Mientras los políticos argentinos, enzarzados en mutuas acusaciones de corrupción, se deslizan por la pendiente del desprestigio, una mujer asciende vertiginosamente, empujada por la fuerza que hoy mas se cotiza en el mercado político local: la honestidad.
La senadora Graciela Fernández Meijide, del centroizquierdista Frente País Solidario, saltó a la escena pública buscando a su hijo, secuestrado por la dictadura militar (1976-83). En 1993 obtuvo su primer cargo legislativo y hoy, las encuestas le adjudican la mejor imagen entre los dirigentes políticos.
Será por eso que, a los 65 años, y pese a su orgullosa abstinencia de las cirugías de rejuvenecimiento, tan en boga en este país en la última década, hasta sus adversarios pelean por posar sonriendo junto a ella y se afanan por acercarle el asiento, como si el halo de honestidad que la rodea pudiera contagiarlos.
En diálogo con IPS, la senadora dio su propia explicación del caso. "En una sociedad que vivió sumergida en los últimos años en la cultura de lo eternamente jóven y lo eternamente liviano, donde el pragmatismo está por encima de los valores que perduran, una crisis empuja a buscar coherencia y trayectoria".
"Entonces, ya no importa si la persona en la que confían tiene la piel bien estirada, importa más si (su conducta) es transparente, si lo público le importa lo suficiente como para no transformarlo en privado", declaró.
La sociedad busca "honestidad y congruencia entre lo que se dice y lo que se hace", agregó.
Las encuestas del instituto Mora y Araujo y del Centro de Estudios para la Nueva Mayoría sitúan a Fernández Meijide en primer lugar en cuanto a imagen positiva.
Mientras, Gallup revela que menos de 10 por ciento de la población consultada confía en los políticos, un resultado que evidencia el deterioro de la credibilidad general del sector, mayoritariamente masculino.
Las mujeres lograron protagonismo en el área política en los últimos 10 años, por obra de una ley de cupo que obligó a los partidos políticos a incluirlas en los primeros lugares de las listas a cargos electivos. En 1985 sólo 5,8 por ciento del Congreso estaba compuesto por mujeres, y hoy, la proporción es de 24,9 por ciento.
"Resta saber si este aumento modificará el desprestigio de los políticos, acorralados por escándalos de corrupción y desgastados por las disputas del poder", comentó la periodista Norma Morandini, experta en asuntos de género.
Por el momento, Fernández, que guarda el pañuelo blanco, símbolo de las Madres de Plaza de Mayo, que aún buscan a sus hijos desaparecidos durante el régimen militar, tiene el respeto de sus colegas de partido y de sus adversarios.
Ella reconoce con sorpresa que su liderazgo se nutre aún de los jóvenes. "La juventud hoy está cansada de ver que el diputado que no tenía dinero ni para invitar a un café a un vecino de su pueblo se construyó una casa que tapa al pueblo entero".
La legisladora cree que ella se destaca porque la sociedad privilegia las virtudes que le atribuyen. "Quizás si no hubiera tanta inmoralidad y tanta corrupción, mi crecimiento (político) no sería tan vertiginoso", reflexionó.
Fernández no sólo tiene buena imagen como dirigente política. Muchos comienzan a preguntarse por qué no darle la oportunidad de postularse a la presidencia, aunque para ello sea necesario aventar fantasmas y prejuicios.
Más de 50 por ciento de las personas encuestadas por el estudio de Ricardo Rouvier aseguraron que la votarían a la presidencia. Entre quienes dijeron que no la elegirían (34,1 por ciento), las razones fueron de tipo ideológico o de rechazo a su personalidad.
Entre quienes no la votarían, casi ninguno se atreve a mencionar razones de género como explicación. De hecho, Rouvier concluyó que 75 por ciento de los consultados aceptarían votar por "una mujer" para la presidencia.
Sin embargo, los prejuicios aparecen aún entre quienes declaran haber votado a Fernández Meijide a cargos electivos.
"Ella es honesta, pero el problema es que la van a rodear y van a querer manejarla como hicieron con Isabel", dijo a IPS Diana Stilman, en alusión a la viuda del caudillo Juan Perón, única presidenta que tuvo Argentina.
Isabel, o María Estela Martínez de Perón, gobernó desde 1974 hasta el último golpe de Estado, en 1976.
La senadora no cree que sea momento de pensar en candidaturas a la presidencia, otro gesto que la coloca, por omisión, en un lugar positivo.
Sin embargo, tiene una idea formada respecto de esa posibilidad. "Creo que aún hay una cultura que se resiste a ver a una mujer como emblema del poder", comentó.
El crecimiento político de Fernández Meijide fue muy rápido. Obutvo su primera banca como diputada en 1993, luego fue elegida senadora por la capital, con 46 por ciento de los votos, y este año triunfó con 36 por ciento de los sufragios en las elecciones para la asamblea que debía redactar el estatuto de la ciudad.
Numerosos analistas consideraron que Fernández Meijide podría estar hoy al frente de un cargo ejecutivo, si su partido la hubiera propuesto como candidata a la Intendencia (gobierno comunal) de Buenos Aires, en los comicios celebrados en junio.
"Nuestro desafío ahora es demostrar que además de ser buenos fiscales de la acción de gobierno y de tener trayectoria en la elaboración de los marcos legislativos, también tenemos capacidad de conducir", explicó Fernández Meijide a sus compañeros de partido.
Pero también ella se resiste a imaginarse como la sucesora del presidente Carlos Menem en 1999. (FIN/IPS/mv/ff/ip/96