La vida debe continuar, parece ser la idea que domina entre los habitantes de la capital de Burundi, que ya sufren las consecuencias de las sanciones aplicadas por los estados vecinos de este país de Africa central.
Sobrevivir es el motivo primero de todas las conversaciones que se escuchan en los cafés, los taxis, las tiendas y las oficinas.
Las sanciones económicas, de hecho un bloqueo a este país sin salida propia al océano, fueron impuestas por Uganda, Kenia, Tanzania, Etiopía, Camerún, Zaire, Zambia y Ruanda el 31 de julio, para forzar al ex mayor y una vez más presidente de facto, Pierre Buyoya, a restaurar el gobierno civil.
Buyoya, de la etnia tutsi, volvió al poder el 25 de julio, cuando una junta militar depuso al presidente Sylvestre Ntibantunganya, de la etnia hutu, quien se refugió en la residencia del embajador de Estados Unidos en Bujumbura y se afirma que aún permanece allí.
Los líderes regionales sostienen que sólo levantarán el embargo si Buyoya cumple con la única condición a la que aún no se ha avenido: abrir conversaciones con los rebeldes hutu de Burundi, sin condiciones previas.
Desde la imposición de las sanciones, Buyoya ha restablecido a los partidos políticos y a la Asamblea Nacional, tal como lo habían exigido los jefes de Estado de la región.
El presidente, sin embargo, afirma estar pronto para comenzar las negociaciones, pero advierte que no puede forzar a los rebeldes a hacerlo. "Nadie negocia a la fuerza", dijo este sábado a los representantes de los sindicatos.
El líder de la rebeldía hutu, Leonard Nyangoma, ha hecho saber que sólo conversará con el ejército, y no con el gobierno cívico- militar, ya que el verdadero poder descansa en las fuerzas armadas.
El ejército, por su parte, ha rechazado la exigencia de Nyangoma. "Es un terrorista. No hablaremos con él", dijo la semana pasada el teniente coronel Longin Minani.
Ex ministro del Interior, Nyangoma respalda las sanciones, que en su opinión terminarán forzando a negociar al ejército dominado por los tutsis.
El portavoz presidencial Jean Luc Ndizeye, por el contrario, ha advertido que Burundi se desintegrará si sus vecinos no levantan el bloqueo en el plazo de tres meses.
"Ya han perdido el empleo 20.000 personas, sólo en Bujumbura, desde que se implantó el bloqueo", informó a IPS este sábado.
Los signos más evidentes de las sanciones, en la capital, son la falta de combustible que ha paralizado a muchas fábricas, el cierre de las agencias de viajes derivado de la prohibición de realizar viajes a Burundi, y el desparejo suministro de electricidad.
El gobierno racionó el consumo de petróleo para preservar las reservas. Los automóviles privados sólo disponen de cinco litros de gasolina por semana, los tractores 50 litros y los taxis 10. La mayoría de la gente, sin embargo, especialmente los taxistas, compran gasolina en el mercado negro.
Burundi importa todo el combustible que consume, y vive de las exportaciones de café y té, que representan 90 por ciento de sus ingresos externos. Pero por ser un país mediterráneo, siempre ha dependido de los puertos de Dar es Salaam en Tanzania y de Mombasa en Kenia para sacar sus productos al mercado exterior.
Ahora que esos puertos están cerrados para sus negocios, el té y el café de Burundi permanecen en los depósitos.
Los precios de los alimentos han aumentado ya 40 por ciento. Antes de las sanciones, productos como el banano o las papas costaban 50 por ciento menos de su valor actual.
Buyoya exhortó este sábado a los sindicalistas a prepararse para un tiempo de dificultades. "Debemos demostrar a la comunidad internacional que el bloqueo no es respuesta a los problemas de Burundi", dijo el presidente de facto.
"Cuba ha vivido bajo un embargo durante 50 años, y los iraquíes soportan otro desde 1991", recordó. "Se las arreglan. No han muerto".
Burundi se lanzó por la pendiente del caos a partir del asesinato del presidente Melchior Ndadaye, en octubre de 1993.
Más de 150.000 personas han muerto desde aquel intento de golpe, en su mayoría en hechos de violencia étnica. (FIN/IPS/tra-en/mn/kb/arl/ip/96