Los académicos y los líderes del trabajo de Estados Unidos parecen romper el cerco que desde siempre ha separado sus esferas de acción, aproximándose universitarios y dirigentes sindicales para pedir que se forme un frente común contra las desigualdades económicas.
Parte de la sorpresa radica en que muchos académicos que dentro de sus torres de marfil han abogado en los últimos años por el multiculturalismo y la diversidad en las aulas, se junten ahora con los sindicatos -que no siempre son multirraciales como grupos- , como si fueran el epítome de sus valores.
"En su mejor momento, los sindicatos también el mejor momento de Estados Unidos", comentó Richard Rorty, profesor universitario y el más connotado filósofo "desconstruccionista" del país, al término de una serie de talleres celebrados en la Universidad de Columbia la semana pasada.
El profesor argumentó que, en comparación con los "valores familiares" preconizados por los políticos en años electorales como el presente, resultan de gran valor los que defienden los sindicatos, tales como la solidaridad y la voluntad de enfrentar a la violencia organizada por medios pacíficos.
No obstante, el apoyo social a las organizaciones del trabajo está claro descenso en Estados Unidos. No más de 16 por ciento de los trabajadores estaban afiliados a los sindicatos en 1993, tras haber llegado a 35 por ciento hace medio siglo.
Rorty recordó que los 13 millones de trabajadores que ahora pertenecen a esas organizaciones, también deben afrontar un menor respeto hacia las huelgas y una mayor cantidad de gente que desea atravesar las líneas de los piquetes sindicales, y juzgó que esos problemas son "un síntoma de decadencia moral".
Parte de la culpa de esa nueva realidad -de acuerdo a lo dicho por algunos académicos en el foro "La lucha por el futuro de América" realizado en Columbia- se debe a la proliferación, en las últimad décadas, de organizaciones basadas en distinciones tales como la raza y el género en lugar de las clases.
La conocida feminista Betty Friedan, autora de "La mística femenina", reconoció que los derechos civiles, los derechos de la mujer y los movimientos por los derechos de los homosexuales han hecho progresos desde la década del 60, y sostuvo que "todo eso debe ser trascendido ahora", en favor de un movimiento más amplio que represente a todos los trabajadores.
"Durante el tiempo en que nos hemos preocupado de defender nuestros propios intereses… algo realmente peligroso ha ido sucediendo: una creciente disparidad entre el segmento más rico del país y el grueso de los trabajadores", sostuvo Friedan.
Después de haber afectado únicamente a las mujeres y a las minorías étnicas, las crecientes desigualdades en los salarios también están golpeando a los hombres blancos. Estos han sufrido una caída de 20 por ciento en sus ingresos durante los últimos seis años, según Friedan.
La experta señaló que la disminución de la brecha salarial entre hombres y mujeres -de 59 por ciento en 1975 a 70 por ciento ahora (el salario femenino contra el masculino)-, dos tercios del cambio se debe a la caída de los salarios de los hombres y no al aumento de la retribución del trabajo de la mujer.
Por lo tanto, según Friedan, "algunas de las que hemos estado en el movimiento feminista sentimos la necesidad de formar parte de un movimiento más amplio".
El profesor Cornel West, de Harvard, hizo un argumento similar en favor de los negros de este país, sosteniendo que debería ser mayor la participación de estos ciudadanos en los sindicatos.
Autor de "Asuntos Raciales", West apoya la formación de un amplio frente de todas las personas trabajadoras contra el poder de las empresas, incluyendo a las minorías que en el pasado han sido olvidadas por las organizaciones obreras.
Estos respaldos llegan a los sindicatos en una hora crucial, pues la principal central sindical -Federación Americana del Trabajo-Congreso de Organizaciones Industriales (AFL-CIO)- trata en este momento de atraer hacia sí a una fuerza de trabajo que cada vez se vuelve menos blanca y menos masculina.
"Para los sindicatos, éste es el año en que, o revertimos la larga declinación de nuestra afiliación, o decidimos deslizarnos hacia las últimas páginas de los libros de historia", dijo a la audiencia de Columbia John Sweeney, nuevo presidente de AFL-CIO.
Como muestra de ese esfuerzo, la administración de Sweeney ha incorporado a Linda Chávez-Thompson en el cargo de tesorera, quien se convierte así en la mujer, y a la vez el miembro de una minoría, que más alto ha llegado en la historia de AFL-CIO.
Sweeney destacó el renovado dinamismo que ha cobrado la central desde que él fue elegido hace un año, y sostuvo que la nueva unidad y el aumento del respaldo a los sindicatos son consecuencia del achicamiento de las empresas, de la mundialización de la economía y de la liberalización de mercados.
Esos factores, según Sweeney, son la causa de la caída de cinco por ciento del ingreso promedio de las familias entre 1989 y 1994.
Al mismo tiempo, señaló el líder sindical, los beneficios de las empresas han subido 205 por ciento desde 1980, la mayor parte reforzando el uno por ciento más alto de la pirámide de ingresos de Estados Unidos. (FIN/IPS/tra-en/fah/yjc/arl/ip-lb/96