BELARUS: Acusado de fraude, Lukashenko aplasta a la oposición

La oposición de Belarús parece haber fracasado en su intento de salvar al Parlamento de la aplanadora política lanzada por el presidente Alexander Lukashenko, quien intenta asumir casi plenos poderes después de su "éxito" en el discutido referendo realizado el último domingo.

La mayoría "obtenida" por Lukashenko en un plebiscito para aprobar una nueva Constitución -70,5 por ciento de los votantes, con una participación de 84 por ciento- dio un claro respaldo al Presidente y le facultó a disolver el Parlamento.

Unos 110 parlamentarios de un total de 199, leales a Lukashenko, instalaron este martes en Minsk un parlamento paralelo, en directa oposición a la Cámara constitucional.

En cambio, los diputados de la oposición no lograron formar quorum cuando convocaron una sesión de emergencia del Parlamento original, en esta misma jornada, con una asistencia menor a 70 miembros.

El nuevo "parlamento" realizó una reunión a puertas cerradas presidida por el vicepresidente de la Cámara, Yuri Malumov, y dio su apoyo a la toma del poder por Lukashenko.

Al mismo tiempo, el bloque parlamentario opositor, Acuerdo Nacional, reemprendió su combate para acusar al Presidente de violar la Constitución antes del plebiscito del domingo.

"Nadie en este país ha leído la Constitución", dijo a IPS Irina Jalip, editora del diario Nezavisimaya Gazeta, de Minsk. La carta fundamental no fue el verdadero tema del plebiscito, ya que Lukashenko lo convirtió en un voto de confianza a su mandato".

"La calma que impera en las calles de Minsk es engañosa", advirtió Yevgeni Pajomov, analista de la revista Itogi de Moscú. "Ninguno de los dos bandos va a ceder. Mientras que Lukashenko tiene la policía y los tanques, el Parlamento sigue teniendo detrás al vociferante Acuerdo Nacional".

"Los aún poderosos comunistas están también del lado de la oposición. Existe el temor de que la situación evolucione del mismo modo que en Rusia en 1993, cuando el presidente Boris Yeltsin mandó a los tanques contra el Parlamento".

Los diplomáticos occidentales se colocaron sin excepción en línea con la acusación del Acuerdo Nacional, que afirma que el plebiscito fue amañado mediante el fraude. Esa opinión corrió libremente incluso antes de que fuera depositado el primer voto.

Lukashenko destituyó antes de la votación al presidente de la Comisión Electoral Central, Viktor Gonchar, desafiando con ese acto la voluntad del Parlamento. El destituido informó que había sido despedido por rechazar un soborno, y después una orden, para preparar por adelantado el resultado de la votación.

"Las oficinas presidenciales me ofrecieron 500.000 dólares para supervisar 'correctamente' el procedimiento electoral, pero por negarme fuí destituido. También sabemos que el gobierno hizo imprimir miles de hojas de votación no registradas".

"No firmaría ningún resultado, ya que cualquiera que fuera, sería falso", declaró Gonchar.

El gobierno hizo uso exclusivo del control total que tiene sobre la radio y la televisión, prohibiendo el acceso a la oposición durante el tiempo previo a la votación.

Los periódicos de la oposición no pudieron imprimirse en las imprentas estatales y debieron ser llevados a imprentas sitas en el vecino Lituania, para luego ser recogidos en la frontera.

Una vez que Gonchar fue sacado del medio, Lukashenko aisló las oficinas de la Comisión Electoral Central con unidades especiales de la policía durante todo el proceso, impidiendo el acceso a figuras de la oposición e incluso a miembros del Parlamento.

Tanto la Organización de Seguridad y Cooperación en Europa como el Departamento de Estado de Estados Unidos censuraron el plebiscito, al que consideran privado de toda legitimidad.

Según los expertos, el verdadero problema de Belarus es la distribución del poder, mientras los dos bandos afirman luchar por la democracia.

Gonchar acusó a Lukashenko de una "enfermiza lujuria del poder", lo que se ha convertido en "la principal fuente de tensión en la sociedad".

Moscú intervino brevemente en el conflicto de poderes la semana pasada, consiguiendo un pacto de corta vida entre Lukashenko y el Acuerdo Nacional, pero el arreglo no duró más que un día.

Los acontecimientos de Belarús suponen un problema delicado para el Kremlin. Muchos de los dirigentes opositores son también críticos nacionalistas de las ideas de Lukashenko en favor de una nueva vinculación de la República con la Federación Rusa.

Belarús puede actuar como amortiguador, para Rusia, de la expansión hacia el Este de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Pero el Kremlin no puede apoyar abiertamente a Lukashenko para no teñir la imagen rusa con el desprestigio democrático de su gobierno. (FIN/IPS/tra-en/ss/nn/rj/arl/ip/96

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