El presidente de Serbia, Slobodan Milosevic, no debería dar por sentado que los argumentos económicos utilizados por su partido en la propaganda previa a las elecciones parlamentarias y municipales de este domingo han sido validados por la nueva victoria que ya se perfila.
El gobernante Partido Socialista de Serbia (SPS) defendió en la campaña la idea de que Yugoslavia -nueva federación de las repúblicas de Serbia y Montenegro- atraviesa el tercer año de estabilización económica.
La oposición, por el contrario, sostuvo que la economía del país y el nivel de vida de la población se encuentran en el décimo año de continua declinación.
Por desgracia para el SPS y la mayoría gubernamental, los críticos de la situación se encuentran más cerca de la verdad. La prueba de este juicio vendrá después del jueves, cuando termine el recuento de los votos y se confirme la victoria del partido de Milosevic, tal como se espera.
La postura del gobierno se basa en una comparación con el período de hiperinflación -en términos europeos-, a finales de 1993 y comienzos de 1994, cuando la inflación alcanzó la tasa anual de 313 por ciento, la moneda estaba debilitada y la producción paralizada.
Con ese punto de comparación, cualquier mejoría luce como un gran éxito. El gobierno menciona, por ejemplo, las tasas de crecimiento de 6,6 por ciento en 1994 y 5,9 por ciento en 1995. Pero un examen de tendencias a largo plazo revela que la historia es diferente.
El producto nacional bruto (PNB) cayó de forma impresionante entre 1989 y 1993, y pese a la recuperación posterior, sólo alcanzó en 1995 un nivel equivalente a 51,7 por ciento del producto registrado en 1989.
Medido por habitante, el PNB cayó del nivel de 3.000 dólares en 1989 a poco más de 1.000 en 1995.
Todos los sectores de la economía fueron afectados por la caída. La producción industrial de 1995 sólo representó 37 por ciento del nivel de 1989.
El producto de la construcción no fue en 1995 más que la mitad de lo que había sido en 1989, el comercio interior fue 30 por ciento menor, y la producción agrícola se redujo 11,9 por ciento.
El comercio exterior no cubre actualmente más que 30 por ciento del valor que tenía en 1989, sin que se haya registrado una recuperación apreciable después del levantamiento de las sanciones internacionales, que ocurrió a finales del año pasado.
Los acuerdos de trueque, en particular con China y Rusia, son la nota dominante en las transacciones con el mundo exterior.
La hiperinflación fue detenida por un programa estabilizador inaugurado en enero de 1994. No obstante, la carrera de los precios no se detuvo de entrada. El período 1994-1995 todavía registró una inflación anual de 120 por ciento.
Para 1996, los economistas independientes predicen una tasa de inflación apenas inferior a 100 por ciento, mientras que los técnicos del gobierno entienden que se situará por debajo de 70 por ciento.
El déficit de la balanza comercial llegará este año, según se espera, a unos 1.500 millones de dólares, lo que supone una carga enorme para Yugoslavia, dado el bajo nivel de actividad.
Ese desequilibrio fue cubierto este año por las cuentas del país en bancos extranjeros, pero nadie sabe con certeza cuál es el nivel de las reservas internacionales yugoslavas.
El gobierno no ha tomado ninguna medida para restringir las importaciones, si bien el país no tendría -según datos oficiales- más que 300 millones de dólares en reservas internacionales. Algunos economistas independientes estiman esas reservas en 100 millones de dólares.
Existen obvias discrepancias para explicar este estado de cosas. El gobierno, por su lado, culpa de todo a la guerra y a las sanciones.
Los expertos independientes, por el contrario, sostienen que la crisis comenzó a finales de la década pasada, antes de que Naciones Unidas impusiera sanciones a Belgrado por instigar la guerra civil en la vecina Bosnia-Herzegovina.
El gobierno dejó de financiar déficits, por lo menos formalmente, hace dos años, pero las estimaciones que suelen hacerse del total del gasto público, siguen representando cerca de dos tercios del PNB.
Al reducirse por culpa de la inflación el valor de los ingresos que el Estado recibe por la recaudación de fuertes impuestos, el gobierno nunca logra cubrir sus gastos.
El presupuesto del Estado, pese a las reducciones operadas, sigue absorbiendo más de la mitad del PNB.
Esta situación, de una parte estimula la inflación porque las empresas se ven forzadas a pasar a los precios una pesada carga impositiva.
De la otra favorece que ciertas compañías, por lo general aquéllas cuyos directores son miembros importantes del partido en el gobierno, evadan el pago de impuestos, derechos de aduana y otras cargas sociales.
Los economistas consideran que la optimista predicción oficial, de una tasa de inflación de 70 por ciento en 1996, es una señal de que el gobierno se propuso mantener los precios bajo control hasta pasadas las elecciones.
El gobierno, naturalmente, no podrá reducir el gasto sin corregir una legislación de seguridad social que viene de otras épocas. Por ejemplo, los derechos de los jubilados y pensionistas fueron establecidos cuando por cada beneficiario había más de cuatro empleados activos.
Los críticos de Milosevic entienden que la política aplicada por el gobierno revela, por lo menos, dos cosas importantes.
La primera, que Milosevic y el SPS están más interesados en mantenerse en el poder que en poner la economía nacional sobre buenos carriles. La segunda, que cuanto más tiempo posterguen el pago de las cuentas pendientes de la economía, más alto será el precio a pagar por estas políticas.
Si las sanciones no fueron la causa de la caída económica de Serbia, lo contrario también es verdad: el levantamiento de las sanciones no garantiza por sí mismo la recuperación de la economía.
Por lo tanto, los expertos coinciden en afirmar que se hace necesario aplicar una reforma radical, comenzar una transición económica completa y, sobre todo, privatizar las unidades de producción de propiedad estatal y cooperativa.
El gobierno serbio controla actualmente, ya sea de forma directa o indirecta, toda la economía. El sector estatal representa 40 por ciento del producto, y otro tanto está en manos del sector cooperativo, que fue y sigue siendo una forma vergonzante de encubrir la propiedad del partido oficial.
El sector privado ya existente está dominado por unas 150 firmas que son, efectivamente, propiedad del partido gobernante. Estas empresas detentan monopolios en todos los sectores importantes de la economía y en el comercio exterior.
Yugoslavia aprobó este año una ley federal de privatizaciones que en conjunto pudo ser vista como una postergación indefinida del proceso.
No obstante, el gobierno cerró recientemente un trato con la compañía británica NatWest Markets, que representará a Belgrado en los mercados mundiales de capital y preparará el camino para la privatización de ciertas grandes empresas, en particular los servicios postales y telefónicos.
La mayoría de los economistas, y entre ellos los más duros críticos del régimen, apoyan este acuerdo por entender que las privatizaciones de grandes empresas atraerá la inversión extranjera, haciendo más difícil que el gobierno pueda revertir el proceso una vez iniciado. – – – – – – – (*) Zoran Jelicic es comentarista del diario Dnevni Telegraf. Este artículo llega a IPS a través del Instituto de Información sobre la Guerra y la Paz, sito en Londres. (FIN/IPS/tra-en/wr/rj/arl/ip-if/96