?Serán lobos con piel de oveja?, se pregunta el movimiento ambientalista mundial, cuando se habla de la integración del sector privado a los planes de desarrollo sostenible.
No hay respuesta única, pero los empresarios se declaran dispuestos a colaborar, siempre que la conservación del ambiente sea comercialmente redituable.
Las cartas parecen estar sobre la mesa. Los empresarios piden incentivos para no perder competitividad, reglas claras de alcance internacional, y el fin de los subsidios.
Quienes tradicionalmente se han ocupado del ambiente – organizaciones no gubernamentales, agencias de desarrollo y gobiernos- intentan captar al sector privado, conscientes de que los fondos publicos para conservacion son cada dia mas escasos.
Pero también advierten a los empresarios que no basta con ponerse una máscara verde.
De ese modo se puede resumir un panel realizado en el marco del Congreso Mundial de Conservacion que la Unión Internacional para la Conservación comenzó en Montreal 13 y prolongará hasta el 23.
El panel tuvo intervención de tres empresarios privados del Norte industrializado, uno del Sur en desarrollo, y de la directora ejecutiva del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), Elizabeth Dowdeswell.
El multimillonario Stephan Schmidheiny, director de Asea Brown Boveri, una compañía constructora de centrales nucleares e hidroeléctricas, dijo que para alcanzar el desarrollo sostenible es necesario incluir al sector privado, pero la conservación debe ser también un negocio rentable.
Schmidheiny, también principal accionista de la empresa productora de relojes "Swatch", aseguró que, al contrario de lo que pueden pensar muchos ecologistas, los empresarios tienen fuertes motivaciones para cambiar sus estructuras de producción, y no sólo para mejorar su imagen. Pero advirtió que hay límites y obstaculos a ese propósito.
Por su parte, Bill Ruckelshaus, presidente ejecutivo de una compania estadounidense de manejo de desechos, señaló que el sector empresarial debe reconocer que el desarrollo sostenible es coherente con su interés.
Ruckelshaus también afirmó que las empresas deben transformarse en cumplimiento de las leyes ambientales y, finalmente, que es necesario buscar reglas razonables, que puedan ser adoptadas internacionalmente.
Así mismo, opinó que la sociedad debe definir las metas a las que quiere llegar y las empresas, indicar el camino. Es preciso determinar objetivos, políticas y estímulos comerciales, y todos deben armonizarse.
Según Ruckelshaus, es necesario establecer un marco común o, "en el cual sepamos claramente en qué vamos a competir".
El boliviano Edgar Asebey, propietario de una exitosa industria de medicamentos basados en sustancias naturales y que aplica un modelo no extractivo, indicó que la Convención de Biodiversidad, adoptada en 1992, fue fruto de una crisis, de la cual, a su vez, surgen retos y oportunidades.
Asebey explicó que su empresa surgió de la oportunidad y "hemos creado una nueva manera de hacer investigación sobre la diversidad biológica, sin destruirla". Por esa razón, considera que los empresarios no deben temer el desarrollo sostenible, sino tomarlo como una oportunidad.
El industrial boliviano recomendó el modelo de empresas de riesgo compartido, que los inversionistas extranjeros deben acordar con gobirnos, organizaciones no gubernamentales y universidades del Sur.
Para establecer ese modelo se necesita en primer lugar incentivos en el país de origen del inversionista, el apoyo de los ambientalistas y de comunidad local cercana a los recursos a utilizarse, mecanismos de financiación y una equitativa distribución de riesgos y beneficios.
"La consecuencia de todo esto pueden ser la creación de una importante industria basada en un modelo ambientalmente sano", observó Asebey.
A juicio de Jean Monty, presidente de Northern Telcom Limited, de Canadá, es necesario incorporar las consideraciones ambientales en los procesos comerciales. "Northern considera que la protección ambiental es una obligación empresarial", dijo.
Monty dijo que la protección del ambiente generalmente redunda en una reducción de costos y el aumento de los ingresos. Puso como ejemplo el caso de los clorofluorocarbonos (CFS), causantes de la destrucción de la capa atmosférica de ozono.
"Cuando en 1991 decidimos eliminar los CFS, invertimos un millón de dólares, pero ahorramos cuatro millones", afirmó el empresario canadiense.
"Para el 2000 esperamos haber reducido las sustancias contaminantes en 50 por ciento, los desechos en 50 por ciento, las compras de papel en 30 por ciento y aumentar la eficiencia energética en 10 por ciento. Invertiremos 10 millones de dólares en todo esto, pero las ganancias van a ser mayores", agregó.
La directora ejecutiva del PNUMA, Dowdeswell, cerró el panel poniendo por delante los aspectos sociales del desarrollo sostenible: "No se puede tener una sociedad mundial 20 por ciento rica y 80 por ciento pobre. Estos son síntomas de un mundo en desequilibrio, tambaleante e insostenible".
También indicó que la tecnología debe ser una herramienta para satisfacer las necesidades humanas y la sociedad debe prepararse para impugnar valores gubernamentales y privados que militen contra la vida.
Para Dowdewell, hay que tener presente que las ventajas comparativas se ven cada dia más obsoletas frente a la globalización. El libre comercio, afirmó, no es una propuesta de la cual toda la población obtenga ganancias. Por eso, los acuerdos deben contemplar la protección mbiental. (FIN/IPS/mso/ff/en/96