ESPAÑA: Amor y política en debate público

Dos historias de amor, una presente y la otra olvidada, tienen en España como protagonistas a hombres fuertes, de distinto signo político y diestros en el manejo del poder desde la sombra.

Francisco Alvarez Cascos y Alfonso Guerra son esos dos hombres públicos.

Al primero, vicepresidente del gobierno, se lo considera responsable del manejo de la estructura del poder y goza de total confianza del presidente José María Aznar.

Guerra ocupó el mismo cargo que Alvarez y fue el dirigente más temido en los primeros diez años del gobierno socialista (1982- 96), hasta que un escándalo que envolvió a su hermano Juan lo obligó a renunciar.

Ambos, además de su capacidad para manejar el poder desde la sombra, tienen en común el rechazo que concitan en la Iglesia Católica porque, separados de sus respectivas esposas, volvieron a casarse.

Curiosamente, las críticas de la Iglesia al socialista Guerra fueron realizadas en voz baja y sin pronunciamientos públicos de parte de sus más altos dignatarios. Contra el conservador Alvarez Cascos, por el contrario, los epítetos no faltaron.

El arzobispo de Toledo y cardenal primado de España, Francisco Alvarez, acusó al actual vicepresidente de "adulterio permanente y público" y señaló que el gobierno, al consentir su boda, "solapa compromisos electorales en apoyo de la familia".

Aznar y su cónyuge, Ana Botella, fueron testigos de la boda de Alvarez Cascos (43 años) con Gemma Ruiz (22), celebrada por lo civil el día 18 en la andaluza ciudad de Córdoba.

Ruiz es dirigente de las juventudes del Partido Popular en Córdoba y conoció a su esposo en plena campaña electoral, a principios de este año.

Desde que sufrió el "flechazo", Alvarez Cascos comenzó a salir con la joven a todas partes, incluyendo actos públicos de variados signos y sin eludir a la prensa. "Cuando uno está enamorado, cree que es la única vez", afirmó en una entrevista.

Sus hijos, dice, aceptaron que volviera a casarse, "sin aplaudir" pero haciendo un esfuerzo por comprender y se llevan bien con Gemma.

Guerra, por el contrario, sin llegar a ocultarse, se esforzó por mantener la privacidad de su relación. Desde finales de los 70 formó pareja con María Jesús Llorente, sin formalizar el contrato nupcial.

Ya en el gobierno, constituyó un hogar con ella y tuvieron una hija, Alma, a la que ambos inscribieron como propia. Pero, salvo en reuniones íntimas, con sus amigos más cercanos, no concurrían juntos a actos públicos u oficiales.

Lo más curioso de ambas historias es que, a pesar del rechazo de la Iglesia Católica, a ninguno de los dos políticos su segundo amor les hizo perder popularidad entre los ciudadanos o ganarse su animadversión.

Una encuesta de opinión publicada este sábado por el matutino El Mundo muestra que la mayoría de los españoles consideran que la Iglesia se ha equivocado al criticar la boda de Alvarez Cascos.

No obstante, también una mayoría cree que la ceremonia fue excesiva en boato y ostentación.

Desde la izquierda, con su ironía característica, el legendario ex dirigente comunista Santiago Carrillo afirmó que "los obispos están consiguiendo que la gente de izquierdas tenga que salir a defender a Cascos".

De ese sondeo se desprende que la mayoría de los españoles considera que es legítimo rehacer la vida en pareja sin detenerse ante obstáculos del derecho canónico. (FIN/IPS/af/dg/ip-pr/96

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