La inseguridad pública y las divisiones internas de los partidos políticos tendrán influencia determinante en la campaña para las elecciones parlamentarias y municipales de marzo en El Salvador, advirtió un analista.
Rafael Guido Béjar, jefe del departamento de Sociología de la Universidad Centroamericana (UCA), señaló a IPS que el narcotráfico, el crimen organizado y la delincuencia común serán actores en la contienda electoral, la segunda del periodo de posguerra comenzado en 1992.
El Salvador, donde se registra en promedio un asesinato por hora, está considerado uno de los países más peligrosos de América Latina.
Béjar destacó igualmente el alto grado de división interna que presentan los partidos políticos, especialmente los tres mayores: la gobernante Alianza Republicana Nacionalista (Arena), el ex insurgente Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y el Partido Demócrata Cristiano (PDC).
También se observa "la proliferación de pequeños partidos de centroizquierda y centroderecha, que se han desprendido de los agrupamientos mayores y aún no dan visos de posibles alianzas, por lo que muchos de ellos pueden desaparecer del registro electoral", agregó.
Carlos Rivas, vocero del Tribunal Supremo Electoral, informó que 12 partidos competirán en marzo por los 84 escaños de la Asamblea Nacional y 266 cargos electivos municipales. La inscripción de listas se realizará en noviembre.
Arena tiene actualmente 39 representantes en el Poder Legislativo, ante 21 del FMLN y 18 del PDC. Esos tres partidos se reparten también el control de los municipios.
Los partidos que no logren uno por ciento del total de votos serán excluídos del registro de organizaciones políticas, como fue el caso en marzo de 1994 del socialdemócrata Movimiento Nacional Revolucionario y del Movimiento Auténtico Cristiano.
"En consecuencia, queda cuestionada la pluralidad del sistema político salvadoreño", opinó Jorge Villacorta, el único diputado con que cuenta la centroizquierdista Convergencia Democrática.
Existe el riesgo "de que en el futuro se establezca un bipartidismo polarizante, en manos de Arena y el FMLN, las fuerzas que se enfrentaron militarmente en la pasada contienda", dijo Villacorta.
El diputado puntualizó que, en cualquier caso, no cuestiona el sistema de partidos políticos. El principal problema consistiría en el sectarismo que Villacorta atribuye a los dirigentes y que sería consecuencia de los 12 años de lucha armada.
"Tenemos una visión de clan o de familias mafiosas y la disidencia se interpreta como traición", dijo Villacorta, quien también lamentó la falta de aportes teóricos a la transición democrática.
Mientras, Béjar observó que la inseguridad ciudadana, que se manifesta en el alto número de asesinatos, robos a mano armada, secuestros y violaciones seguidas de homicidio, puede provocar el aumento de la abstención electoral.
De acuerdo con las últimas encuestas, 58 por ciento de los ciudadanos habilitados no están dispuestos a concurrir a las urnas o aún no lo han decidido. La abstención fue de 55 por ciento en las elecciones de 1994, consideradas las más importantes de este siglo en El Salvador.
El pacto que en 1992 puso fin a la guerra civil impulsa también "transformaciones institucionales intencionalmente orientadas no a la búsqueda de la gobernabilidad a secas, sino a la sustitución de un modelo de gobernabilidad por otro", destacó el sociólogo Carlos Guillermo Ramos.
Según Ramos, la pacificación abrió un proceso institucional tendente a lograr aceptables niveles de gobernabilidad no autoritaria y potencialmente democrática.
Pero la mayoría de los analistas se preguntan cuánto avanzará el proceso democrático en el clima de incertidumbre creado por el auge de la delincuencia y la escasa iniciativa demostrada por el gobierno y los partidos para garantizar la seguridad pública. (FIN/IPS/jd/ff/ip/96