Tras lograr una histórica victoria electoral, el presidente estadounidense Bill Clinton afronta ahora una difícil serie de desafíos tanto domésticos como internacionales.
Clinton es el primer mandatario demócrata en los últimos 50 años que conquista un segundo mandato en la Casa Blanca despues de Franklin Delano Roosevelt, pero el electorado le dió un triunfo condicional porque no obtuvo la mayoría en el Congreso.
Tal como ocurrió en 1992, cuando derrotó al republicano George Bush, Clinton encontró mucho más divertido hacer una campaña electoral -la última la condujo magistralmente- que gobernar.
Clinton debe resolver temas políticos pendientes, desde la bancarrota del programa de salud Medicare a la reducción del déficit federal de 100.000 millones de dólares a cero en el 2002.
El asuntos exteriores, el presidente afronta difíciles situaciones referidas a conflictos regionales, desde el Medio Oriente a las dos Coreas, las cuales congeló durante los seis meses de campaña electoral.
Tambien se verá obligado a adoptar decisiones peliagudas sobre comercio que podrían crear tensiones dentro del Partido Demócrata. La expansión de la zona del Tratado de Libre Comercio norteamericano (TLC) hacia el sur y la política comercial estadounidense con China son causa de discordia entre sus correligionarios.
Clinton tambien es el tercer demócrata en este siglo que se adjudicó un nuevo período presidencial de cuatro años. Los otros dos, Woodrow Wilson y Roosevelt, que ganó cuatro mandatos, fueron ayudados en su reeleccion por crisis nacionales, dos guerras mundiales y la Gran Depresión, que unió el país con su líder.
Si bien Clinton no gozó de esas ventajas, tuvo otras cosas que lo ayudaron: una economía con poco desempleo y baja inflación, un rival republicano particularmente débil y una conveniente contrafigura personificada por el impopular líder derechista de la Cámara de Representantes, Newt Gingrich.
Su capacidad para manejar la campaña y su notable flexibilidad política, empleada para apropiarse de temas caros a los republicanos como crimen, familia y reducción del déficit, tambien dieron impulso a su victoria. Esa flexibilidad hace que algunos analistas se pregunten como afrontará las cuestiones todavía pendientes.
En el plano doméstico, esto incluye el manejo de programas para la clase media fiscalmente en peligro, como el sistema de salud y la seguridad social que, como otros demócratas ha jurado reforzar.
El fondo fiduciario de Medicare estará en bancarrota en el 2001 a menos que se reduzcan los beneficios o aumenten los impuestos. Ninguna de las dos opciones, por el momento, es popular.
De la misma manera, las presiones resultantes del acuerdo de Clinton con los republicanos para la reducción del presupuesto hará mucho más difícil la ubicación de fondos federales y la obtención de dinero público suficiente para continuar los programas prometidos de formación laboral y educación.
Según Clinton, esos programas son esenciales para que la fuerza activa estadounidense pueda competir con éxito en el mercado global.
Como en su primer período, Clintón afrontará presiones en otros asuntos políticos como seguridad social, ambiente y seguro de salud.
En el exterior, el mandatario tiene que manejar numerosos problemas, muchos de los cuales puden degenerar en crisis en cualquier momento. Una de las cuestiones es el postergado proceso de paz en Medio Oriente y el enfrentamiento entre el derechista gobierno Likud de Israel y los palestinos de Yasser Arafat.
Analistas de la administración dijeron que si el primer ministro israelí Binyamin Netanyahu no actúa rápido para cumplir los compromisos de su predecesor, sobre todo el retiro de tropas de Hebron y un corredor que una la Margen Occidental con Gaza, la violencia puede estallar nuevamente.
En septiembre, los israelíes inauguraron un tunel cerca de lugares sagrados musulmanes en Jerusalén y desencadenaron sangrientos motines. Nuevas fricciones podían ensombrecer el proceso de paz de tres años y extender las tensiones a toda la región.
Ansioso de no aparecer como presionando a Netanyahu durante la campaña electoral, Clinton permaneció neutral durante la crisis de septiembre. Ahora que resultó victorioso, los consejeros de política exterior seguramente demandarán al presidente que adopte una línea dura con Israel para mantener encarrilado el proceso de paz.
Clinton tambien encara urgentes problemas en el Golfo Pérsico (Arábigo). Diferencias entre Washington y sus aliados europeos acerca de la política estadounidense de "contención dual" contra Iraq e Irán, causa preocupación por la estabilidad saudita.
Las crecientes demandas de las compañías petroleras, que pretenden acceder a los ricos yacimientos del Mar Caspio a través de Irán, podrían obligar a una significativa revisión de la política estadounidense hacia Teheran.
Clinton tambien debe apaciguar tensiones con su aliado surcoreano y establecer una política común hacia Corea del Norte, considerado el más peligroso e imprevisible de los llamados "estados pícaros".
El mandatario se verá obligado además a una definición política respecto a China, cuyas dimensiones y abierta actitud desafiante hacia Washington sobre derechos humanos, comercio y proliferación de armas perjudicaron la credibilidad estadounidense en la región durante sus primeros cuatro años de gobierno.
Respecto al comercio y las cuestiones financieras, los funcionarios estadounidenses están preocupados por una posible crisis en México debido a un peso sobrevaluado e inversores aprensivos.
Igualmente, la acción de los sindicatos y el ala laborista del Partido Demócrata hará más difícil para Clinton la realización de neuvas medidas de libre comercio, sobre todo la inclusión de Chile en el TLC, y en el logro un acuerdo sobre China para que ingrese a la Organización Mundial de Comercio (OMC).
Clinton, además, tendrá que ocuparse de cambios en el personal. El secretario de Estado, Warren Christopher, y aquel de Defensa, William Perry, así como otros miembros del gabinete, previsiblemente presentarán sus dimisiones en las próximas semanas.(FIN/IPS/tra-en/jl/yjc/ego/ip).
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