El incontenible avance de las milicias afganas Taliban y su conquista de Kabul la semana pasada, ha provocado alarma en toda la región, incluso entre los grupos que las apoyan en la vecina Pakistán.
Sin embargo, en Afganistán, hay alivio y esperanza que la victoria del grupo islamita traiga paz a esta perturbada nación. El optimismo está basado en la calma relativa que reina en dos tercios del país en manos de las milicias.
No obstante, las esperanzas de paz podrían desvanecerse fácilmente si los países de la región siguen manipulando otros grupos disidentes afganos, para luchar por el control de este estratégico país de valles y montañas agrestes.
En un sentido, lo que actualmente está en juego en Afganistán es una versión siglo XX del Gran Juego, un ajedrez geopolítico disputado por los británicos en India y el imperio ruso en expansión hace 150 años.
Fue en Afganistán donde las dos grandes potencias imperiales de entonces se enfrentaron.
Si la línea del frente en el Gran Juego fue el Paso Khyber, esta vez se trata del Paso Salang, un túnel de 10 kilómetros situado a 3.300 metros sobre el nivel del mar y bajo los picos nevados de la cadena montañosa Hindu Kush.
De un lado del Túnel Salang se encuentra el ejército étnicamente uzbeko del general Rashid Dostum, quien ha cambiado de bando muchas veces y hasta luchó junto con los soviéticos contra la resistente guerrilla mujaidin.
En el extremo sur del túnel están las milicias Taliban, que avanzan rápidamente hacia el norte tras haber conquistado Kabul.
Dostum está fuertemente apoyado por los dirigentes de Uzbekistán y otras republicas centroasiáticas como Turkmenistán y Tayikistán. Su tarea es mantener a las fuerzas Taliban del otro lado del Túnel Salang, y evitar que el Islam se propague a las antiguas repúblicas soviéticas y el débil bajo-vientre de la Federación Rusa.
Tras capturar Kabul la semana pasada y colgar públicamente de un farol al ex presidente afgano Najibullah, los Taliban han tratado de disimular los métodos sangrientos que le valieron el triunfo.
Las milicias ahora enfrentan a un vecindario extremadamente nervioso. Iran está preocupado que los sunnitas Taliban constituyan una amenaza a su flanco oriental. En Teheran, el presidente Hashemi Rafsanjani dijo "esto es un desastre y nos arrepentiremos".
En la lejana Moscú, donde la palabra "Afganistán" tiene la misma connotación que "Vietnam" en Washington, el Ministerio de Exteriores advirtió sobre "el peligro que representa (la victoria Taliban) para la comunidad internacional y su efecto desestabilizante sobre la situación regional".
Las autoridades de India, más astutas porque culparon a Pakistán de la victoria Taliban en Kabul, están esperando que la situación sea "mas fluida" para dar un juicio definitivo.
Incluso en Pakistán, hubo conmoción por la tortura, asesinato y linchamiento público del cadaver de Najibullah. Algunos comentaristas paquistaníes, sin tener en cuenta el apoyo militar de Islamabad a los Taliban, han llamado al grupo "mullahs (jefes religiosos) barbudos y brutales de mente estrecha".
Hay diversos factores que han llevado al meteórico surgimiento de los jóvenes combatientes Taliban de las escuelas religiosas sobre la frontera afgano-paquistaní a la captura de la capital.
El primero es fatiga de violencia. Tras vivir 10 años de guerra entre las fuerzas soviéticas y los mujaidin, despues de 1989 los afganos han padecido otros seis años de conflicto fratricida que involucró a los antiguos grupos rebeldes.
El segundo factor es el desencanto con el gobierno del presidente Burhanuddin Rabbani. Con la ayuda de su étnico primo tayiko y ex comandante guerrillero, Ahmad Shah Massoud, el mandatario se aferró tenazmente al poder. Sin embargo, el respaldo de Teheran, Moscú y Tashkent no fue suficiente para retener Kabul.
El tercero es el Factor Pashtún. Rabbani y Massoud pertenecen a la etnía tayika, mientras los Taliban son pashtún, un grupo del sudeste con primos del otro lado de la frontera entre los militares paquistaníes, resentido del control sin precedentes ejercido en Kabul por los tayikos.
Los Taliban demostraron que pueden llevar paz y estabilidad a las áreas que controlan. Han desbaratado el tráfico de heroína en el sur, los robos y el bandolerismo en las carreteras.
También un tácito apoyo de Estados Unidos a los Taliban es otro elemento importante en el éxito del grupo. Washington considera a los Taliban una suerte de perno pivotante para contener a Irán.
Tras controlar hasta ahora 21 de las 32 provincias de Afganistán, los Taliban tienen dos prioridades inmediatas: tratar con Dostum en el Túnel Salang y luego negociar con Massoud, que escapó con la mayor parte de su ejército de Kabul a su bastión en el Valle de Panjshir.
Dostum controla seis provincias en el norte de Afganistán desde su base de Mazar-e-Sharif y la estrategia Taliban parece ser negociar una solución política con el jefe de las milicias étnicamente uzbekas.
El invierno llega pronto a las montañas y hasta los más duros combatientes deben hacer una pausa. Además, los Taliban no desean sembrar el pánico en las repúblicas centroasiáticas y Rusia para evitar así una confrontación en gran escala.
Por lo tanto, los Taliban van a concentrar su ofensiva en el Valle de Panjshir para expugnar a Massoud. Esto no será fácil, porque el general es llamado el "León de Panjshir" y sus brillantes guerrilleros mantuvieron paralizadas en el terreno durante una década a las bien equipadas fuerzas soviéticas.
"A menos que la coalición anti-Taliban entre los vecinos de Afganistán brinde un apoyo eficaz a las fuerzas de Massoud o Dostum, los Taliban no podrán ser desalojados militarmente de las áreas que controlan", dijo un analista paquistaní.
Los Taliban necesitan tambien ser inteligentes en política y administración, tal como han sido en estrategia militar.
De lo contrario, no muchos van a tomar en serio su política mientras recuerden el trágico fin de Najibullah en Kabul.
La tiránica aplicación de sus medievales interpretaciones de la Sharia (ley islámica), especialmente respecto a las mujeres, tampoco les significará el favor de los habitantes de Kabul o Herat, que han gozado de décadas de libertades laicas.
Luego de los primeros incidentes brutales, tras de la caída de Kabul, los Taliban han tratado de presentar una imagen conciliadora. Como una gran concesión, dieron su aprobación al retorno del rey Zahir Shah, exiliado en Italia, como símbolo de la unidad afgana.
Declararon que algunas posiciones extremistas respecto a las mujeres fueron necesarias durante la guerra, por lo cual ahora serán mitigadas. No obstante, las restricciones para que las mujeres trabajen, circulen por la calle y se vistan según el severo código islámico, siguen en vigor. (FIN/IPS/tra- en/nz/kd/ego/ip).
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