Lugar y fecha: Puerto Vallarta, México, 27 de mayo de 1994. La Comisión Ballenera Internacional (IWC) rechazó hoy la concesión de una cuota para la caza de ballenas con fines de subsistencia por parte de pescadores japoneses…".
Lugar y fecha: Taiji, Japón, 11 de octubre de 1996. "Pescadores japoneses en 14 embarcaciones, mediante el empleo de métodos tradicionales, capturaron 100 ballenas de pequeño tamaño en la prefectura de Wakayama. Los diarios locales describieron la 'caza' como un gran éxito, el primero de la temporada".
"Las pequeñas ballenas minke, conocidas aquí como 'kobirebondo- kujira", fueron capturadas 20 kilómetros costa afuera, cerca de la conocida ciudad portuaria de Taiji. La carne, como la llaman los pescadores de Wayakaya, será vendida a 20 dólares el kilo".
La noticia que la caza de ballenas con propósitos comerciales está prohibida por acuerdos internacionales, o no ha llegado a esta prefectura meridional japonesa o de lo contrario, a los pescadores no les importa nada.
Los ambientalistas, preocupados por la amenaza a la existencia de esa ballena, afirman que las dos posibilidades son ciertas, y la actitud del gobierno nipón, que se opuso enérgicamente a la prohibición, tampoco ayuda a resolver el problema.
"La sociedad japonesa no está familiarizada con 'el problema científico de las ballenas' y la tiene sin cuidado que la caza de ballenas en Japón ha sido blanco por parte de muchos de críticas internacionales", opinó Toshimi Karashima, un ambientalistas del Club de Ballenas Infantiles en Osaka.
También, las tradiciones tardan en morir.
"Mientras la prensa extranjera, en sus tiras cómicas, derraman cinismo sobre los japoneses porque comen carne de ballena, los diarios presionan para restaurar el almuerzo en las escuelas con suministros de carne de ballena minke del Antártico", observó la activista ambiental Shigeko Misaki.
"La carne de ballena fue una fuente común de proteínas animales, porque es poco costosa y familiar a la gente en Japón", señaló, agregando que "muchas personas se salvaron de la inanición despues de la guerra (del Pacífico 1941-1945) gracias a la carne de ballena".
Por esa razón, comentó, los japoneses en la actualidad "identifican la carne de ballena solo como alimento, y no lo consideran un tema ecológico".
Según una encuesta Gallup llevada a cabo el año pasado, solo el 24 por ciento de los japoneses cree que las ballenas deben ser protegidas y su caza prohibida.
Ese tambien es el punto de vista oficial. En la reunión de la IWC en México, la proposicion de una reserva en los océanos meridionales por parte de Francia fue aprobada por 23 votos contra uno, y Japón quedó solo como opositor de una zona protegida para las ballenas en la Antártida.
Japón se las arregló para lograr el apoyo de otra gran nación ballenera, Noruega, y algunas pequeñas islas del Caribe también contrarias a la reserva, pero éstas al final se mantuvieron a distancia y se abstuvieron de votar.
Cassandra Phillips, del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), describió entonces la votación como un "gran triunfo" para el movimiento ambientalista, en su intento de proteger las especies de ballenas amenazadas.
No obstante, admitió que "debemos esperar y ver cómo reaccionará Japón a estos desafíos, y si respetará o no acatará la resolución".
Tokio dijo entonces, como lo hace ahora, que las especies de minke, una ballena relativamente pequeña que es la única que todavía sobrevive en gran número, deberían ser exceptuadas de la veda.
Un vocero de la división de pesca del Ministerio de Exteriores declaró esta semana que "continúan los esfuerzos para convencer a otros países que permitan la reanudación de la caza comercial de ballenas con la esperanza que, eventualmente, cambien de idea".
Mientras tanto, los pescadores japoneses están celebrando sus capturas. "La ciudad (Taiji) tiene una cuota total de capturas de 2.380 ejemplares por temporada", señaló un orgulloso funcionario de la Asociación Ballenera Japonesa, despues de la cacería.
"La pesca costera de ballenas pequeñas está fuera del control de la Comisión Ballenera Internacional", afirmó.
La noticia de las capturas fue saludada por el dueño de un restaurant en un activo distrito de Tokio, uno de los tantos que sirve carne de ballena.
"Lo que dicen algunas organizaciones ambientalistas no es verdad", dijo el propietario del restaurant establecido en 1955. "Si la cantidad de ballenas estuviera realmente disminuyendo yo hubiera tenido que liquidar el negocio hace tiempo".
La Convencion Internacional para Regular la Caza de Ballenas, que administra la IWC, permite una limitada cantidad de capturas con propósitos científicos. Según el acuerdo, Japón puede cazar anualmente un máximo de 50 ejemplares.
Tokio, no obstante, argumenta que para "propósitos científicos", esa cantidad es insuficiente. El Ministerio de Pesca afirmó que necesita capturar al menos 300 ballenas por año para lograr información y producir estadísticas más exactas sobre esos mamíferos. Y así lo hace.
El acuerdo de la IWC no prohibe a Japón o ninguna otra nación de vender la carne de ballena a restaurantes, una vez realizado el estudio.
Sin embargo, un representante de Greenpeace en Tokio dijo que, en el caso de Japón, "la caza científica de ballenas" es una simple excusa para "masacrar minkes que terminan en la mesa de los restaurantes".
"Japón, como nación ballenera, afronta ahora duras tareas y decisiones", pronosticó el vocero de Greenpeace. (FIN/IPS/tra- en/mk/cpg/ego/en).
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