La Cumbre Iberoamericana en Chile constatará que los nuevos flujos mundiales de comercio empujan las reformas institucionales dentro de las fronteras nacionales, según el argentino Carlos Moneta, secretario permanente del Sistema Económico Latinoamericano (SELA)
"La gobernabilidad, tema eje de la cumbre, implica adaptar los regímenes internos de modo de favorecer los nuevos y libres flujos de comercio e inversiones", señaló Moneta a IPS.
Esos flujos, a la vez, son producto de la globalización de la economía, "con efectos deseados y no" deseados. Países como los de América Latina se colocan como receptores alerta de los efectos deseados, y como elusores de los que no desean, "pero de los que alguien debe ocuparse", advirtió el experto.
Marco de referencia de la gobernabilidad, que los mandatarios iberoamericanos discutirán en Santiago los días 10 y 11, es la globalización, "proceso muy acotado hasta ahora al ámbito económico, pero que se extiende a los dominios de la política, la sociedad y la cultura", señaló.
La globalización tiene entre los efectos deseables una "mayor homogeneidad, en gustos, objetivos, formas de producción", por la posibilidad de mejoramiento del comercio internacional y por la supresión de barreras a otros intercambios.
Para ello son necesarios regímenes más abiertos, lo que implica medidas de apertura, cambios en los sistemas de normas y en los intereses "incluso más allá de las fronteras", dijo Moneta.
Respecto de esas medidas se destacan los países del Norte industrial, "que favorecen el libre flujo de comercio e inversiones, aunque no de la fuerza de trabajo, y el de tecnología sólo según criterios que obedezcan a sus intereses", observó.
Para el número uno del SELA, un foro que agrupa 27 estados de la región, la gobernabilidad es en síntesis "correlato político del paradigma que comprende democracia liberal representativa y sistema de libre comercio".
En el caso de América Latina y el Caribe, el proceso "viene de afuera hacia adentro", pretende una transparente uniformidad de reglas y por eso no es extraño que "forme un continuo", traspase las fronteras y se interne en los estados.
La globalización funciona así como marco de referencia de los procesos de descentralización política y administrativa, "porque ahora los estados nacionales deben compartir el poder".
Lo comparten con instancias supranacionales, como los órganos de integración, pero también con los poderes regionales y municipales "y con actores no estatales de todo tipo, en un sistema complejo, en el que todavía no están claros los papeles de cada uno", señaló Moneta.
A su juicio, "es natural la movilización de esos actores, por debajo de los estados nacionales, y en la medida en que se combinan con los pocesos de integración empiezan a generar sus popios esquemas de relaciones".
Un ejemplo son las zonas de frontera, en varios países americanos, pero sobre todo en la Unión Europea, "en la cual las regiones tienen cada vez más poder económico y político".
En la otra esquina aguardan los efectos no deseados: la desregulación del sistema financiero, más la tecnología instantánea de fin de siglo, determinan "que los movimientos de capitales sean 30 o 40 veces los del comercio de bienes".
Otros casos indicados por Moneta son el alza de intereses en Estados Unidos, que eleva la deuda latinoamericana, o los bruscos movimientos de capitales, "que pueden poner en peligro hasta países industrializados y pueden ser un desastre" para naciones en desarrollo.
"Carecemos de mecanismos efectivos de gobernabilidad mundial que combinen comercio, finanzas y moneda", si se exceptúa el Grupo de los Siete países de mayor desarrollo industrial, recordó.
Los países iberoamericanos (América Latina, España y Portugal) podrían abogar por un esquema multilateral de alerta temprana "no asimétrico, no restringido al Grupo de los Siete, para proteger a las naciones de súbitas crisis", sostuvo Moneta.
Del mismo modo que la Organización de las Naciones Unidas cuenta con un Consejo de Seguridad política, podría establecerse un Consejo de Seguridad Económica, "que ayude como un sistema de alerta temprana y conjure las crisis".
Integrarían ese nuevo consejo, según el SELA, la Organización Mundial de Comercio, el binomio Banco Mundial-Fondo Monetario Internacional "y para garantizar la guía con una perspectiva de desarrollo, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo" (UNCTAD), señaló Moneta.
Las cumbres iberoamericanas -la chilena será la sexta desde 1991- pueden promover este debate, dijo Moneta, aprovechando que reúnen a una región en desarrollo y a dos de los 15 socios de la Unión Europea y que han inscrito la cooperación política en sus banderas. (FIN/IPS/hm/ff/if/96