El apabullante impacto de la ola de refugiados procedente de Zaire oriental casi agotó las facilidades en esta ciudad fronteriza, pero mientras el gobierno pide ayuda internacional, muchos privados hacen brillantes negocios.
Miles de ex refugiados ya pasaron por Gisenyi desde el viernes último. Algunos se dirigieron a centros de tránsito cercanos y otros continuaron viaje hacia sus aldeas de orígen.
Alrededor de 400.000 personas ya regresaron a Ruanda desde que Mugunga, el principal campo de refugiados en poder del antiguo ejercito ruandés (FAR) y las milicias que perpetraron el genocidio en 1994, cayó en manos de los rebeldes tutsi de Zaire.
la marea humana provocó escasez de víveres en Gisenyi y llevó a las autoridades ruandesas a pedir a las Naciones Unidas que envíen con urgencia la asistencia humanitaria previamente destinada a campos de refugiados en Zaire y Ruanda.
No obstante, la situación atrajo a muchos voluntarios a Gisenyi, situada en la frontera nororiental de Ruanda, y esto dió motivo aquí a una especie de bonanza para negociantes privados.
"El infortunio de algunos a veces es la buena suerte de otros", sentenció un barman del Hotel Meridian que, según dijo, está facturando alrededor de 10.000 dólares por día. "Estos hoteles, bares y restaurantes estan haciendo dinero a paladas".
También ha florecido el mercado negro en Gisenyi. Muchos de los recién llegados, que estaban involucrados en negocios en los campos de refugiados de Zaire, ahora se muestran ansiosos de cambiar la moneda local (Nouveaux Zaires-NZ) o dólares antes de alcanzar sus propias comunas.
Como resultado, negociantes en pequeña escala y cambistas de dinero del mercado negro están más ocupados que nunca.
"La cotización en el mercado negro de un dólar bajo de 310 francos (ruandeses) a solo 100", informó un individuo joven a IPS cerca de una de las gasolineras locales.
Sin embargo, la oleada de refugiados provocó tambien una aguda escasez de víveres y alojamientos.
Los precios se fueron a las nubes. Por ejemplo, una cabra de mediano tamaño que hasta la semana pasada se vendía por 35 dólares, ahora cuesta alrededor de 50. Las bananas subieron de 2,5 dólares a siete por cacho, mientras huevos, fruta y otros alimentos casi desaparecieron de la venta por el exceso de demanda.
Hafisa, una residente en el suburbio Gacuba 1 de Gisenyi, contó a IPS que salió en busca de verduras, bananas e "isambaza" seco, un pequeño pez del Lago Kivu, para alimentar a su familia y solo consiguió coles y zanahorias.
"Se podría decir que la crisis está llegando a su fin", dijo. "No hay más provisiones en el mercado y, si se consiguen, los precios subieron increíblemente".
Incluso para aquellos con dinero, conseguir la cerveza local Mutzig, o la Amstel importada, patatas fritas o pescado a la parrilla en algunos bares y restaurantes se ha hecho difícil.
El sector de la hospitalidad está luchando ahora para atender a los empleados de agencias humanitarias y operadores de prensa, que llegaron aquí debido al masivo éxodo desde Zaire.
"No podemos satisfacer a todos los clientes", lamentó el dueño del Auberge de Gisenyi, un motel en el centro de la ciudad. "Ayer lunes no tuvimos desayuno para ofrecer y escuché que pasó lo mismo en muchos restaurantes vecinos".
El alojamiento es igualmente escaso porque todos los hoteles, desde el más barato al Meridien, Palm Beach, Regina y Edelweiss, que tienen nivel internacional, están repletos. "Estamos poniendo mantas en el suelo para algunos reporteros que no tienen adonde ir", apuntó un empleado del Regina.
Entretanto, los ex refugiados siguen pasando por Gisenyi.
Durante el día, expatriados que trabajan para la ONU se afanan para distribuir bizcochos y agua entre la marea humana, brindar primeros auxilios y reunir a los niños extraviados.
Por la noche, algunos de ellos pueden ser vistos en hotales de los alrededores, tratando de mitigar el agotamiento con un vaso de cerveza fría. (FIN/IPS/tra-en/jbk/jm/kb/ego/pr).
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