Los albergues para migrantes, que en Sudáfrica son signo de la era del apartheid pero aún se los vincula con estallidos de violencia, permanecen como un legado viviente de aquellos años.
No es fácil abolir el sistema de los albergues (conocidos como "hostels", palabra que ha pasado a ser siniestra en Sudáfrica), que durante mucho tiempo han servido para "alojar" a los miles de hombres -nunca con mujer- que buscan trabajo en las ciudades.
Estos jóvenes no tienen ningún otro lugar al que puedan llamar su "casa" mientras trabajan en las grandes ciudades, aunque ello signifique el hacinamiento de ocho hombres en dos cuartos.
"Es malo, pero podría ser peor", se consoló Msimanga (no es su nombre verdadero), de 49 años. "El gobierno dice que va a mejorar esto, pero mientras no lo haga tendremos que continuar viviendo de esta manera".
Msimanga comparte uno de esos albergues para hombres en Alexandra -uno de los municipios más densamente poblados que han crecido en las cercanías de Johannesburgo- y trabaja en una fábrica cercana, pero para ir a su casa a visitar a su mujer y sus siete hijos debe viajar 600 kilómetros.
Existen 240 albergues construidos por el gobierno en todo el país, con 600.000 camas. En algunos casos estos alojamientos están ocupados por más de tres personas por cada cama teórica.
Este tipo de establecimiento es una creación del sistema de migración circulante, propio del apartheid.
Uno de los pilares de la teoría del apartheid fue el reasentamiento de la mayoría negra en los 10 territorios entonces llamados "homelands" o "bantustanes" (territorios autónomos), algunos de los cuales recibieron una independencia nominal.
Entre 1960 y 1970, por ejemplo, fueron reasentados a la fuerza 1,5 millones de negros en esos territorios elegidos.
Los negros sólo podían ingresar a las áreas urbanas para trabajar, y los albergues -en su mayoría para hombres- eran construidos en asentamientos urbanos negros, para alojar precariamente a esos trabajadores mientras tenían empleo en las ciudades.
En los últimos cinco años han ido en aumento las reclamaciones para que estos establecimientos sean demolidos o transformados en alojamientos familiares.
Con la aplicación de la Política de Reforma de Albergues, el gobierno ha comenzado a mejorar sus condiciones, pero se debe enfrentar con la creciente demanda de viviendas que le plantea el país en su conjunto, con un déficit de tres millones de unidades.
Los albergues de trabajadores migrantes siguen siendo vinculados a los continuos conflictos que ocurren en las comunidades y a periódicas erupciones de fuerte violencia, ya que en ellos se juntan personas con antecedentes e intereses encontrados.
En febrero de 1995, por ejemplo, se produjo una batalla con armas de fuego entre residentes del albergue Glebelands (cerca de Durban, provincia de Kwazulu-Natal), que eran del partido gobernante, Congreso Nacional Africano, y 16 autobuses cargados de simpatizantes del Partido Inkatha de la Libertad.
En julio pasado, la constante violencia dentro del Albergue de Scaw Metals, al este de Johannesburgo, obligó a la Anglo American Corporation, empresa propietaria del establecimiento, a cerrarlo definitivamente.
El ministro de vivienda de la provincia de Gauteng -donde se encuentra Pretoria, la capital-, Dan Mofokeng, ha estimado que mejorar solamente los 51 albergues de propiedad estatal situados en su provincia, costaría más de 140 millones de dólares.
Según investigaciones realizadas entre los trabajadores migrantes alojados en albergues, la mayoría de ellos mantienen una honda conexión con sus hogares rurales y consideran provisional su vida de trabajo urbana.
"Muchos de nosotros estamos en Johannesburgo sólo para trabajar, nuestros hogares están en otra parte y no buscamos tener residencia permanente en este lugar", dijo un trabajador. (FIN/IPS/tra-en/gm/pm/arl/pr-dv/96