La basura urbana vive, se mueve, ataca, contamina y mata. Un millón de toneladas de desperdicios en movimiento y la muerte de una persona despertaron la alarma en España, donde los ecologistas venían clamando sin ser escuchados.
En España hay 40 millones de habitantes. Cada uno de ellos genera un kilogramo de desperdicios por día. El 25 por ciento, o sea unos diez millones de kilos por día, se depositan en vertederos incontrolados.
En uno de esos vertederos, ubicado en la localidad gallega de O Portiño (El puertito), en el noroeste del país, pegado a la ciudad de La Coruña, un millón de toneladas de residuos amenaza con provocar un desastre ecológico.
Sería diez veces peor que el causado una década atrás por un gigantesco derrame de petróleo en el mar, según el alcalde, Francisco Vázquez.
La alarma, y un intenso debate que crece cada hora, comenzó el 10 de septiembre. Ese día una parte de la montaña de basura de O Portiño, aproximadamente 100.000 toneladas, se derrumbó, aplastó casas y coches y mató a un trabajador, Joaquín Serrantes, cuyo cuerpo sigue sepultado bajo los desperdicios.
El desastre atrajo la mirada de todos los españoles hacia dos aspectos ignorados o, al menos, sobre los que la mayoría no quería saber. El primero, que un sector importante de ciudadanos, a menudo familias enteras, trabaja en los basurales, recogiendo cosas útiles para su comercialización.
El segundo, que la basura acumulada tiene vida propia, una vida que en determinadas circunstancias se vuelve incontrolable. La montaña formada por los desperdicios fermenta por causa de la lluvia, produce varios tipos de gases, varía de tamaño según prime el frío o el calor, y se mueve.
A la fermentación de sustancias orgánicas se unen otras muy contaminantes, porque no se hizo una recogida selectiva de los desperdicios. Además, al fermentar sin oxígeno, estos residuos son altamente tóxicos para la microflora y la microfauna, tanto terrestre como marítima.
Un vecino de O Portiño declaró a la televisión que el basurero siempre fue un volcán presto a entrar en erupción: "Cuando no había humos y pequeñas explosiones de metano, había aguas residuales que llegaban hasta el mar".
Ahora, la amenaza sigue latente. Unas barreras, de las que se utilizan para contener las mareas negras o derrames de petróleo, fueron colocadas tras caer las 100.000 toneladas, pero ya han sido superadas.
Mientras, medio centenar de máquinas excavadoras y camiones están cambiando de lugar parte de la montaña, como medida provisional.
Lo que que estaba ocurriendo en O Portiño fue denunciado por la Asociación para la Defensa Ecológica de Galicia (ADEGA).
También una década atrás lo advirtió la Universidad de Santiago de Compostela, en un estudio publicado en 1986, en el que señaló que se estaba produciendo lixivianización, o filtrado de aguas de lluvia contaminadas hacia las capas acuíferas subterráneas.
El debate se centra asimismo en cómo resolver el problema inmediato y atenderlo hacia el futuro. El gobierno tiene un plan, apoyado por la Unión Europea, para sellar los vertederos inadecuados de toda España, lo que insumiría una inversión de 100 millones de dólares.
Para el futuro, se plantea el tratamiento de residuos, con división de opiniones.
Las organizaciones ambientalistas apuestan por la recogida selectiva, la educación ciudadana y el reciclaje. La administración contempla también la instalación de incineradoras, una medida rechazada por los ecologistas, por considerarla altamente contaminante de la atmósfera.
El grupo de vecinos, en su mayoría gitanos, que se ganan la vida revolviendo los desperdicios de O Portiño, sacó a la luz una situación que se reproduce en todos los vertederos. E incluso en personas que seleccionan en una primera fase los desperdicios, al revisar cada noche en los cubos (tachos) de basura domiciliarios.
Alfonso del Val, del Centro de Investigaciones para la Paz de Madrid y autor de "El libro del reciclaje", los gitanos que vivían en siete poblados marginales de Madrid, en 1995 recuperaron más chatarra que la totalidad de los sistemas públicos de recolección.
Del Val dice también que la basura urbana orgánica es un gran problema, pero también se pueden derivar de ella grandes beneficios, si se recicla y se utiliza, por ejemplo, para fertilizar la tierra.
En tanto se espera que la administración selle vertederos incontrolados y agilice el programa de reciclaje, dos docenas de desocupados constituyeron en Madrid una empresa para recoger y seleccionar residuos.
La empresa, subvencionada en su primera fase por el gobierno autónomo de Madrid, recoge, clasifica y comercializa los residuos domiciliarios y de pequeñas y medianas empresas, así como de lugares públicos. Sus integrantes creen que cuando se les acabe la subvención ya la habrán convertido en rentable y en un medio estable de vida. (FIN/IPS/td/jc/en/96