AFGANISTAN: Las apariencias engañan pese a la ortodoxia talibán

En la inquieta paz de la capital afgana, las contradicciones no tienen fin.

Tras 16 años de guerra casi constante, la diezmada población de esta otrora vibrante y cosmopolita ciudad está saboreando un lujo virtualmente olvidado, víveres y fruta en el mercado, un hilo de agua corriente y un destello de electricidad.

Aquí impera un régimen islamita conservador que todavía es más radical que los gobernantes del vecino Irán, pero parece ser tolerado por Occidente por numerosas razones geopolíticas.

Las ortodoxas interpretaciones de la Sharia (ley islámica) por parte del gobierno taliban han sumergido a las mujeres en el medioevo, pero ha restaurado el orden y frenado el bandidaje.

El nuevo régimen ha prohibido música y videos y, por el momento, ha cerrado escuelas de niñas, pero tambien cesó la lluvia de cohetes sobre la capital.

Hablando con residentes de Kabul, hombres sin afeitar y mujeres envueltas en negras burkhas (velos), resulta claro que su prioridad por ahora es una sola, paz. Y si deben lucir una barba o vestir una túnica que les envuelva el cuerpo de la cabeza a los pies y no mirar televisión, que así sea…

Incluso algunas agencias de ayuda humanitaria están deseosas de otorgar a los talibán algún tiempo para que prueben que, en efecto, pueden traer estabilidad y una semblanza de vida normal. La mejor manera para los milicianos de exhibir sus credenciales islámicas fue prohibir trabajar a las mujeres y cortar manos a los ladrones.

Los talibán tambien necesitaron hacer eso para mostrar a sus tutores en Arabia Saudita y Pakistán que hablan en serio, y mantener las apariencias que es un movimiento nacido dentro del país que busca poner en pie a un Afganistán despedazado.

Sin embargo, nada en Afganistán es como parece ser. Potencias extranjeras han venido interfiriendo en esta nación estratégicamente situada en los últimos 200 años, y ahora no hay nada para demostrar que todo es diferente con los taliban.

La línea divisoria ya ha sido trazada a lo largo de los nevados picos del Hindu Kush en torno a Kabul, porque las antiguas repúblicas soviéticas de Asia Central se han vuelto aprensivas respecto al radicalismo islámico y no desean que los talibán avancen al norte del túnel de Salang.

Como factor de disuasión, emplazaron de perno pivotante a las bien armadas y aguerridas fuerzas de su primo étnico Rashid Dostum, un señor de la guerra uzbeko.

A su vez, en el cercano Valle de Panjshir, las fuerzas étnicamente tayikas del depuesto presidente Burhanuddin Rabbani y su temido ministro de Defensa, Ahmed Shah Massoud, notorio asesino de las ex fuerzas soviéticas de ocupación, tambien trazaron otra línea en la arena.

Los talibán odian a Rabbani y prefieren hostigarlo en lugar cargar contra Dostum y su formidable fuerza aérea. En los últimos días, tantearon los accesos meridionales del Panjshir pero tropezaron con Massoud y fueron víctimas de las mismas tácticas guerrilleras que derrotaron a los soviéticos.

Más importante que avanzar hacia el Panjshir en los próximos meses, es mantener el poder el Kabul y ganar el corazón y la mente de su martirizada población. Muchos residentes opinan que los edictos contra las mujeres y la extrema actitud de sus nuevos custodios morales es exagerada, pero confían que se atenuará.

Citaron el caso de la ciudad afgana de Herat, que fue conquistada por los talibán a comienzos de año y donde impusieron con crudeza la misma Sharia radical a una antagónica población de lengua persa, que considera a los milicianos una banda de campesinos pashtún.

Desde entonces, los talibán han aligerado sus restricciones en Herat, permitiendo a algunas mujeres retornar al trabajo y reabriendo algunas algunas escuelas para niñas.

La cobertura de prensa acerca de los taliban también pasó de positivo a negativo desde que el grupo ocupó Kabul sin luchar el 27 de septiembre.

La tortura pública, así como la muerte y linchamiento en la plaza de Kabul del ex líder de la era soviética Najibullah, mostró al mundo el lado brutal de los talibán que, desde entonces, han tratado de neutralizar.

Los líderes talibán han presentado una imagen moderada a través de entrevistas a corresponsales extranjeros. Sin embargo, un incidente ocurrido la semana pasada, cuando un comandante talibán reprendió a un colega por hablar con periodistas "infieles" (entre los que había una mujer) cambió la actitud de los medios.

Esas tácticas han dado una mala publicidad a los talibán y contradicen los esfuerzos de sus dirigentes para presentar un rostro tolerante.

Los talibán son demasiado radicales incluso para Irán. El diario Jamhuri Islami, en Teheran, calificó a las milicias de "fosilizadas" y dijo que la captura de Kabul fue "diseñada por Washington, financiada por Riyadh y logísticamente apoyada por Islamabad".

Dentro de Afganistán, los talibán afrontan un problema práctico. Hay cerca de 60.000 viudas de guerra solo en Kabul y la mayoría de ellas trabaja y son único sustento del hogar. Por esa razón, los seis miembros de la cúpula taliban decidieron pagar salarios a las mujeres desempleadas aunque estén inactivas.

Mullah Wakil Ahmad, un miembro del Shura (consejo), dijo la semana pasada en Kabul que "pagaremos a las empleadas mujeres para que no estén expuestas a dificultades financieras. No obstante, mantenemos nuestra decisión que, en el futuro, las mujeres no podrán trabajar en oficinas del gobierno".

El orígen de los talibán es un misterio, pero hay coincidencia que el grupo tuvo sus raíces en las escuelas religiosas de la región fronteriza afgano-paquistaní, donde vive la mayoría de los afganos pashtún.

La primera victoria de los talibán hace dos años, cuando conquistaron la ciudad sudoriental de Kandahar, es ahora objeto de leyenda. Irónicamente para el grupo, que ahora pone restricciones a las mujeres, los talibán cumplieron una ejemplar venganza contra guerrilleros rivales que violaron colectivamente a una mujer local. (FIN/IPS/tra-en/ry/kd/an/ego/ip).

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