El regreso a Ruanda de miembros del antiguo régimen, fuerzas armadas y milicias hutu, deja tanto a los repatriados hutu como los sobrevivientes tutsi del genocidio de 1994 el temor de lo que puede depararles el futuro.
Muchos repatriados temen represalias por las masacres de 1994, en las cuales los extremistas hutus, especialmente las milicias Interahamwe, mataron a cerca de un millón de tutsis y hutus moderados. Otros temen la repetición de matanzas masivas.
Miles de hutus, más de 400.000 según algunos cálculos, que huyeron a Ruanda cuando el Frente Patriótico Ruandés (RPF) liderado por tutsis derrocó a un gobierno extremista provisorio en julio de 1994, vuelven al país desde el 15 de este mes.
Los hutus escaparon a la zona oriental de Zaire después del ataque de rebeldes zaireños el 14 de noviembre, que obligó a las ex fuerzas armadas de Ruanda y los interahamwe a retroceder hasta Mugunga, el principal campo de refugiados bajo su control.
Algunos, que intentaron obligar a los refugiados a permanecer en Zaire, escaparon a la selva, pero otros regresaron a Ruanda, junto con ex funcionarios.
Una de los repatriadas más notables es Gaudence Nyirasafari, amiga personal del extinto presidente Juvenal Habyarimana y prominente miembro de su Akazu (choza pequeña) o gabinete.
Nyirasafari, que tambien fue titular de la Oficina Nacional de Población (ONAPO), un organismo estatal, conversó con IPS en el mercado de Gisenyi, de paso para su aldea situada al sur de la ciudad.
"He vuelto, la justicia decidirá sobre mi suerte", dijo, afirmando que no podía soportar más el exilio.
Un militar hutu fue más explícito sobre sus aprensiones y dijo a IPS que "estoy retornando a Ruanda, pero temo que seré procesado".
La caída del campo de refugiados de Mugunga, aparentemente, fue un duro golpe para las fuerzas hutu, porque hay amplia evidencia de su uso como base de entrenamiento militar de tropas que planeaban invadir Ruanda.
Documentos secretos detallando los sabotajes y matanzas perpetradas en Ruanda, el continuado reclutamiento de hombres jóvenes y el suministro de armas desde Europa, fueron encontrados en tres autobuses en el camino a Mugunga a la ciudad de Goma, que se encuentra cruzando la frontera desde Gisenyi.
Gran Bretaña, Bulgaria, Francia, Italia, Kenia, Seychelles, Sudáfrica, España y Zaire se encuentran entre los 17 países implicados en la violación de la prohibición de la ONU al rearme de las fuerzas hutu.
Uniformes sucios y botas para la selva apilados a lo largo del camino sugieren que las tropas hutus se despojaron de sus indumentaria militar para confundirse con civiles.
Para los civiles hutus, la caída del campo de refugiados de Mugunga puso fin al reinado de terror impuesto por fuerzas del antiguo régimen.
Jean Nepo Havugimana, de 20 años, de la comuna Byumba, en Tumba, al norte de Kigali, se encuentra entre los repatriados que confirmaron la existencia de intensa actividad militar en Mugunga.
"Todos los hombres jóvenes, y también mujeres, debieron entrenarse en artes marciales, operaciones de minado y tácticas de guerra convencional", dijo a IPS. El general Bizimungu, jefe de las fuerzas hutus exiliadas, "vino a menudo a Mugunga para arengar a los reclutas".
Los soldados y los milicianos obligaron a todos en el campo a contribuir a la guerra para "liberar" Ruanda. Cada familia debía pagar un impuesto de guerra de 10 dólares mensuales. La gente pagó por temor a ser acusada de traición a la causa hutu y ser asesinada.
Havigimana dijo que incluso las mujeres ancianas se afanaron para reunir el dinero, que fue recaudado por Manifestación Ruandesa por la Democracia y el Retorno de los Refugiados (RDR), una organización política hutu que actuó en los campos.
"Ese no era un ejército", afirmó Laurent Nsengiyumva, de 41 años, de Ruhengeri, en el norte de Ruanda. "Todo su poder radicaba en aterrorizar a refugiados inocentes y asegurarles que el regreso a la patria era inminente".
Nsengiyumva dijo que fue un negociante antes de escapar del país en 1994, pero los soldados exiliados le espojaron de todos los bienes que llevó a Zaire y lo dejaron en la miseria, obligándolo a buscar trabajo. Finalmente lo encontró en el Programa Mundial de Alimentos en Goma.
Según el ministro ruandés de Exteriores, Anastase Gasana, se debería agradecer a los rebeldes zaireños, porque sus desmanes fueron la causa de la liberación de los refugiados del dominio de los genocidas de 1994.
No obstante, muchos ruandeses comunes, especialmente tutsis, temen que la carnicería que desmembró su país hace dos años pueda recomenzar, porque los asesinos tratarán de eliminar a testigos potenciales en su contra, como ocurrió en los últimos dos años. (FIN/IPS/tra- en/jbk/jm/kb/ego/hd)