A horcajadas entre Guayana y Guayana Francesa, en el hombro oriental de America del Sur, las aldeas del interior de Suriname todavía son un vívido recuerdo de la devastación provocada por seis años de guerra civil.
Clínicas saqueadas, escuelas todavía inactivas, caminos intransitables, falta de agua corriente y electricidad, constituyen el pan cotidiano de los lugareños.
Muchos aldeanos se ven obligados a caminar kilómetros a través de las fronteras en un esfuerzo para llevar sus hijos enfermos al único médico que viene a la aldea una vez por mes, porque hay numerosas poblaciones que carecen de clínicas y las enfermedades endémicas como la malaria son comunes.
Los signos de pobreza están en todas partes. Hombres jóvenes, niños y un creciente número de mujeres mendigan en las calles.
"¡Hay tanta miseria en esta aldea!… Nunca hubo una escuela. No tenemos electricidad, ni agua ni medios de subsistencia. Tampoco podemos ir a excavar oro porque no tenemos licencia", declaró el jefe Anapaike, de la aldea Kawemhakan.
Azorados por la masiva declinación de la calidad de vida en el interior, líderes aldeanos y organizaciones no gubernamentales (ONG) esrán tratando de contener la emergencia.
También esperan frenar el impacto de los programas oficiales de reformas económicas, que han provocado un colapso en el nivel de vida de 400.000 personas, 80 por ciento de las cuales se encuentran debajo del nivel de pobreza extrema y un 30 está sin trabajo.
La Unión de Indígenas de las Aldeas de Suriname (VIDS), junto con representantes de organizaciones aldeanas femeninas y la Organización de Indígenas de Guayana Francesa, están buscando los medios para usar los abundantes recursos naturales, que siguen intactos porque los residentes carecen de medios y habilidad.
Pesca, oro, madera y diamantes pueden ser hallados en numerosas áreas.
Muchas aldeas vivieron épocas mejores pero fueron devastadas por la guerra de guerrillas (1986-1992). Durante el conflicto, los residentes del interior destruyeron importantes infraestructuras, como caminos, y dañaron severamente la vital industria de bauxita.
Cuando cesaron las hostilidades, la atención sanitaria, educación, transporte y sistemas de abastecimiento de agua, tal como fueron antes de la guerra, quedaron en ruinas.
Las acciones de guerrilla fueron realizadas por un grupo tribal bosquimano contra la jerarquía militar del país, debido a que los planes oficiales para desarrollar el interior movió a los indígenas a considerar que violaba la autonomía de su sociedad.
No obstante, dos aldeas que ahora se recuperan lentamente, están situadas en la boca del Río Marowijne, sobre el linde con la Guayana Francesa, y son Christiaankondre y Langamankondre.
Con 2.000 habitantes entre ambas, la mayoría ha aprendido exitosamente el arte de la pesca y la construcción de embarcaciones, en un esfuerzo para mejorar sus condiciones. El turismo está asomando en esta área con la construcción de una casa de huéspedes, una panadería, una tienda comercial y una radio.
"Estamos tratando de desarrollar las aldeas, pero avanzamos lentamente. Tenemos un lugar para turistas pero necesitamos agua, materiales y herramientas. Estoy elaborando un proyecto sobre ecoturismo que dará empleo a los jóvenes y evitará que se marchen de la aldea", declaro Armand Karwafodi, un jefe local.
Las ONG confían en tener acceso a donaciones otorgadas al gobierno surinamés por Holanda, para iniciar un programa de reconstrucción y educar ecológicamente a los aldeanos en el uso de recursos naturales.
Al revés de Christiaankondre y Langamankondre, Kwamelasemutu, situada en el límite sudoeste del interior, es una de las aldeas que más padece privaciones. Es imposible llegar por carretera y, pese a que hay abundancia de aves y nueces que los lugareños pueden vender en la ciudad, el transporte aéreo es prohibitivo.
Hay oro, pero se establecieron límites para las cantidades que los aldeanos pueden excavar porque el gobierno inició negociaciones con compañías internacionales para realizar actividades mineras.
"Los aldeanos no pueden pedir una licencia porque el área es para otros y, aunque la consigan, carecen de materiales y medios para excavar oro por cuenta propia", declaró Karwafodi, jefe de la aldea de Matta.
Otros líderes aldeanos han puntualizado que el enfoque sobre desarrollo debe incluir a las mujeres. Un jefe dijo que las mujeres deben ser sacadas de "las profundidades de la pobreza".
Algunas ONG han logrado reclutar voluntarios en América del Norte para que vengan a Donderskam y enseñen inglés y administración de dinero a mujeres y niños.
"La voluntaria imparte lecciones de inglés a nuestros niños y adultos. Su marido enseña administración de negocios. Aprendemos a gastar dinero correctamente", dijo un aldeano entusiasta. (FIN/IPS/tra-en/rvdk/cb/ego/pr).
= 09181027 DAP002