El representante en India del gobierno de Afganistán expulsado de Kabul anunció que el presidente Burhanuddin Rabbani prepara una ofensiva militar contra la guerrilla Talibán, que ya controla dos tercios del territorio del país.
El embajador Masood Jalili afirmó, en su primera aparición pública luego de que el grupo radical islámico capturó Kabul el 27 de septiembre, que las fuerzas leales a Rabbani se están reagrupando y lanzarán su contraataque "a su debido tiempo".
El triunfo de Talibán, organización que nuclea a antiguos estudiantes de teología exiliados en Pakistán durante la dominación soviética de Afganistán, provocó la huida del presidente y sus fuerzas al norte del territorio.
El nuevo régimen en Kabul impuso rígidamente la ley islámica ("sharia"), y prohibió en tal sentido la educación de las niñas y el trabajo femenino, así como estableció la obligatoriedad del uso de velo en las mujeres y de la barba en los varones.
"No sé cuándo y cómo contraatacarán, pero se están reagrupando y lo harán a su debido tiempo", dijo Jalili en una conferencia de prensa celebrada en la embajada de Afganistán en Nueva Delhi.
El diplomático sostuvo que la "marcha atrás" de las fuerzas progubernamentales fue necesario "para detener la sangría de la población civil en Kabul", que no habría podido resistir a Talibán, especialmente cuando la estación fría se acerca.
Rabbani se encuentra en Taleqam, capital de la provincia afgana de Kahar, al norte de Kabul. Según Jalili, los tres principales aliados del presidente expulsado detuvieron la marcha de Talibán en los tres valles que controlan.
El poderoso "señor de la guerra" de la minoría étnica uzbeka, Abdul Rashid Dostum, se unió a Rabbani, quien pertenece a la etnia tajik, una alianza sin precedentes desde el fin de la guerra civil en 1992. Esta coalición militar resistió los ataques de Talibán en el estratégico túnel Salang.
Las facciones de Rabbani y Dostum, junto con fundamentalistas islámicos que antecedieron a Talibán, formaron un frente común contra las fuerzas de ocupación soviéticas, a las que derrotaron en 1989 con ayuda de Occidente y después de 10 años de guerra.
Tres años después, los "mujaiddines" (como se denominó a los combatientes contra Moscú) derrocaron al presidente comunista Mohamed Najibullah.
Talibán recibe apoyo de Pakistán, mientras Rusia, India e Irán son, de hecho, aliados de Rabbani. Dostum, por su parte, cuenta con el respaldo de la república de Uzbekistán, antiguamente parte de la Unión Soviética.
Jalili reveló que Dostum y Rabbani se reunieron hace pocos días en Taleqam para considerar estrategias militares contra Talibán.
"Como todos los embajadores de Afganistán, sigo instrucciones de Rabbani. Excepto Pakistán, ningún país, que yo sepa, reconoció a Talibán, ni siquiera los 52 islámicos", dijo el diplomático.
Los comandantes militares de Rabbani en los valles de Panjshir y Ghoarband, al norte de Kabul, repelieron los ataques con artillería pesada, ametralladoras y aviones de combate efectuados por las milicias de Talibán, a las que obligaron a retroceder hacia la capital, sostuvo Jalili.
De todos modos, el embajador manifestó que Rabbani conserva la puerta abierta para restaurar las negociaciones políticas entre las distintas facciones. "La prioridad del gobierno es mantener el diálogo", agregó.
El diplomático afirmó que el régimen de Rabbani no descarta la mediación de paz ofrecida por el exiliado rey de Afganistán, Zaheer Shah.
Afganistán sufre una cruda guerra civil desde la irrupción en su territorio de tropas soviéticas que instalaron un gobierno comunista en Kabul en diciembre de 1979.
A pesar de que Moscú retiró sus fuerzas poco después de la disolución de la Unión Soviética, grupos mujahiddines que rivalizan entre sí combaten desde entonces por el control de Kabul.
Talibán es, en cierto modo, un recién llegado a la guerra civil. Sus milicias se originaron en los colegios religiosos de Pakistán a los que asistían fundamentalmente hijos de exiliados durante la ocupación soviética.
Las milicias fundamentalistas tomaron el control de la provincia de Herat en 1995.
La amenaza de la guerrilla islámica fue la principal razón para que Rabbani dirimiera el año pasado sus diferencias con el hoy primer ministro de su gobierno, Gulbuddin Hekmatyar, de etnia patana, mayoritaria en el país, y el comandante militar Ahmed Shah Masood.
"Lo mejor, para nosotros, sería resolver nuestros problemas con Talibán a través del diálogo y no por medios militares", aseguró Jalili, quien, de todos modos, manifestó sus dudas al respecto pues, dijo, la guerrilla rechazó en reiteradas ocasiones las ofertas de Rabbani en tal sentido.
Las fuerzas leales a Rabbani acusan a Pakistán de dar cobijo y entrenamiento militar a Talibán a través de sus agencias de inteligencia.
La primera ministra de Pakistán, Benazir Bhutto, negó cualquier vínculo entre su país y el grupo radical islámico, y calificó esa versión de "propaganda". "Desmiento a quienes afirman que Talibán es nuestro bebé", declaró en Londres este martes a un diario indio.
Sin embargo, Pakistán fue el primer país que reconoció en forma oficial al nuevo régimen en Kabul.
"Aprobemos o no las políticas de Talibán, ahora existe una autoridad central en la mayor parte de Afganistán contra los señores de la guerra y Pakistán lo percibe como un hecho positivo", dijo el ministro del Interior, Naseerullah Bahar.
Pakistán también considera que India, su histórica archienemiga, conspiró junto a Rabbani contra su gobierno.
Islamabad debería "medir las consecuencias que deberá pagar, inevitablemente, por su amistad con Talibán", entre ellas "la carga de miles de refugiados" y la reversión de "la ayuda exterior en momentos en que la economía pakistaní está en problemas", dijo Babar.
"Un cuarto de millón de personas huyó de Kabul en las últimas seis semanas y Pakistán no los deja entrar en su territorio. La mayoría se refugió en la región oriental de Afganistán", explicó Jalili.
Mientras tanto, la imposición de duras leyes sociales y religiosas en Kabul recibe la condena de numerosos gobiernos y grupos de defensa de los derechos humanos en todo el mundo, lo cual ya está comenzando a preocupar a Islamabad.
"Un país conservador como Arabia Saudita es, por lejos, más realista respecto de los derechos de la mujer. Ni siquiera un país ultraconservador como Irán llega a los extremos que sobrepasó Talibán", dijo el abogado paquistaní Asma Jahangir. (FIN/IPS/tra- en/am/mu/an/mj/ip/96