El empresario Bob Friedland, "Bob el tóxico", como lo llaman defensores del medio ambiente, dedicado a la extracción de metales y petróleo, llegó al corazón de la Amazonia venezolana, Guyana, las llanuras de Siberia, las Montañas Rocallosas y la costa atlántica del sur de Africa.
El especulador, doble ciudadano de Canadá y Estados Unidos, ganó su apodo en 1969, cuando quedó fuera del negocio por intentar vender 8.000 dosis de la droga alucinógena ácido lisérgico, a un agente encubierto en Portland, Maine.
A comienzos de este mes, el Departamento de Estado de Estados Unidos fracasó en un intento de obtener 152 millones de dólares de activos de Friedland para pagar por la limpieza de la contaminación con cianuro y metales pesados en una mina que financió en las montaña San Juan del sudoeste de Colorado.
Ese no fue el único encuentro de Friedland con defensores del medio ambiente durante la última década, en la cual amasó una fortuna de 600 millones de dólares.
Su mayor aventura internacional comenzó en agosto de 1990, con la compra de 2 millones de dólares en bonos de South American Goldfields, en el entendido de que la empresa usaría la mitad del dinero para prospecciones de oro en siete diferentes concesiones en Guyana.
En agosto de 1995 el dique del río Omai, tributario del Essequibo, se desbordó en Guyana, esparciendo más de 3.000 millones de litros de desechos con cianuro, durante cinco días.
Las prospecciones en busca de metales en el área habían sido iniciadas por la empresa de Friedland, Golden Star Resources, en un emprendimiento con la canadiense Cambior.
Tras el incidente, se vieron peces muertos flotando en el Essequibo, pero en ese momento Friedland había desaparecido. Autoridades de Golden Star Resources indicaron que el empresario ya había vendido sus acciones y no tenía relación alguna con la empresa.
Casi en la misma época en que Friedland invertía en Guyana, promovía una empresa llamada Venezuelan Goldfields.
Pero sus planes se aguaron antes de que la empresa pudiera empezar a buscar oro. Grupos ambientalistas y políticos venezolanos condenaron públicamente sus operaciones en Bolívar, mientras 5.000 indígenas se movilizaron en protesta de invasiones en sus tierras.
Friedland canceló aproximadamente 3 millones de dólares de sus emprendimientos en Venezuela en 1995, alegando que no había suficiente oro en el país para justificar las operaciones.
Friedland, que ganó más de 500 millones de dólares en la reciente venta de su parte en una mina de níquel en Canadá, ahora centra su interés en Asia.
Estas operaciones son administradas a través de una miríada de empresas. La mayor es Ivanhoe Capital, una empresa privada con sede en Vancouver, bajo su control personal.
La segunda en importancia es probablemente First Dynasty, iniciada en agosto de 1994 en Calgary, Alberta, con una concesión para realizar prospecciones en busca de oro en Dublin Gulch, en Yukon.
First Dynasty trasladó sus oficinas de Canadá a Denver, Colorado, donde aún mantiene una oficina, antes de fijar su sede en Singapur.
Aunque Friedland, quien ahora vive en Sydney, Australia, es propietario de un porcentaje minoritario de acciones en First Dynasty, las operaciones en América del Norte de la firma son gestionadas directamente por Ivanhoe.
First Dynasty adquirió la mina de oro de Gungung Pongkor en la parte occidental de la isla de Java, en Indonesia, y el yacimiento petrolífero de Sembakung en el noreste de la isla indonesia de Kalimantan, donde 17 pozos producen 4.500 barrilles diarios.
Además, la empresa desarrolla otros tres grandes proyectos en asociación con otras compañías de Friedland, enre ellas un cuarto de la mina de oro de Vasukkovskoye en Kazajstán. Otro cuarto de la mina es propiedad de Bakyrchik, empresa con sede en Londres de la cual Friedland tiene nueve por ciento.
En Birmania, First Dynasty planifica explotar la mina de cobre de Monywa a través de la Indochina Goldfields, una emrpesa con sede en San Francisco que Friedlan controla con 38,2 por ciento de las acciones.
Indochina Goldfields también tiene seis concesiones para explotar metales en Birmania, en un total de 8.400 kilómetros cuadrados. (FIN/IPS/tra-en/pc/pz/lp/96