CUBA: Niños que trabajan o mendigan en la calle son cada vez más

Los niños que en Cuba persiguen a los turistas o limpian autos para hacer dinero a cualquier precio no duermen en la calle y asisten regularmente a la escuela, pero cada día son más y las autoridades ya comienzan a preocuparse.

Sólo en La Habana Vieja, el municipio capitalino donde el fenómeno es más evidente, la Comisión de Prevención Social local detectó 2.233 casos durante el primer semestre de 1996, cuando en el mismo período del año pasado registró 2.027.

Las estadísticas al respecto no fueron difundidas aún, pero las autoridades comenzaron a tomar medidas para combatir un fenómeno que hasta no hace mucho tiempo era totalmente desconocido en el país caribeño.

"Una gran parte de estos pequeños tienen dificultades económicas en sus hogares y carecen de atención social y familiar por parte de sus padres", dijo al canal televisivo CH-TV Lázara Borrayo, representante del gobierno central en esa localidad.

La crisis económica de los últimos seis años y el auge del turismo agudizó un problema que en las últimas décadas se limitó a casos aislados de niños que pedían chicles a los marineros en el puerto.

Las niñas y niños "limosneros" de hoy asedian a los turistas para obtener monedas o algún objeto, desde caramelos hasta lápices, o trabajan en el primer negocio que encuentran.

Fregar o cuidar automóviles, limpiar parabrisas y asociarse a comerciantes privados son algunas de las tareas que realizan, según una investigación del semanario Juventud Rebelde, órgano oficial de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC).

Por su parte, el Centro de Estudios sobre la Juventud (CESJ) reveló que trabajar no es la principal ocupación de estos menores, quienes siguen prefiriendo el asedio a los turistas, si bien algunos se desempeñan en ciertos oficios.

El sondeo del CESJ concluyó que la mayoría de los menores que tratan de "buscarse la vida en la calle" son varones de entre cinco y 11 años años de edad, aunque ya se registran casos de madres que llevan consigo a sus bebés lactantes para "impresionar" y pedir dólares o cualquier otra cosa .

"Nosostros somos cuatro hermanos. Mi mamá se pasa el día trabajando, mi papá hace rato que ni se aparece por la casa y yo soy el mayor. Alguien tiene que llevar dinero", dijo Alejandro, de 11 años, quien pide monedas a los turistas en el casco histórico de La Habana.

A pesar del impacto de la crisis económica de los últimos seis años en el nivel de vida de la población cubana, los especialistas del CESJ atribuyen el agravamiento del fenómeno al entorno familiar.

"Si el niño llega a la casa con un poco de dinero y la familia no le pregunta de dónde lo sacó, el muchacho piensa que está contribuyendo al bienestar del hogar y lo seguirá haciendo", dijo Clemente Quintana, miembro de la Comisión de Prevención Social de La Habana.

Según los estudios, muchos de los padres de los niños que piden o trabajan en las calles están divorciados, desconocen el paradero de los menores, no trabajan, se ausentan de sus hogares, toleran las actitudes de sus hijos e incluso las promueven.

Al mismo tiempo, 52,3 por ciento de los encuestados responsabilizó a la escuela por la falta de control sobre los niños, de los cuales 80,9 por ciento sufren retraso en los cursos o proceden de centros especiales para tratamiento de problemas de conducta.

"La escuela no puede suplir nunca la familia. Nosotros tenemos la obligación de contribuir a la formación que recibe el niño en su hogar, pero no sustituirla", dijo Daniel Mesa, director de una escuela primaria.

Sin embargo, Mayra Abreu, una de las autoras del estudio, opinó que, aunque la escuela no es la culpable principal de estas actitudes, "sí deja espacios para que los niños se fuguen y salgan en busca de turistas".

Aunque el código penal de la isla no contempla como delito el asedio a los turistas por parte de los niños, sí sanciona la despreocupación de los padres por la vida de sus hijos y prohibe el trabajo infantil.

Fuentes de la Comisión de Prevención Social aseguraron que cuando estos niños son detectados en la calle por primera vez se determina si la familia necesita ayuda económica o empleo.

Los padres reincidentes pueden ser multados o sancionados por un tribunal.

Los mayores están obligados a satisfacer las necesidades materiales de sus hijos, las que "muchas veces no resuelven y no por problemas económicos, sino porque los padres priorizan las suyas", dijo Eneida Hernández, integrante de la comisión.

Miembros de esa institución, que nuclea a organizaciones comunitarias, especialistas y autoridades, aseguran que el reforzamiento del control sobre estos menores detuvo, en cierta medida, el crecimiento del fenómeno en algunos de los puntos más críticos de la ciudad.

"En La Habana Vieja, detectamos semanalmente alrededor de 40 niños pertenecientes a este municipio y unos 20 procedentes de otros lugares", dijo al canal de televisión CH-TV el teniente Cándido Quintana, miembro del Grupo Operativo de Menores.

El funcionario agregó que el fenómeno observa "una tendencia a la disminución".

Sin embargo, expertos locales opinan que la disminución puede ser aparente, pues, al parecer, la mayoría de los pequeños trasladaron sus áreas de operaciones ante el reforzamiento del control policial sobre zonas más céntricas.

La solución de este fenómeno, según Abreu, no será represiva, pues "penalizar a los padres o que las familias castiguen físicamente a los menores no resuelve mucho. Lo importante es transformar las conductas de los pequeños, lo cual sí cuesta un gran trabajo". (FIN/IPS/da/mj/pr/96

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