Los 18 jefes de los jesuitas en América Latina y el Caribe lanzaron una carta contra la monoreceta económica del neoliberalismo y su costo de pobreza e individualismo, en un pronunciamiento sin precedentes desde 1967.
Los provinciales de la Compañía de Jesús se declaran "no resignados" a que el único modelo de desarrollo para la región sea uno que incrementó el número de pobres, la brecha social, el malestar popular, la criminalidad, la inestabilidad política, la despolitización y el deterioro del ambiente.
El provincial de Venzuela, Arturo Sosa, explicó que la vez precedente en que los 18 superiores de la orden se pronunciaron sobre la situación latinoamericana fue con la "Carta de Río", cuando en 1967 se vivía una gran efervescencia política y social.
La carta fue resultado de un encuentro de los directivos de los 3.500 jesuitas existentes en la región, celebrado entre los días 11 y 15 en México, al que asistió el Superior General de la orden, Peter-Hans Kolvenbach, también llamado el "Papa Negro".
Los jesuitas aseguran que tampoco se resignan a que "no queda más remedio" que pasar por "el trago amargo" de la pauperización de millones de latinoamericanos, "como costo irremediable de un futuro crecimiento".
La carta, difundida este martes en Caracas, llama a promover los propios modelos de la sociedad que los latinoamericanos quieren, basados en un mayor humanismo, justicia y solidaridad.
Los jesuitas admiten aportes positivos de las medidas neoliberales, al detener la inflación, incentivar la productividad, limitar la acción de los gobiernos, promover la austeridad fiscal e impulsar la integración comercial.
Pero dicen que no compensan "inmensos desequilibrios", como la concentración de los ingresos, la riqueza y la propiedad de la tierra, la multiplicación del desempleo urbano o el trabajo precario, el cierre de empresas, el desplazamiento indígena y campesino y la expansión del narcotráfico y la corrupción.
El neoliberalismo, aseguran, tiene detrás una concepción de la persona humana y de la vida en sociedad "inaceptable y ajena al cristianismo".
Argumentan que propala una doble reducción de los hombres y mujeres. Se les reduce a individuo, capaz de prescindir de los otros para alcanzar su plenitud, y se reduce esa plenitud a la capacidad de generar ingresos y ganar la carrera de poseer, legitimando los medios para lograrlo.
Se trata, para los jesuitas, de una distorsión que desprecia muchas expresiones culturales y humanas y uniforma el concepto de lo humano a través de "formas dominantes impuestas al mercado por una globalización unilateralmente entendida".
Ese llamado "pensamiento único" que desconoce la diversidad, genera además una "separación infranqueable" entre los impulsores de esa corriente y la gente.
"Incapaces de dialogar con sus pueblos, se convierten en extranjeros en su propia patria y propulsores de la extranjerización de su propias raíces", denuncian.
El resultado es la insensibilidad. "Se justifica como algo 'normal' que nazcan millones de niños en la miseria. No escandaliza el creciente espectáculo de la miseria", dicen en su posición ante el neoliberalismo.
"Tampoco se reconocen las estructuras sociales del mundo actual como productoras de injusticia", denuncian los 18 superiores de las provincias de la congregación, según divisiones por número de fieles, en que por ejemplo todos los países centroamericanos se sitúan en una y hay cuatro en Brasil.
La respuesta que quieren impulsar los jesuitas es la de la construcción de "la sociedad que queremos", con los atributos de justa, solidaria, fraterna, productiva, distributiva, así como defensora de las diversidades culturales y de todo tipo.
Los jesuitas admiten que el objetivo es difícil, porque implica cambios de actitudes, hábitos y valores, mientras obliga a "hacer nuestros aquellos elementos positivos de la modernidad, como el trabajo, la organización, la eficiencia, sin los que no podemos construir la sociedad que soñamos".
Anuncian que estimularán las organizaciones populares, en forma de comunidades de solidaridad, como fermento de la transformación de estructuras sociales y políticas que ahora son fábricas de injusticia.
También se proponen un "gran ejercicio intelectual" para atender la complejidad de la situación creada por la globalización y la década de los programas de ajuste en la región, y proponer "alternativas viables".
La carta indica que no se trata de una tarea solitaria, sino que van a buscar aliados, dentro de una estructura solidaria "donde la ciencia, la tecnología y los mercados" estén al servicio de las personas y los pueblos. (FIN/IPS/eg/jc/cr-pr/96