el sudeste de Alaska. (FIN/IPS/tra-en/dh/pz/lp/en/96