AFGANISTAN: Afianzan la ayuda humanitaria a víctimas de guerra

La Comisión Europea aprobó una nueva financiación de ayuda humanitaria en Afganistán por 32,5 millones de Ecu para apoyar la tarea de agencias internacionales de asistencia en ese país asiático devastado por la guerra civil.

"Es una gran noticia para nosotros porque nos permitirá mejorar la calidad de vida de los afganos, especialmente en Kabul, que es la capital más densamente minada del mundo, 22 kilómetros cuadrados", dijo Patricia Pennetier, de la Oficina Humanitaria de la Comunidad Europea (ECHO).

Apuntó que si bien es difícil medir el impacto de la ayuda en Kabul, las necesidades de la población se han acrecentado con el retorno de desplazados y los problemas que genera un invierno con 22 grados bajo cero.

Los actuales 1.485.785 habitantes de la capital no disponen de ingresos que les permitan una alimentación básica. "El 80 por ciento de los residentes de la capital sólo comen pan y beben té, y el 50 por ciento de los niños sufre graves poblemas de crecimiento", dijo.

A partir de 1996, ECHO también se ha hecho cargo de la limpieza de minas y, según Pennetier, quien acaba de llegar de Afganistán, "es uno de los pocos sectores donde se puede encarar una perspectiva a largo plazo pese a los cambios políticos".

Indicó que desde octubre aumentó la cantidad de víctimas de minas antipersonales en Kabul. El 37 por ciento de muertos y heridos causados por minas en los últimos seis meses se produjo en octubre, tras las batallas por la conquista de la ciudad.

El conjunto de programas financiados por la oficina a través de organizaciones no gubernamentales (ONG) abarca varios sectores como médico, alimentario, sanitario, logístico, ortopédico, de distribución de productos de primera necesidad, la provisión de alojamientos provisorios y la desactivación de minas.

Pennetier reconoció que si bien esas actividades han estado dirigidas principalmente a Kabul, tambien abarcan otras nueve provincias afganas: Herat, Kandahar, Hazarajat, Nangahar, Kunduz, Takhar, Farah, Nimroz y Badakshan.

"Los objetivos del llamado plan global 1996-1997 están acentuados en la asistencia médica y ortopédica (40 por ciento de los fondos), la actividad sanitaria (21), la desactivación de minas (13) y la ayuda alimentaria (10)", apuntó.

La financiación aprobada favorece la decisión de las organizaciones humanitarias de permanecer en ese país, devastado por la guerra civil que estalló en febrero de 1989 tras la retirada de las tropas soviéticas, y ahora sometido en gran parte de su territorio a un intransigente poder fundamentalista.

En la noche del 27 al 28 de septiembre último, el grupo radical islámico conocido como Talibán (estudiantes de teología) conquistó Kabul y obligó a huir al presidente Burhanuddin Rabbani. Tras la victoria, en nombre de los preceptos de Alá y el Corán, los fundamentalistas impusieron en Kabul severas medidas.

"Son reglas implacables que abarcan actitudes arcaicas e intolerancia", comentó Kees Rietveld, un joven médico holandés destacado por ECHO en Afganistán como operador sobre el terreno.

Rietveld, de paso en Bruselas por las fiestas navideñas, señaló que las principales medidas son toque de queda después de las 21, prohibición de todo símbolo de modernidad, cierre de escuelas para niñas, interdicción de trabajo para las mujeres y obligacion de cubrirse íntegramente con el "tchadri" (velo).

"Debí usarlo todo el tiempo que estuve en Kabul", admitió la experta francesa Pennetier. Explicó que las normas coránicas son aplicadas con más severidad en la capital que en otras áreas bajo control Talibán.

Las milicias Talibán surgieron en febrero de 1995 y, mediante un avance fulminante, se apoderaron de nueve de las 30 provincias afganas. Sus combatientes, formados en las escuelas coránicas de Pakistán, se transformaron en una fuerza político-militar en noviembre de 1994 cuando arrebataron Kandahar a los mujaidin.

