En un libro auspiciado por Unicef, una decena de expertos dan su visión sobre los efectos económicos, sociales y psicológicos del desempleo en Argentina.
Los economistas Néstor López y Luis Beccaria, compiladores del libro "Sin trabajo", aseguran que el desempleo, que afecta a 17,1 por ciento de la población activa, se constituyó en un "nuevo fenómeno social" en Argentina.
Ese fenómeno derivaría de la apertura comercial abrupta, la modernización y el achicamiento en la administración pública, combinación de factores que genera también consecuencias más difíciles de medir.
El aumento de la incertidumbre entre de los que están ocupados, la precarización del empleo, el ejercicio de trabajos para los cuales se está sobrecalificado y el desgaste de los vínculos familiares y sociales son algunas de las consencuencias citadas en ese plano por los autores.
"Los efectos del deterioro del mercado laboral se amplían si se considera que el empleo es una de las actividades que más fuertemente organiza la cotidianidad en los sujetos y las familias, además de proveerlas de un mundo de relaciones y valoraciones personales", explica Beccaria.
El economista sostiene que en Argentina el mercado laboral no funciona plenamente como instrumento de cohesión social.
Las perspectivas sugieren en este país un "paulatino crecimiento de los más vulnerables y desprotegidos", lo que implicará, a su juicio, mayores desigualdades sociales.
"El empleo es uno de los pilares sobre los que se construye la identidad de las personas que trabajan", considera López en el mismo libro, donde sociólogos y psicólogos analizan los efectos del desempleo sobre la salud psíquica del individuo y sus familias, partiendo de numerosos testimonios personales.
"La falta de trabajo te hace perder la dignidad como persona. Yo me volví escéptica, amargada, pienso que no hay mañana, no hay presente, no hubo pasado, que nunca hice nada, que no tengo nada", dice una mujer entrevistada.
El sociólogo Gabriel Kessler explica que hasta hace algunos años se decía que sólo el hombre que se quedaba sin empleo y ocupaba un papel doméstico mientras su mujer trabajaba fuera del hogar sufría una gran sensación de fracaso y desvalorización.
Se creía que la mujer desempleada soportaba mejor la vuelta al hogar, pero ahora esta apreciación se vio modificada por la observación de muchos casos de mujeres que expresan también un sentimiento de fracaso y encierro al quedar desocupadas, explica.
Otros estudios en el mismo libro advierten que "el trabajo y el ganar dinero" siguen siendo, de todos modos, una meta cultural para el hombre más que para la mujer, "a tal punto que el hombre siente jugada su identidad en poder mantener empleo y familia".
"Desde que no aporto he pasado a ser un cero a la izquierda en mi casa. Dentro de poco, mi mujer no querrá tener sexo conmigo. Mis hijos ya no me respetan porque no los puedo ayudar con sus gastos", lamenta un hombre de clase media.
Los hijos son divididos por los expertos entre los "adaptados", con una actitud comprensiva hacia la situación que viven sus padres, y los "rebeldes", que les enrostran su aparente "fracaso" por no conseguir trabajo.
Estos últimos son los que por lo general abandonan los estudios, se inclinan por ocupaciones fronterizas con el delito donde el dinero se obtiene más fácilmente y resultan más vulnerables a las adicciones.
"Los chicos ven que sus padres, que son profesionales, no tienen trabajo y dicen 'para qué voy a estudiar si la droga deja más plata' (dinero)", relata otra de las entrevistadas.
Según Unicef, cuando los adolescentes dejan sus estudios, 58 por ciento de los padres esstá de acuerdo porque necesitan que trabajen.
Los desempleados se sienten aislados. "La tristeza por la pérdida de algo amado como puede ser el trabajo implica decaimiento físico, baja de la autoestima, sufrimiento mental, pérdida de interés e irritación", explican los psicólogos sociales Vicente Galli y Ricardo Malfé.
"La desocupación masiva de estos últimos años constituye el más reciente cataclismo que afecta a nuestra población", opinan.
Cuadros de depresión aguda, trastornos de origen psicosomático y hasta suicidios, están relacionados con la pérdida de empleo.
Los psicólogos observan que en los últimos años surgió un contexto que tendió a "privatizar el conflicto social" de modo tal que muchas veces el desempleo es vivido como un fracaso personal por no haber estudiado, o por haber estudiado "la carrera equivocada".
Pero la verdadera "catástrofe psíquica" para Malfé es la que se produce en la mente de numerosos empleados públicos despedidos en los últimos años, en un número cercano a 500.000.
Esas personas, antes protegidas por el Estado, se ven de pronto lanzadas a un mercado competitivo para el que no están preparadas.
"Desamparo, orfandad y pánico" son entonces los síntomas que se manifiestan en los ex empleados públicos, y que suelen derivar en violencia doméstica, una "efímera alternativa al autocastigo".
Actores, músicos, escritores y pintores tampoco escapan a las sensaciones de fracaso.
"Esos sentimientos de inferioridad conducen a un estado de parálisis caracterizado por la incapacidad de imaginar, y la inhibición de la creatividad", alerta Galli.
Malfé señala que en estas condiciones, la solidaridad se esfuma entre desempleados y empleados precarios, que conviven como sobre una "balsa de náufragos" en donde el sentimiento imperante es "sálvese quien pueda". (FIN/IPS/mv/dg/pr/96