Los desastres naturales seguirán azotando a la humanidad, especialmente en las ciudades más populosas, pero un cambio de actitud de la población puede eliminar algunos de esos fenómenos, como inundaciones violentas o deslizamientos de tierra.
"En realidad, no hay ya más razones para ser fatalista ante los desastres naturales", aconsejó el médico finlandés Olavi Elo, director de la Secretaría del Decenio Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales (DIRDN).
Aunque no se puede prevenir un terremoto o una erupción volcánica o un huracán, "podemos evitar la pérdida de muchísimas vidas y de muchísima destrucción", afirmó Elo.
La fórmula de prevención consiste en legislación aplicada efectivamente, uso amplio de la tecnología más moderna, creación de sistemas de alerta temprana en todas partes y participación de ciudadanos, líderes políticos y organizaciones en la prevención.
De esa manera, pueden ser eliminados muchos de los desastres naturales, como las inundaciones violentas y los deslizamientos, "que se originan en nuestras propias faltas", explicó.
De todos modos, el impacto de los desastres naturales en los centros urbanos no será reducido en forma substancial de la noche a la mañana, inclusive dentro del "Decenio de la Reducción" que se celebra desde 1990 hasta el 2000.
La dimensión y el ritmo de crecimiento de los centros urbanos colocan a esas ciudades y a sus poblaciones, como nunca antes en la historia, ante riesgos de inundaciones, terremotos, huracanes, deslizamientos, erupciones volcánicas, maremotos y otros desastres.
"Por lo menos una cuarta parte de la población terrestre vive ya en áreas de alto riesgo y su número está creciento rápidamente", alertó Elo con motivo del Día Internacional para la Reducción de los Desastres, que se conmemora el 9 de octubre.
El mundo asiste a un movimiento imparable de millones de personas que se desplazan hacia los centros urbanos y que en el 2000 sumarán la mitad de la población total de 6.000 millones.
A finales de este siglo, 17 de las 20 ciudades más grandes del mundo estarán en países en desarrollo. En el 2025, 80 por ciento de las áreas urbanas pertenecerá al Tercer Mundo.
"Y es allí donde los terremotos, inundaciones, deslizamientos y otros desastres tienen más posibilidades de ocurrir", advirtió Elo.
La receta para el desastre urbano combina alta densidad de población, invasiones de terrenos, uso de suelos peligrosos como pendientes inestables, quebradas y riberas de ríos, con la concentración de edificaciones de construcción pobre y mal mantenida.
En un terremoto, 80 por ciento de las muertes se debe al derrumbe de edificaciones. Las construcciones de ladrillos sin confinamiento de concreto son peligrosas, explicó el director de la Secretaría del DIRDN.
En la actualidad, el desastre más frecuente es la inundación, que encuentra su factor más importante en la rápida urbanización.
Las inundaciones violentas son causadas por la disminución en la absorción de agua en la superficie, por el concreto y la compactación de tierra en las ciudades.
La disminución de espacios abiertos en los centros urbanos crecientemente congestionados y los trabajos de ingeniería que cambian el curso de los ríos y debilitan los drenajes urbanos, son también causas de inundaciones repentinas e inesperadas.
"Claramente, los desastres 'naturales' son, en realidad, muchas veces consecuencia del error humano", sostuvo Elo.
La principales víctimas de los desastres son los pobres. Elo recordó el terremoto "clasista" que sacudió a Guatemala en 1976. El sismo causó 1.200 muertes y dejó sin hogar a unas 90.000.
Casi todas las víctimas vivían en áreas deterioradas de las quebradas de la ciudad de Guatemala. No es extraño que a ese sismo se lo conozca como "el terremoto de los pobres".
Empujadas por el desempleo, la pobreza y la miseria en las áreas rurales, millones de personas ocupan terrenos propensos a desastres en las ciudades o en sus márgenes. Los gobiernos locales no dan abasto por su gran número y son incapaces de protegerlas.
"Desde 1960, el número de personas afectadas por los desastres crece a un ritmo anual de seis por ciento", reveló Elo.
Por otro lado, los desastres tienen cada día consecuencias económicas mayores. Hasta 1987 sólo se había registrado un desastre con un costo de 1.000 millones de dólares.
Pero en los últimos años sumaron 15 los fenómenos que ocasionaron pérdidas superiores a ese monto. El terremoto en la ciudad japonesa de Kobe, que mató a 6.300 personas, dejó una pérdida financiera de 100.000 millones de dólares.
A pesar de ese cuadro, "se puede hacer y se está haciendo mucho para reducir las pérdidas de vidas y la extensión del daño por desastres naturales", indicó Natalie Domeisen, experta del DIRDN.
Domeisen recomendó la creación de mapas de riesgo de ciudades y áreas circundantes para tenerlos en cuenta en el momento de decidir una construcción.
También se deben trazar planes de preparativos para desastres con participación de organizaciones comunitarias y establecer sistemas de alerta temprana. (FIN/IPS/pc/jc/en/96