/DROGAS Y NARCOTRAFICO/ VENEZUELA: Violencia ensangrenta Caracas cada fin de semana

La violencia criminal causó la muerte, en un solo día, el 26 de octubre, de 21 habitantes de la capital de Venezuela, en su mayoría jóvenes de barriadas populares, a veces rematados a balazos en el suelo.

Entre las causas inmediatas del auge de la violencia las autoridades ubican el tráfico y consumo de drogas, que daría lugar a sangrientos ajustes de cuentas entre bandas de distribuidores. En ocasiones, transeúntes y niños pequeños mueren entrampados en las balaceras.

"Es como si Caracas estuviera bajo el fuego de una guerra sin cuartel, como si estuviéramos en Bosnia", dijo sin explicarse el súbito incremento de la violencia el forense Jack Castro, jefe de la morgue capitalina.

Las 21 víctimas del sábado llegan a 24 al sumarse las del viernes, y lo usual es que el "parte de guerra" completo de cada fin de semana eleve sobre 30 los caídos por la violencia en el área metropolitana, de cuatro millones de habitantes.

La noche del sábado, los novios Falibeth Gil de 21 años, estudiante de secundaria, y Alexander Rivas, de 24, mensajero, fueron baleados por dos individuos a bordo de una motocicleta. Ella recibió dos tiros, el joven cuatro.

Cayeron cuando salían de la casa de ella para ir a una fiesta con unos amigos, en una empinada calle de El Observatorio, barrio que cubre las faldas de la colina del oeste donde la Armada mantiene el observatorio Cagigal.

Carlos Torres, de 24 años, cayó abatido de un disparo en la cabeza en Lídice, barrio del noroeste cuyo nombre honra una ciudad checa víctima del nazismo. Murió enfrente de una casa donde se efectuaba una fiesta.

Vecinos y familiares acusan a "tres menores de edad conocidos como Samil, Mao y Ramón. En un mes han matado como a 10 personas. Se drogan y atacan a quien sea. Andan con un arsenal y la policía sabe dónde viven".

Eduardo Madera, de 19, murió en el barrio Agricultura, al este de la ciudad, cuando sorpresivamente un individuo identificado por los vecinos en plena tarde a punta de pistola lo obligó a bajarse del vehículo rústico que hace transporte colectivo.

Allí mismo le dio varios tiros y también baleó al padre del joven. Otros familiares sostienen que el agresor "tiene un cuñado que es inspector de la policía judicial. Cuando cae preso, su pariente lo libera al día siguiente".

En la madrugada, Mileidy Rojas, de 18 años, charlaba con una amiga en una calle del barrio del suroeste donde viven, Mamera, cuando cuatro individuos, de los cuales tres encapuchados, aparecieron de súbito disparando.

Ambas corrieron, pero Mileidy cayó con un tiro en la espalda. En el piso, los atacantes la remataron con otros cuatro disparos. "No sabemos quiénes pudieron haber sido", dicen sus familiares, "pero son unos salvajes".

Ramón Márquez, de 17, discutió en La Vega (suroeste) con individuos que querían quitarle sus zapatos deportivos y fue muerto a balazos. Por igual motivo corrieron con la misma suerte Daniel Malavé, de 20 años, y Jesús Sánchez, de 16, en barrios del oeste capitalino.

La lista sigue. Respecto del fin de semana previo y del anterior apenas cambian nombres, pues causas y edades suelen ser iguales: Juan Terán, de 15 años, muerto de un tiro en el pecho en un barrio del sur, o Darwin Soto (17) en el centro-norte, o César Perdomo (22), de cuatro tiros.

El reporte de Castro incluyó a un soldado de 18 años que murió cuando visitaba parientes en una barriada del suoreste y a Luis Torres, recluso de la cárcel de Yare, al este, quien pereció por cuatro balazos en el rostro.

En las cárceles venezolanas es moneda corriente el tráfico de drogas, armas, celdas de mayor o menor peligrosidad, traslado a tribunales, alimentos, visitas y castigos. Son 33 centros infernales donde en promedio muere un preso cada día, pese a que Venezuela abolió la pena de muerte en 1863.

La semana pasada, custodias militares de una cárcel en Caracas castigaron a 56 presos encerrándolos en una celda de cuatro por cuatro metros, les arrojaron granadas lacrimógenas y en la confusión se desató un incendio que calcinó a 25 detenidos.

Fuera de las cárceles, los caraqueños también viven tras rejas, con las que cubren puertas, ventanas y accesos a sus viviendas, y con frecuencia a sus calles y urbanizaciones. Durante las noches, la gente prefiere no salir de sus casas.

Otra de las causas inmediatas es la insuficiencia de la policía, su poca dotación y escasa mística, asociada a bajas remuneraciones. La Metropolitana, principal policía de Caracas, tiene 8.000 efectivos y necesita al menos 15.000.

En los últimos dos años, invocando su desconfianza sobre la policía y la justicia, pobladas de habitantes de barrios pobres han linchado a una veintena de presuntos delincuentes.

Una tercera causa de lao la de violencia es el tamaño del hampa, absolutamente desconocido, aunque en 1994 el gobierno aseveró que "el ejército del mal" era de unos 5.000 a 10.000 individuos.

En algunas barriadas, gente empleada complementa sus "ingresos" como ocasionales asaltantes.

El hampa, además, exhibe una agresividad creciente, desproporcionada respecto del propósito del delito: una bala por un par de zapatos, un puñado de dólares.

Otra incógnita es el parque en poder de los asaltantes. Las armas blancas prácticamente han desaparecido. Estimados extraoficiales señalan que en Venezuela habría un millón de armas de fuego ilegales en manos de algunos de sus 22 millones de habitantes. (FIN/IPS/hm/dg/pr/96

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