La conquista taliban de casi dos tercios de Afganistán puso nerviosos a los rivales regionales de Pakistán, especialmente Irán, pero Islamabad tambien podría resultar perdedor.
El desempeño paquistaní en Afganistán invariablemente demostró que abjuró de los gobernantes que eligió para Kabul. Los hechos podrían probar que esta vez tampoco hay diferencia respecto a las milicias talibán.
Mientras una delegación paquistaní de alto nivel encabezada por el ministro del Interior, Naseerullah Babar, mantuvo el miércoles conversaciones en Kandahar con el líder talibán Mullah Mohammed Omar, las ex fuerzas gubernamentales afganas lograron recapturar una base aérea clave en las afueras de Kabul.
Soldados leales al ex ministro de Defensa, Ahmed Shah Masood, que escaparon de la capital afgana antes que las milicias talibán la tomaran el 27 de septiembre, se han reagrupado e iniciaron un avance hacia sus antiguas posiciones para tratar de reconquistar Kabul.
Cualquier revés posterior que pudieran sufrir los aguerridos estudiantes radicales salidos de los seminarios islámicos en Pakistán, podría dar por tierra las ambiciones de Islamabad en esa estratégica región, donde potencias extranjeras vienen interfiriendo desde hace 200 años.
Los estados de la región han utilizando a sus colaboradores afganos en su lucha por el control del país. Con la victoria talibán, Pakistán flanqueó a Irán no solo ubicando a un régimen hostil en su retaguardia oriental, sino tambien dándole ingerencia en la apertura del lucrativo comercio centroasiático.
Sin embargo, ese triunfo aún indeciso podría perjudicar los intereses regionales a largo plazo de Islamabad. Un gobierno talibán en Kabul no solo alineó a Irán, sino tambien a China y Turquía, países con los cuales Pakistán compartió una estrategia global.
China teme que el nuevo régimen islámico de línea dura en Kabul pueda agitar a su provincia de Xinjiang, vecina a Afganistán y prevalentemente musulmana.
Turquía está cerca de los estados centroasiáticos que hablan turkic y asistirá la semana próxima a la reunión de líderes de Kazajstán. Kirguistán, Turkmenistán y Azerbaiyan, en Tashkent, para rever la situación afgana.
Irán cree que la victoria talibán fue orquestada en forma encubierta por Pakistán, Arabia Saudita y Washington, y acusó a Islamabad de mantener deliberadamente a Teheran en la oscuridad acerca del inminente triunfo de las milicias islámicas.
Funcionarios iraníes rehusaron recibir al emisario de la primera ministra paquistaní, Benazir Bhutto, poco despues de la caída de Kabul. Teheran tambien suspendió la visita del viceministro de Exteriores de Islamabad, aduciendo la ausencia de Bhutto de su país como explicación.
Los diarios iraníes mencionaron al ministro paquistaní del Interior, Babar, como el cerebro detrás de las milicias talibán.
Durante una reunión con Bhutto a comienzos de octubre en la sede neoyorquina de la ONU, el ministro iraní de Exteriores, Alí Abkar Velayati, le dijo que los hechos recientes en Afganistán no favorecían a largo plazo los intereses de ningún país de la región.
Una situación de inestabilidad en Afganistán preocupa a los dos estados. Irán y Pakistán pueden encontrar un terreno común en sus políticas hacia esa nación pese a que persisten las diferencias dictadas por cuestiones políticas, de negocios y geográficas.
Irán tiene petróleo y comparte sus fronteras con estados centroasiáticos que tienen acceso a puertos de aguas cálidas en el Golfo Arábigo (Pérsico) a través de su territorio. La economía paquistaní está en crisis de modo qque un gobierno amigo en Kabul podría brindarle una ruta comercial más corta.
Ambos difieren tambien sobre la manera de enfrentar la crisis afgana. Irán es partidario de un acercamiento regional mientras Pakistán favorece una participación extrarregional de la Organización de la Conferencia Islámica (OIC) y la ONU.
Islamabad se muestra profundamente suspicaz del intento iraní de involucrar a India, el archienemigo de Pakistán. Velayati tiene previsto llegar a Nueva Delhi este jueves para discutir la situación afgana con sus anfitriones.
La política afgana de Islamabad ya se ha descarrilado en numerosas oportunidades. Por ejemplo, tras aceptar el derrocamiento del rey Zahir Shah en 1973, considerado partidario de India, Pakistán intentó reponerlo poco despues cuando desconfió de su sucesor y primo, Daud Khan.
Pakistán se opuso luego a Nur Mohammed Taraki, quien usurpó el poder en Kabul en 1978, si bien cuando éste fue defenestrado y ejecutado por Hafeezullah Amin, Islamabad lamentó su ausencia.
No obstante, cuando Amin fue desplazado por Babrak Karmal despues de la invasión soviética de Afganistán en 1979, Islamabad opinó que Amin era "el menos maligno".
Fue la misma historia cuando el ex presidente afgano Najibullah, asesinado hace dos semanas por los talibán, asumió el poder en Kabul, con Islamabad poniendo toda su influencia detrás de los mujaidin para expulsar al gobierno comunista.
Posteriormente, fue excluído de un acuerdo entre Moscú y Washington sobre un gobierno interino para Afganistán en 1989, porque insistió en una retirada soviética previa a las conversaciones.
Pocos años más tarde, la política afgana de Pakistán se mostró de nuevo fluctuante cuando perdió la iniciativa de paz a manos de Irán y Arabia Saudita, en especial luego que el líder pashtún Gulbuddin Hekmatyar aceptó unirse al gobierno de Burhanuddin Rabbani, respaldado por Teheran.
Rabbani se vió obligado a huir cuando las fuerzas taliban lograron conquistar Kabul.
Nunca como ahora Pakistán ha estado tan cerca de sus objetivos claves, tanto diplomáticos como económicos, en la región. Sin embargo, nada es como parece ser en Afganistán y la paz sigue evadiendo a un país devastado por 16 años de guerra. (FIN/IPS/tra- en/mh/mu/an/ego/ip).
= 10171536 DAP004