La caída del último reducto de los separatistas Tigres de Tamil representa un punto de inflexión en la guerra civil que se libra desde hace 13 años en Sri Lanka, según coinciden los observadores políticos.
Pero el conflicto, que ha causado la muerte de 50.000 personas, no se resolverá a menos que la presidenta Chandrika Kumaratuna logre el respaldo de la oposición a su audaz plan de paz, puntualizaron los comentaristas.
Los Tigres por la Liberación de Tamil-Eelam (LTTE) mantuvieron durante 10 años un gobierno paralelo en las áreas que controlaban en el norte y del este, asiento de la minoritaria etnia tamil, y ahora, al perder la localidad de Kilinochchi, se vieron obligados a retirarse a la selva.
Con apoyo de artillería, tanques y helicópteros de combate, el ejército gubernamental capturó el domingo Kilinochchi, situada 285 kilómetros al norte de Colombo.
Su derrota redujo a los Tigres a la guerra de guerrillas y los privó de bases de apoyo civil. Los separatistas ya habían sido desalojados en abril de su capital, Jaffna, donde contaban con un miniestado con sus propios bancos, una fuerza de policía y centros de entrenamiento de reclutas.
Los rebeldes "perdieron en seis meses sus principales bastiones. La caída de sus bases de operaciones empañará su legitimidad ante quienes los apoyaban en el país y en el extranjero", advirtió en Colombo un diplomático asiático.
Los Tigres "se ven reducidos a lo que eran a principios de la década del 80, cuando comenzaron su lucha como una organización guerrillera virtualmente desconocida", dijo el diplomático.
La captura de Kilinochchi fortaleció la moral del ejército de Sri Lanka, afectada en julio por la pérdida del destacamento de Mullaitivu, en el noreste.
"Kilinochchi ha sido otra victoria en la larga lucha del gobierno por destruir el poder militar del LTTE, un objetivo que no hace mucho tiempo parecía inalcanzable", destacó un jefe militar.
Pero todavía no se vislumbra el fin de la guerra. Los Tigres han demostrado una y otra vez capacidad de réplica ante los golpes recibidos.
En julio vengaron la derrota de Jaffna con el ataque Mullaitivu, donde el ejército sufrió 1.400 bajas, entre muertos y prisioneros.
Así mismo, en enero afectaron seriamente la actividad económica de Colombo con un atentado suicida en el centro de la ciudad que causó la muerte de más de 100 personas.
Esos hechos evidencian la fortaleza de los rebeldes y la necesidad de un acuerdo negociado para poner fin al conflicto, en opinión de varios analistas.
El futuro depende entonces, en gran medida, de las posibilidades de reanudación del proceso de paz que Kumaratuna intentó poner en marcha el último año al anunciar un plan de reestructuración del país que concede una amplia autonomía a las provincias.
El proyecto, destinado a convertir a Sri Lanka en una unión de regiones autónomas, fue rechazado por la oposición, y dirigentes de la mayoritaria etnia cingalesa arguyeron que dividiría la nación.
El plan de la presidenta es discutido actualmente por una comisión parlamentaria. El gobierno, que sólo cuenta con una mayoría de un escaño en la Cámara de Diputados, no puede lograr por sí solo los dos tercios de votos exigidos para la reforma de la Constitución.
Liam Fox, subsecretario de Estado de la cancillería y del departamento de la Commonwealth (Comunidad Británica de Naciones) de Gran Bretaña, informó en Colombo que su gobierno está dispuesto a colaborar en la búsqueda de una solución política a la guerra, aunque sólo con el aval de las dos partes.
"Creo que, de momento, el LTTE no desea negociar ningún acuerdo político", dijo Fox. En cambio, el gobierno no ha cerrado totalmente las puertas a la negociación, indicó.
"Según mi interpretación, el gobierno comprende que el conflicto no puede ser resuelto únicamente por medios militares y que finalmente, será necesario negociar la superación de los problemas que enfrenta Sri Lanka", agregó.
Mientras, las autoridades intentan restar respaldo externo a los rebeldes. El ministro de Relaciones Exteriores, Lakshman Kadirgamar, solicitó la semana última a la comunidad internacional el cierre de toda fuente de ayuda a los Tigres.
"Esa organización extremista no representa de ningún modo a la población por la que dice combatir", aseguró Kadirgamar ante la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas.
Agregó que los Tigres reciben dinero y armas de otros países y de "equivocados miembros de la comunidad tamil residentes en naciones ricas".
"Ningún estado debe permitir el uso de su territorio para fomentar o apoyar la actividad terrorista en otro", finalizó el ministro. (FIN/IPS/tra-en/is/mu/ff/ip/96