REPUBLICA CHECA: Ucranianos ilegales, una mano de obra explotable

La escena ya es común. Un harapiento joven ucraniano que aborda en la calle a una mujer y le dice en mal checo "por favor, no tengo documentos y es importante que no me atrape la policía, ayúdeme…"

El joven es uno de tantos indocumentados que deambula cada domingo cerca del Centro de Exposiciones de Praga y la estación central de ferrocarril en busca de empleo ilegal.

Casi siempre se los encuentra en grupos, intercambiando cigarrillos o charlando, a la espera que algun capataz de una obra en construcción les encomiende alguna tarea por una paga miserable.

Esta vez no tuvo suerte. La policía lo detuvo e inició los trámites para deportarlo. No obstante, la mayoría de las veces, las autoridades toleran el mercado ilegal de trabajo.

Los checos comprenden los motivos. Muchos locales tambien cruzan la frontera y buscan trabajo ilegal en Alemania o Austria, donde en un mes llegan a cubrir los ingresos de todo un año.

Un informe emitido en febrero por la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) explicó la situación. Mientras el producto bruto por persona en Austria totaliza 19.115 dólares anuales, en la República Checa alcanza a 8.422 dólares y apenas a 3.310 dólares en Ucrania.

Esa desigualdad ha empujado gran cantidad de ucranianos a la República Checa, a menudo por redes ilegales de tránsito controladas por el crimen organizado.

Solo 3.000 inmigrantes cuentan aquí con documentación legal para residir y trabajar. El resto, incluyendo 40.000 ucranianos entre una fuerza ilegal de trabajo estimada en 70.000 unidades, entró al país clandestinamente o con visas turísticas.

El tráfico es beneficioso para todos aquellos involucrados, si bien favorece más a criminales y empleadores ilegales que a los pobres ucranianos.

"Los inmigrantes ucranianos aceptan tareas que ningún checo quiere realizar en el sector de la construcción", apuntó Lucas Cernak, un capataz que controla a un grupo de trabajadores ucranianos en Praga. "Cargan y descargan ladrillos, traen cemento y asfalto en carretillas, son operarios de la más baja categoría".

Funcionarios policiales denunciaron que el transporte de mano de obra ucraniana es manejado por el crimen organizado con base en Kiev, el cual tiene los contactos para obtener visas turísticas.

Las leyes checas dan facilidades a extranjeros para instalar negocios en el país, y la mayoría de las 800 firmas ucranianas que fueron fundadas aquí son reclutadas para trabajos falsos u obtienen visas para otros empleados.

"Soy un privilegiado porque tengo permiso de trabajo", declaró Vania Slepichev, un obrero de la construcción en Praga. "Mi compañía (en Ucrania) quiere pagarme mensualmente el equivalente de 15 dólares, pero aquí cualquiera que acarrea ladrillos gana hasta 280 dólares por mes".

Tiene suerte. Aquellos que trabajan ilegalmente no están protegidos contra los abusos patronales, accidentes industriales o atención médica y sus sueldos son inferiores al promedio de los estipendios checos.

Un obrero de la construcción checo puede ganar hasta 4,5 dólares por hora mientras los trabajadores ilegales obtienen la mitad de esa cifra, de la cual una parte va a manos de los hampones que los hicieron ingresar al país.

Los empleadores tambien pagan su parte a la banda de Kiev que les proporciona mano de obra barata, pero se recuperan rápidamente con el ahorro de impuestos y tasas de seguridad social para sus obreros ilegales.

Los trabajadores clandestinos viven en condiciones deshumanas, dos a seis personas en pequeñas habitaciones sin instalaciones sanitarias y trabajan 12 horas diarias siete días por semana.

Los que protestan pierden instantáneamente el trabajo. Un ucraniano atacó a su patrón luego que por tercer mes consecutivo recibió un salario de solo 19 dólares.

"A pesar que vivía solo de agua, pan y cebollas, no podía ahorrar nada", explicó un colega checo. "Con el dinero que obtenía ni siquiera pagaba la renta".

"Nada puede excusar el reclutamiento ilegal de trabajadores, pero no podemos diferenciar en la frontera un turista de un clandestino", declaró Jiri Kopejtko, jefe de la división de trabajadores inmigrantes en Praga.

Kopejtko dijo que la situación actual no puede continuar. "He pedido a todas las oficinas regionales de empleo que me informen de cuántas vacantes disponen en el sector turístico así podemos emplear ucranianos legalmente", agregó.

Sin embargo, el costo para el empleador y la reluctancia de conchabar ucranianos, que como los rusos no son populares en la postcomunista Republica Checa, significó que el pedido de Kopejtko tuvo escaso eco. Aunque los centros turísticos del norte informaron de miles de vacantes, recibió solo cuatro respuestas.

El ministro del Interior, Jam Ruml, está considerando ahora la posibilidad de restringir las visas. Paralelamente, un acuerdo laboral checo-ucraniuano entrará pronto en vigor. El arreglo establecerá una cuota anual de permisos de trabajo para ucranianos, que evitará su explotación ilegal.

Algunos empleadores están ahora resistiendo la tentación de pagar sueldos bajos a ucranianos y han cortado su vinculación con intermediarios que proveen la mano de obra ilegal. Por el contrario, tratan directamente con el trabajador y esto ha dado beneficios mutuos.

Pavla Martinkova, jefa de personal de un hospital de Praga, dió trabajo a cinco mujeres ucranianas. "Tienen el mismo sueldo que sus colegas checas y los agentes (intermediarios) ya no pueden sacarle el dinero", dijo. (FIN/IPS/tra-en/jc/mm/rj/ego/lb).

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