El pueblo de Kgotsong, otrora solo para negros, está en el medio de la nada. Los hombres deben viajar 50 kilómetros para trabajar. La mayoría de sus 72.000 habitantes viven en chozas escuálidas. No hay electricidad, y el agua llegó apenas el año pasado.
Pero Kgotsong no es un caso único. Estos poblados son una norma, más que una excepción, en la Sudáfrica negra, debido al legado del "apartheid" (régimen de segregación racial institucionalizada).
Durante el apartheid, las autoridades de Sudáfrica dispusieron que negros y blancos residieran tan lejos unos de otros como fuera posible. A los blancos se les reservó los barrios con mejores servicios e infraestructura.
"Los asentamientos de negros parecen estar en el medio de ningún lugar porque en el pasado, cuando se construía una ciudad, los negros no podían vivir allí", dijo Metsi Makhetha, asesor del Departamento de Vivienda del gobierno.
"Estos poblados debían establecerse en lugares alejados, pero lo suficientemente cerca, apenas, para garantizar mano de obra donde fuera necesaria", agregó Makhetha.
Y si se registraban "errores" en el sistema, se disponían correcciones y se desplazaba a las personas al lugar "adecuado", como fue el caso del antiguo vecindario negro de Sophiatown.
Ubicado en la periferia occidental de Johannesburgo, Sophiatown se encontró rodeada de barrios de blancos a medida que la ciudad crecía, y se convirtió así en un estorbo para el apartheid.
Por eso, en 1954, las aplanadoras destrozaron el lugar y sus habitantes fueron trasladados compulsivamente a una zona sin servicios y distante del centro, a la que se bautizó con el acrónimo Soweto (por "South Western Townships", poblados del sudoeste).
Los habitantes de Kgotsong, por ejemplo, fueron obligados a abandonar sus poblados tres veces desde 1940 para satisfacer las pretensiones de los granjeros blancos que procuraban más tierras.
"Los negros podrían ser necesarios como trabajadores. Debía imbuírseles de un sentimiento de transitoriedad y establecerse una distancia física y social" con los blancos, explicó el periodista Allister Sparks, en su libro "La mentalidad de Sudáfrica".
"No era suficiente segregar los barrios. Una ley de 1954 dispuso una franja de unos 500 metros entre un barrio de negros y otro de blancos, una franja de 500 metros entre la civilización y la barbarie, entre los descendientes de Van Riebeck y los africanos", agregó.
Este es uno de los legados del apartheid que quizás nunca acabe. El gobierno mejora las viviendas en los asentamientos ya establecidos, mientras las tierras fértiles aún pertenecen a los ricos granjeros blancos. El gobierno apenas posee 26 por ciento del territorio del país.
El apartheid reservaba 13 por ciento de las tierras a los negros, que constituyen tres cuartas partes de los 41 millones de habitantes del país. Un programa de reforma agraria para revertir esta situación está todavía en su fase inicial.
De acuerdo con el comunitario Foro Nacional de Vivienda, se debe cambiar el enfoque actual del gobierno, basado en la mejora de las unidades existentes, a uno que disponga un proceso integrado de renovación urbana.
"Aquí no hay actividad económica. La mina Orkney, que es la más cercana, está a 50 kilómetros", dijo Flacky Masumpa, consejero en Kgotsong, 200 kilómetros al sur de Johannesburgo.
Masumpa sostuvo que su consejo trabaja intensamente para suministrar servicios a la comunidad. En ese sentido, ya llegó el agua potable a las casas construidas a través del esfuerzo comunitario.
La prioridad actual del gobierno no es reubicar los asentamientos de negros dispuestos por el apartheid, sino suministrar vivienda a los millones que no lo tienen. El déficit habitacional nacional es de unos tres millones de unidades.
El Ministerio de Vivienda declaró en 1994 que su intención es establecer comunidades viables, social y económicamente integradas, en áreas que permitan fácil acceso al trabajo y a servicios de salud, educación y recreación.
"La electricidad y el alcantarillado en Kgotsong deberán estar disponibles el año próximo. La mayoría del pueblo vive en chozas", dijo Masumpa. La necesidad más apremiante es a una vivienda básica decente.
La falta de escuelas y colegios también es grave.
Miles de jóvenes desempleados deambulan por el poblado. Uno de ellos, Joseph, de unos 20 años, dijo que no hace nada excepto jugar ocasionalmente al de fútbol con sus amigos.
"Paso el día en la calle. Nunca trabajé en mi vida y, a menos que vaya a Johannesburgo, no tengo oportunidades", agregó Joseph, quien, a pesar de que cuenta con poca educación, cree que las oportunidades en la capital comercial de Sudáfrica no tienen límites. (FIN/IPS/tra-en/gm/kb/mj/dv pr/96