El renacimiento de la insurgencia islámica determinó al presidente de la república ex soviética de Tajikistán, Imamali Rahmanov, a concertar una reunión con el exiliado líder opositor Sayid Abdullo Nurise, en busca de un acuerdo político.
La entrevista entre Rahmanov y Nurise, anunciada el lunes, se realizará el 9 de diciembre en el norte de Afganistán, un país vecino cuya situación política presiona sobre Tajikistán y donde las fuerzas rebeldes tienen sus bases desde hace cuatro años.
Pistoleros no identificados mataron a tres soldados rusos e hirieron a seis el fin de semana en Dushanbe, la capital de Tajikistán, y el gobierno responsabilizó del hecho a grupos islámicos.
La mayoría de los observadores vincularon el atentado contra el autobús que conducía a los soldados rusos al poder obtenido en Afganistán por el movimiento radical islámico Talibán. La caída en manos de Talibán de Kabul, la capital afgana, aparentemente estimuló a las fuerzas políticas musulmanas en Asia central.
Entusiasmados por su victoria, los jefes militares de Talibán no ocultan su aspiración de llevar su "guerra santa" a países ex soviéticos de Asia central que, según creen, todavía están gobernados por "ateos comunistas".
Afganistán tiene fronteras con Turkmenistán, Uzbekistán y Tajikistán, tres de las cinco repúblicas de mayoría musulmana de la región. Tajikistán, que cuenta con cinco millones de habitantes, es la más pobre de las repúblicas ex soviéticas y la más vulnerable ante la insurgencia islámica.
El gobernante Partido Comunista y la oposición conformada por fuerzas democráticas y musulmanes se enfrentaron en guerra civil poco después de la independencia del país, proclamada en diciembre de 1991.
El conflicto, que se prolongó de mayo a diciembre de 1992, causó de 30.000 a 60.000 muertos, la mayoría civiles, y el desplazamiento de 540.000 personas, que en su mayoría buscaron refugio en Afganistán.
Respaldados por Rusia, los comunistas retuvieron el poder, y la oposición islámica, en la que se cuentan unos 5.000 guerrilleros, se exilió en Afganistán. Mientras, la minoría étnica rusa se redujo de 400.000 a 25.000 personas.
El país no se ha recuperado de esa experiencia traumática, y es crecientemente dependiente de Rusia en los planos militar y económico. Tajikistán y Rusia conforman una unión aduanera y en 1993 firmaron un tratado bilateral de seguridad.
Razones económicas, estratégicas, ideológicas y sociales explican la decisión de Rusia de comprometerse firmemente con Tajikistán.
Empresarios rusos ambicionan los recursos naturales de Tajikistán, que es "rico en minerales, en oro", como destacó el viceministro del Interior tajik, Gennady Blinov, de origen ruso.
Blinov señaló a IPS la alta importancia geopolítica de su país. "Tajikistan es el cruce de caminos hacia el subcontinente indio, China e Irán, y Rusia tiene aquí intereses geopolíticos prioritarios".
Pese a la crisis financiera de sus fuerzas armadas, que no perciben desde hace meses su salario, Moscú intenta mantener 25.000 soldados en Tajikistán. Su cuartel general se encuentra en un suburbio de Dushanbe, cerca del lugar en que fue atacado el autobús.
Las tropas rusas constituyen la espina dorsal de las fuerzas de defensa de Tajikistán. La mitad están desplegadas en la frontera con Afganistán.
Cuando en agosto de 1993 en un puesto fronterizo, el presidente t Boris Yeltsin demandó:
"¿Por qué no contamos con ningún plan para defender esa frontera que, como todos lo entienden, es en realidad de Rusia, y no de Tajikistán?", preguntó en agosto de 1993 el presidente de la Federación Rusa, Boris Yeltsin, cuando los rebeldes islámicos dieron muerte a 25 soldados rusos.
Yeltsin ordenó entonces el fortalecimiento de la línea divisoria de Takistán con Afganistán.
"Protegiendo los límites de la sección tajik (de la Comunidad de Estados Independientes) defendemos a Rusia. Si perdemos a nuestros aliados (de Asia central), tendremos que defender la frontera (rusa), que es mucho más extensa y absolutamente transparente", explicó en 1993 el ministro de Seguridad de Rusia, Viktor Barranikov.
Varias facciones afganas y de Tajikistán trafican armas desde los años 80, cuando Arabia Saudita, Estados Unidos y Pakistán armaron y entrenaron a los mujaidines afganos que combatían la intervención soviética y el gobierno prosoviético de su país.
La ayuda militar a los mujaidines fue financiada parcialmente con el producto del tráfico de hachís, opio y heroína, que era orientado directamente a centros urbanos de Rusia.
El contrabando de armas y drogas aumentó al retirarse los soldados soviéticos de Afganistán en febrero de 1989, y al caer en abril de 1992 el régimen izquierdista de Muhammad Najibullah.
Las partidas de opio capturadas por las autoridades de Tajikistán se incrementaron de una a 1.000 toneladas entre 1994 y 1995.
El lucrativo tráfico de drofas duras y blandas a las ciudades de Rusia corrompió a los guardias rusos estacionados en la frontera entre Tajikistán y Afganistán. Varios casos evidencian complicidades en la operación.
Pero la principal preocupación de Moscú es el fundamentalismo islámico, con el que se enfrentó durante 10 años en Afganistán, sin poder vencerlo.
A la experiencia de Afganistán sucedió el desastroso conflicto de Chechenia, donde "Allahu akbar" ("Alá es grande") fue es el grito de guerra de los separatistas.
Unos 25 millones de musulmanes habitan Rusia, y los dirigentes del Kremlin temen la onda expansiva de un eventual ascenso al poder de radicales islámicos en cualquiera de los estados de la Federación en que esa doctrina religiosa es mayoritaria.
Mientras, los militantes islámicos de Afganistán y Tajikistán conocen la debilidad del frente musulmán de Rusia y pretenden explotarla. Al parecer, los militantes musulmanes de Tajikistán señalaron nuevamente como objetivo de guerra a los soldados rusos, conscientes de la impopularidad de éstos entre la población tajik.
El curso de los acontecimientos depende no sólo de la situación política del país, sino también de los hechos futuros en Afganistán.
Si el régimen talibán logra consolidarse en Kabul durante el invierno boreal, el conflicto de Tajikistán se agravará probablemente en la primavera. (FIN/IPS/tra-en/dh/rj/ff/ip/96