La reelección de Bill Clinton como presidente de Estado Unidos no altera la conflictiva relación de México con su país, señalaron analistas y expertos locales, mientras para el gobierno garantiza la continuación de un diálogo constructivo.
Vecinos y socios en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC), México y Estados Unidos mantienen desde 1992, cuando asumió Clinton su primer período presidencial de cuatro años, relaciones marcadas por periódicas fricciones y acercamientos en materias de migración, narcotráfico y comercio.
Tras la confirmación del triunfo de Clinton en las elecciones de este martes, portavoces de su gobierno indicaron que el mandatario intensificará en su segundo período las relaciones de Estados Unidos con América Latina, región que nunca visitó en los últimos cuatro años.
En ese contexto, se informó que Clinton viajaría a México en el primer trimestre de 1997. La última visita de un mandatario estadounidense al país latinoamericano fue la que realizó George Bush en 1990.
A pesar de los posibles viajes y de la nuevas promesas, no se esperan grandes cambios en las relaciones bilaterales con Estados Unidos, opinó César Pérez, experto del Centro de Investigaciones sobre América del Norte de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Augusto Gómez, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso, sostuvo que el fin del proceso electoral en Estados Unidos da un respiro a México, pues al calor de la campaña en el país vecino se politizaron problemas relativos a la migración y el comercio.
El diputado coincidió con Pérez en que la reelección de Clinton no traerá cambios significativos en los vínculos entre México y Estados Unidos, aunque opinó que sí ayudará a "conservar una relación de respeto y cooperación".
En México se consideraba improbable que gane la elección el candidato opositor Bob Dole, pero políticos y analistas no dejaron de advertir que su posible triunfo sería negativo, pues en los últimos años él y sus allegados mostraron ciertas dureza en las relaciones con el gobierno del presidente Ernesto Zedillo.
"Clinton ha sido un presidente amigo de México y esto nos asegura en los próximos cuatro años un diálogo constructivo y positivo", declaró el embajador de México en Estados Unidos, Jesús Silva.
Asumiendo una postura de franco choque con el Congreso, dominado por sus opositores, Clinton comprometió al gobierno de México en 1995 un préstamo de 20.000 millones de dólares para ayudarlo a salir de la crisis estallada a fines de 1994. El hecho tranquilizó los nerviosos mercados internacionales.
"Los resultados de las elecciones presidenciales son de gran importancia para nuestro país (…) México tiene una relación extraordinariamente diversificada, profunda, intensa y complicada con Estados Unidos", manifestó Silva.
Jorge Chabat, del Centro de Investigación y Docencia Económica de México, comentó que tras los comicios de Estados Unidos, América Latina podrá observar por fin al "verdadero Clinton", ya que en sus primeros cuatro años de gestión acotó sus actos para asegurarse un nuevo triunfo electoral.
Desde el siglo pasado México y Estados Unidos mantienen continuos roces diplomáticos, lo que no ha impedido que sus relaciones políticas y de comercio registren contínuos avances.
Uno de los principales hitos en sus vínculos fue la suscripción del TLC, junto a Canadá, acuerdo que arrancó a inicios de 1994 y que actualmente permite un comercio de casi un millón de dólares por día.
Fue precisamente Clinton quien tras negociar con sus opositores logró que el Congreso estadounidense aprobara el TLC, convenio que creó una zona de 375 millones de habitantes y que, según los cronogramas, quedará totalmente libre de aranceles en 15 años.
A pesar de los promocionados éxitos del TLC en materia comercial, no logró desactivar tensiones en materias como migración y narcotráfico, ni eliminar barreras a productos mexicanos considerados competitivos en Estados Unidos, como aguacate, tomate, cemento y atún.
Cada año, alrededor de un millón de indocumentados latinoamericanos intentan ingresar a Estados Unidos por la frontera de 3.200 kilómetros con México y por allí ingresa la mayoría de la droga que consumen los estadounidenses. (FIN/IPS/dc/ag/ip/96