Al año siguiente, se apoderaron de Herat, la ciudad próxima a la frontera iraní, e intentaron capturar por dos veces Kabul en marzo y octubre de 1995. En el otoño de 1996, los "hijos de Alá" reanudaron su ofensiva con 25.000 hombres, tanques y aviones de caza, y tomaron Jalalabad, al este del país.

Atacadas desde el sur y el este en un movimiento de cerco, las fuerzas de Rabbani cedieron y el frente de Kabul se derrumbó. Entre abril de 1992 y comienzos de 1995, habían existido dos alianzas enfrentadas para asegurarse el control del territorio y ejercer la autoridad política.

La primera fue el Shura-e Nazar (Consejo de Supervisión), encabezado por Ahmed Shah Massoud, que agrupaba a todos los jefes mujaidin afiliados a la Jamiat-e Islami (Sociedad del Islam).

La segunda fue el Shura-e Hamahangi (Consejo Supremo de Coordinación), con las fuerzas del general Abdul Rachid Dostom, desplegadas en el norte del país y el Hezb-e Islami (Partido del Islam) dirigidas por Hekmatyar, líder del partido sunnita pachtún y ex primer ministro de Rabbani, en el sur.

Rabbani y Massoud se retiraron al norte y ahora tratan de abrirse nuevamente camino hacia la capital. Las fuerzas de Dostom se aliaron a las de los mujaidin y luchan contra los Talibán al noroeste del país para apoderarse de otras provincias.

El surgimiento Talibán causó una ruptura en el equilibrio regional y, si Pakistán parece satisfecho, Irán, India y Rusia no ocultan su aprensión. A su vez, Estados Unidos que apoyó la ofensiva Talibán, espera que el nuevo régimen no exacerbe las actitudes fundamentalistas y respete los derechos humanos.

Por su parte, todas las ONG que trabajan con ECHO en Afganistán tambien se reunieron en Bruselas a principios de diciembre para evaluar las dificultades sobre el terreno a raíz del nuevo orden Talibán.

"Nadie se pronunció por una retirada del territorio o por disminuir las operaciones de ayuda… La tendencia fue de favorecer el diálogo con los nuevos amos de Kabul", comentó Marc Biot, de la oficina belga de Médicos Sin Fronteras (MSF), una de las principales organizaciones asociadas con ECHO.

Biot ratificó que el principal impacto del nuevo régimen fue en las mujeres, a las que impiden trabajar, si bien luego autorizaron algunas enfermeras en clínicas a cargo del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR).

Según Pennetier, no se puede decir que los Talibán se hayan "ablandado" porque en Kabul han iniciado una caza de brujas. "Todas las personas favorables a Rabbani, especialmente los tayikos, son arrestadas y se desconoce su suerte", acotó.

"Incluso detuvieron al director de un hospital a cargo de Médicos del Mundo (MDM) y supuestamente favorable al nuevo gobierno", agregó.

"La nueva situación política no ha mejorado aquella humanitaria y por eso un eventual retiro de la ayuda porque el Talibán está en el poder sería una equivocación".

Jean-Michel Monod, delegado del CICR, declaró el miércoles en Londres que "la suspensión de los programas humanitarios en beneficio de la población, en el durísimo invierno afgano, no constituiría presión suficiente sobre los Talibán para obligarlo a adoptar la forma de vida occidental".

"Al contrario, aumentaría dramáticamente el sufrimiento de las víctimas", afirmó Monod.

Sobre la base de un estudio puerta a puerta y listas compiladas por el CICR, el Programa Mundial de Alimentos, y ONG como CARE, Merlin, MSF-Francia y otras, en Kabul hay 25.000 mujeres jefas de familia que deben sostener solas hijos y hogar.

"Es la categoría de población más vulnerable a la cual hay que hacer llegar en primer lugar víveres, combustible mantas y ropas abrigadas para el invierno", observó Pennetier.

El CICR tambien considera que un eventual retiro de Afganistán sería un grave error. "Marcharnos porque el Talibán está en el poder no tiene sentido. Desde el punto de vista del bienestar de la población no veo mucha diferencia entre el gobierno actual y el anterior", dijo Monod. (FIN/IPS/ego/jc/dv-ip/96

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