Ante la abrumadora ventaja electoral que lleva el presidente Bill Clinton a menos de dos semanas de las elecciones de Estados Unidos, la gran pregunta es si los republicanos lograrán retener el control del Congreso.
La respuesta a esa interrogante podría importar mucho más que la victoria de Clinton, en parte porque, en comparación con la carrera presidencial, las diferencias ideológicas entre los congresistas demócratas y republicanos son mucho más marcadas.
Los demócratas tendrán que ganar el próximo 5 de noviembre 19 escaños más de los que tienen actualmente para recobrar el control de la Cámara de Representantes de 435 miembros -perdido en 1994-, y tres nuevos asientos en el Senado, de 34 miembros.
Si los demócratas recuperaran el control de cualesquiera de ambos cuerpos, la agenda legislativa -sobre todos los asuntos, desde política exterior hasta bienestar social- podría cambiar radicalmente de la noche a la mañana.
Esto se debe a que los congresistas demócratas dominantes en las influyentes comisiones legislativas están tan inclinados hacia la izquierda del espectro político como sus homólogos republicanos lo están hacia la derecha.
Tan marcadas son las diferencias que algunos analistas creen que Clinton, un acérrimo centrista, preferiría un Congreso controlado por los republicanos y no por los demócratas, cuyos líderes lo inclinarían hacia la izquierda y dejarían en evidencia las fallas ideológicas del partido, especialmente en materia de comercio y seguridad social.
"El Congreso republicano parece sentarle bien", comentó esta semana Robert Kuttner, un columnista de The Washington Post. "De esta forma, el presidente puede cooptar su programa y controlar sus excesos. Un Congreso demócrata, en cambio, crearía un centro de poder rival dentro de su propio partido", agregó.
Clinton también perdería un objetivo fácil contra el cual movilizar a la opinión pública, es decir Newt Gingrich, el actual presidente de la Cámara de Representantes.
Comentando sobre la caída de la popularidad del líder republicano tras la victoria legislativa de su partido en 1994, el experto en ciencia política James Thurber destacó que "Gingrich ayudó muchísimo a Clinton".
Si los demócratas lograran la victoria en la cámara baja, el líder minoritario Richard Gephard reemplazaría a Gingrich. Gephard, un neodemócrata que representa a la ciudad industrial de Saint Louis, criticó reiteradamente ciertas corporaciones multinacionales y recientes acuerdos de libre comercio.
En general se considera que Gephard está posicionándose como la alternativa izquierdista al actual vicepresidente Al Gore para las próximas elecciones presidenciales, en el año 2000.
En caso de que los republicanos conservaran la mayoría, el nuevo presidente de la Cámara de Representantes sería David Bonior, de Michigan, quien encabezó la campaña contra el Tratado de Libre Comercio de América del Norte e ideó la ley sobre seguridad social promulgada el mes pasado.
Del lado del Senado, las diferencias no son tan radicales. Entre los senadores republicanos hay varios "moderados" que votaron junto a los demócratas varios proyectos sobre ambiente, política exterior, derechos civiles e inmigración.
La mayoría de los analistas consideran que los demócratas producirían un impacto mucho mayor ganando el control de la Cámara de Representantes que el del Senado.
Si Clinton gana por un gran margen en estados clave como Washington, California y algunos estados del sur, ello "tendría un efecto drástico sobre algunos republicanos de la cámara baja", dijo el profesor William Connelly a la publicación Congressional Quarterly.
Varias organizaciones importantes, principalmente sindicales y ambientalistas, apoyan a los demócratas en su campaña.
En una acción sin precedentes, los nuevos líderes de la Federación Estadounidense de Trabajo – Congreso de Organizaciones Industriales (AFL-CIO) donaron 35 millones de dólares para derrotar a los republicanos en 70 distritos clave.
El dinero fue utilizado principalmente en anuncios de radio y televisión, que evidentemente lograron su propósito de colocar a los republicanos a la defensiva.
La decisión de la AFL-CIO provocó una condena muy publicitada de asociaciones de empresarios, que sin embargo, sólo recaudaron hasta el momento unos cuatro millones de dólares para ayudar a los asediados republicanos. (FIN/IPS/tra-en/jl/ml/ip/96