Mónica cose camisas en Indonesia por 5.200 rupias (2,25 dólares) al día. Ella y otros 180 trabadores no recibieron el salario de octubre. La contratista de las marcas estadounidenses Levi's y The Gap, simplemente, se negó a pagar.
La fábrica, ubicada en el poblado de Depok, unos 15 kilómetros al sur de Jakarta, enfrenta ahora las acciones de protesta emprendidas por los trabajadores para que se les pague. Los gerentes no hicieron ningún comentario.
Karim, de 23 años, confecciona calzado deportivo para la firma alemana Adidas en P.T. Liutas Adhikrada, también en Indonesia, por menos del salario mínimo de 2,25 dólares diarios.
La habitación que arrienda este joven cerca de la fábrica le cuesta 33 dólares mensuales. Karim recibe 2,35 dólares por una jornada laboral de siete horas y 1,30 dólares más por cuatro horas de trabajo extra compulsivo.
Mónica y Karim no han podido disfrutar los frutos del rápido crecimiento económico del sudeste de Asia, generado en parte por la actividad de compañías del Norte industrializado que explotan la mano de obra barata de la región.
Muchos trabajadores ganan muy poco dinero a pesar de que trabajan demasiado.
Cualquiera en Occidente que se fije detrás de la grifa de una camisa, un calzado deportivo o un juguete de marca europea descubrirá que, muy probablemente, esos artículos fueron fabricados en algún país de Asia.
Winnertex, una fábrica textil y de confecciones en Jakarta propieded de Michael Yupranan, suministra ropa interior femenina para la empresa belga C&A, que posee una cadena de tiendas en Europa pero se abastece de plantas en Asia oriental.
"El negocio textil y de vestimenta no es tan bueno como era por culpa de la competencia de India, China y Vietnam. Pero si mantenemos una renovación permanente y estamos atentos a la moda en Europa y Estados Unidos, podremos sobrevivir", dijo Yupranan.
Yupranan, quien cambió su apellido chino (Lee) cuando se convirtió en ciudadano indonesio, se mantiene al frente en materia de inversión tecnológica. Su fábrica cuenta con equipos computarizados de Alemania y Japón.
"Si no mantenemos la inversión en equipamiento y tecnología, desapareceremos en el futuro", sostuvo. Los costos de capital, más que la materia prima y los salarios, son el principal insumo de esta empresa.
Para las compañías extranjeras, el bajo costo de la mano de obra entrenada suministra una bienvenida fuente de insumos baratos, y no poseen las fábricas sino que ordenan los pedidos según sus necesidades de ropa, calzado o juguetes.
"Indonesia tenía costos bajos, pero ahora se desarrolla hacia la tecnología de avanzada", dijo Philip Chamberlain, de Mondial, una subsidiaria de C&A en Singapur que procura proveedores entre Sri Lanka y Filipinas.
El código de conducta de C&A, aprobado en mayo de este año, destaca la importancia de "tratos justos y honestos" con los proveedores, que "los salarios y beneficios deben ser totalmente equilibrados con las normas locales" y que debe cuidarse la seguridad.
Winnertex cumple estos requisitos. Los trabajadores reciben como mínimo el salario básico de 5.200 rupias diarias, más pagos de horas extras, tiempo libre para almorzar y abono de seguro jubilatorio.
Tuti, de 22 años de edad y seis de trabajo en Winnertex, gana como empacadora 23,50 dólares por semana. Su amiga Karnasa, de 19 años, trabaja a destajo y gana entre 22 y 30 dólares por semana.
Adidas aún no aprobó un código de conducta para sus proveedores, pero considera junto a todo el sector, nucleado en la Federación Mundial de Industrias de la Indumentaria Deportiva, uno cuya sanción se prevé para finales de mes.
"Los criterios que fije Adidas podrían ser mejores que los de los países de Asia. Estamos seguros de que nuestras fábricas proveedoras son, por lejos, mejores que el promedio, porque trabajamos con alta tecnología", dijo Peter Csandi, portavoz de la firma.
Organizaciones no gubernamentales de Europa y Estados Unidos se preguntan si esos salarios y condiciones de trabajo fijadas por las compañías son suficientemente buenas, especialmente si se las compara con los beneficios que obtienen las compañías.
El grupo británico Christian Aid estimó que, de los 350 dólares a que se vende en una tienda de Londres un par de calzados confeccionados en Asia, apenas 1,80 dólares van al bolsillo de los trabajadores.
"La confección de calzado es un sector clave en el mundo en desarrollo. No solo genera puestos de trabajo y dinero. También constituye la piedra fundacional de una base industrial", sostuvo el analista de Christian Aid Peter Madden.
En Indonesia solo pueden funcionar los sindicatos tolerados por el gobierno. Yuprapan admitió que ha despedido a trabajadores que efectuaron huelgas en su fábrica.
"No existe libertad sindical en Indonesia. El salario mínimo apenas se acompasa con los precios", sostuvo Arist Merdeka, de la no gubernamental SISBIKUM, de Jakarta. (FIN/IPS/tra- en/jt/cpg/mj/lb if/96