SALUD: Países pobres pueden resistir presión de tabacaleras

Los grupos que combaten los esfuerzos de las tabacaleras multinacionales por ganar nuevos fumadores en Africa, Asia y Europa oriental pueden sobreponerse a las dificultades financieras utilizando los datos como arma, según un nuevo libro.

Sin embargo, no es fácil desplegar datos económicos y de salud en medio de "la guerra del tabaco", de acuerdo con "Humo y espejos: La guerra canadiense del tabaco", de Rob Cunningham.

Las compañías tabacaleras, con su enorme inversión en publicidad y la ayuda de personalidades tan poderosas como la ex primera ministra británica Margaret Thatcher y el ex representante comercial estadounidense Clayton Yeutter, están conquistando con éxito nuevos mercados, según el libro.

Las potenciales consecuencias en materia presupuestal y de salud pública de este abordaje son las municiones que los opositores al tabaco necesitan para detenerlo, señala Cunningham, quien confía en la victoria de los activistas.

La Organización Mundial de la Salud estima que, para el año 2025, 10 millones de personas morirán por año como resultado del tabaquismo, y siete millones de esas muertes ocurrirán en los países menos desarrollados del mundo.

Los efectos económicos de la dependencia del tabaco también son devastadores. En Africa -excluyendo Zimbabwe y Malawi, donde el tabaco es un producto de exportación-, el tabaco es responsable de un déficit comercial anual combinado de 417 millones de dólares.

"Se trata de una guerra de información, y ya sabemos que los argumentos en contra del tabaco son tan fuertes que si se logra hacerlos llegar a quienes toman las decisiones, se los puede persuadir", afirma.

"Quien piense que lo pequeño no puede ser eficaz, nunca durmió con un mosquito", agrega el autor, cuyo optimismo se deriva de su estudio de la experiencia canadiense sobre el control del tabaco.

La multifacética campaña de Canadá -que incluyó la prohibición de anuncios publicitarios, fuertes advertencias en los paquetes de cigarrillos, educación pública y altos impuestos- ha sido altamente eficaz, destaca.

Canadá tuvo el mayor consumo de tabaco por habitante entre 1980 y 1982, pero pasó al lugar número 13 entre 1990 y 1992.

El consumo diario cayó de 42 por ciento de la población a 16 por ciento entre 1979 y 1991, y en el mismo período el número de adolescentes fumadores se redujo a la mitad.

El libro de Cunningham, publicado por el Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo de Ottawa, pretende demostrar a los gobiernos y a los defensores de la salud pública de todo el mundo que es posible resistir a la presión de las corporaciones tabacaleras.

Y esa presión es cada vez mayor, ya que las grandes empresas concentran ahora su presión y su artillería publicitaria en nuevos mercados del Sur.

Las compañías tabacaleras transnacionales poseen enormes recursos y pueden ganar acceso ilimitado a los mercados, tanto mediante la promesa de grandes contribuciones benéficas como a través de amenazas de represalia comercial.

En contraste, "en toda Africa, en 1994 había una sola persona trabajando en favor del control del tabaco", por lo tanto "no es sorprendente que en ese continente existan muy pocas restricciones a la industria", dice el autor.

Sin embargo, en otros casos los activistas lograron vencer. En los años 80, por ejemplo, en un episodio que Cunningham denomina "la guerra moderna del opio", Tailandia frustró los esfuerzos de Washington por ganar pleno acceso a los mercados de Asia para las tabacaleras estadounidenses.

En Japón y Corea del Sur, las multinacionales lograron combatir los intentos por introducir las mismas restricciones a la publicidad y advertencias que requiere la ley estadounidense, pero el gobierno de Tailandia se mantuvo firme en su posición de prohibir toda publicidad de cigarrillos.

"Ese es un precedente importante", subraya Cunningham. "Tailandia es un excelente ejemplo de cómo un país en desarrollo puede resistir a la presión".

La mayor ironía, destaca el autor, consiste en que los anuncios publicitarios internacionales intentan presentar el hábito de fumar como parte de un sofisticado estilo de vida occidental, pese a que en los países occidentales es cada vez más restringido e incluso comienza a ser rechazado socialmente.

"Pero la esencia del marketing consiste en crear una impresión falsa de la realidad" y "es contra eso que debemos luchar", exhorta Cunningham. (FIN/IPS/tra-en/sd/pz/ml/he-if/96

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