Las formas de ocupación territorial, especialmente en la región metropolitana y en la costera, llevan a umbrales críticos en El Salvador la capacidad de soporte del ambiente, advirtió un urbanista.
El experto, Mario Lungo, destacó que el desordenado desarrollo urbano del país presiona especialmente sobre la tierra y el agua y provoca el aumento de la pobreza y la exclusión social.
Ubanistas independientes encabezados por Lungo observaron que los planes de desarrollo de las principales ciudades del país están limitados por la inexistencia una auténtica política urbana y territorial a nivel nacional.
También señalaron la falta de un enfoque oficial de desarrollo sostenible y la fragmentación del aparato gubernamental que debería encargarse del desarrollo urbano.
Ricardo Vásquez, director de la organización no gubernamental Fundalempa, dijo a IPS que el sistema de ciudades de El Salvador fue determinado desde el siglo XIX por intereses económicos ligados al modelo agroexportador que prevaleció hasta la pasada década.
El país quedó dividido en tres regiones: la alta central, una cadena volcánica dedicada al cultivo y beneficio del café, la planicie costera, a la producción de algodón, y las tierras bajas centrales, a la plantación de caña de azúcar.
Según Vásquez, el proceso de ordenamiento en función de la economía causó inicialmente una violenta reubicación de la población, manifestada en concentraciones y migraciones forzadas, con sus consecuentes conflictos sociales, económicos y ambientales.
"La expansión del café durante más de un siglo y de la caña de azúcar y algodón en el período de 1940-1970, así como la industrialización de los años 1950-1975 y el conflicto armado de la década del 80, definieron escenarios demográficos y socioambientales cada vez más conflictivos", explicó.
Agregó que la pobreza determinó la superpoblación del centro y el sur, mientras el norte permanece casi despoblado.
La concentración de inversiones, recursos sociales y obras de infraestructura en áreas de interés para los grupos de poder dio como resultado un generalizado deterioro ambiental.
Setenta y cinco por ciento de las tierras de El Salvador están erosionadas, 90 por ciento de los ríos han sido contaminados, 80 por ciento de los bosques naturales fueron destruidos y 75 por ciento de la biodiversidad está afectada, según los ambientalistas.
El deterioro también es grave en los centros urbanos más importantes del país, como las ciudades de San Salvador, Santa Ana, Sonsonate y San Miguel, de acuerdo con las mismas fuentes.
Vásquez señaló que, de acuerdo con proyecciones técnicas, la población de El Salvador, de 5,7 millones de habitantes, se duplicará para el 2020.
Las consecuencias serán la profundización del empobrecimiento y "el desmejoramiento de la calidad de vida de la población, en especial de los sectores populares, y aumentará la amenaza al ambiente", según el activista.
El Salvador, Nicaragua y Haití son los países de menor índice de desarrollo humano de América Latina, de acuerdo con el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo. (FIN/IPS/jd/ff/en pr/96