/REPETICION/ ESTADOS UNIDOS: El boicot gana fuerza como herramienta de presión

Los consumidores de Estados Unidos tienden, cada vez más, a vaciar sus bolsillos de acuerdo con sus ideales, lo que vuelca frecuentemente su dinero fuera de las arcas de las compañías nacionales más célebres.

El boicot selectivo contra empresas que invierten en países que sufren regímenes dictatoriales o que permiten el maltrato a sus trabajadores ha sido fundamental en las campañas de aislamiento contra los gobiernos de Sudáfrica o Haití o, aun hoy, de Nigeria o Birmania.

Los defensores del boicot aprendieron una lección de sus victorias, y es que los consumidores de Estados Unidos están preparados para volver la espalda incluso contra las marcas más afamadas si están vinculadas con condiciones de trabajo inhumanas o violaciones de derechos humanos.

Más de una importante empresa aprendió también la lección, y el amplio abanico integró tanto a Shell Oil como a Pepsi Cola, tanto a Walt Disney Corporation como a The Gap.

"La gente tiende a apuntar contra blancos que se relacionan con sus vidas personales", dijo Richard Knight, un investigador de la Fundación Africana, que jugó un importante papel en la campaña contra Sudáfrica.

En ese caso, recordó, la rama de su organización en la ciudad de Atlanta, Georgia, boicoteó a Coca Cola, no porque fuera un inversor significativo en Sudáfrica, sino porque todos conocían o compraban esa marca de refrescos.

Del mismo modo, algunos grupos de universitarios desarrollaron un boicot exitoso contra los cereales Kellogg's y otros alimentos para el desayuno pues se trataba de productos "sobre los cuales los estudiantes podían actuar".

Hoy, las campañas para aislar al régimen de Sani Abacha en Nigeria tienen como "víctimas" más notorias a compañías petroleras como Shell Oil y Mobil.

Oakland, California, tiene una ley en vigencia que prohíbe a la ciudad invertir en cualquier compañía que tenga negocios con Nigeria, y Knight confía en que otras urbes, como Nueva York, sigan el ejemplo.

Pero un boicot nacional contra Shell Oil, como el convocado por los opositores al apartheid en la década del 80, aún está por verse.

Los acontecimientos en el país a cuyos gobiernos se pretende desalentar son el principal impulso de estas campañas, según Knight. La masacre ocurrida en Soweto en 1976 alentó el boicot contra Pretoria, y la ejecución en Nigeria del ambientalista Ken Saro-Wiwa el año pasado tuvo un efecto similar.

Lo mismo sucede con respecto al régimen en Rangún, sostuvo Thaung Ahtun, activista del Grupo de Apoyo a Birmania de Nueva York.

Las información relativa a las reiteradas violaciones de los derechos humanos en el país asiático se combina con la celebridad de la dirigente opositora Aung San Suu Kyi, quien recibió el premio Nóbel de la paz.

Las noticias en tal sentido impulsaron las campañas contra compañías que invierten en Birmania, como Pepsi Cola y la petrolera Unocal, dijo Ahtun.

También son blanco de boicot empresas famosas, especialmente del ramo del vestido y el calzado, cuyas subsidiarias en el extranjero reciben acusaciones de maltrato a sus empleados.

"Los consumidores quieren escuchar la otra parte de la historia" cuando los trabajadores extranjeros protestan contra una gran compañía estadounidense, dijo Barbara Briggs, del Comité Nacional de Trabajo (NLC), grupo que vigila las condiciones laborales en América Central y el Caribe.

Briggs recordó la excelente respuesta de los consumidores a la campaña lanzada contra las tiendas The Gap por encubrir malas condiciones de trabajo en Mandarín, una fábrica de ropa en El Salvador contratada por la cadena.

"Miles de personas en todo el país se involucraron", dijo la activista. Semanas más tarde, The Gap y el NLC acordaron una inspección independiente en la fábrica salvadoreña.

Otra campaña efectuada por el NLC contra Global Fashion, empresa de Honduras que contrataba muchachas adolescentes a baja paga con extenuantes jornadas, fue aun más exitosa pues la fábrica confeccionaba ropa de la marca Kathie Lee, propiedad de la conductora de programas televisivos Kathie Lee Gifford.

Tanto Briggs como otros activistas del NLC desconocían la fama de Briggs y, por lo tanto, no estaban preparados para las consecuencias de la campaña, que recibió una amplia difusión.

Atónita por la mala publicidad, Gifford y la cadena de tiendas Wal-Mart, que vende la ropa de la marca Kathie Lee, decidieron mejorar las inspecciones sobre las condiciones de trabajo en Global Fashion y en otras fábricas que confeccionaban esos vestidos.

Estas victorias provocaron numerosas campañas similares en los últimos meses. La empresa Nike impidió por la fuerza, en julio, la entrada a su casa matriz en Oregon de Cicih Sukaesih, despedido de una fábrica indonesia que confeccionaba calzados para la firma estadounidense.

Pero Nike decidió rápidamente mejorar la vigilancia sobre las condiciones de trabajo de sus subcontratistas en Indonesia.

"Los consumidores verán con beneplácito las mejoras en las condiciones de trabajo mientras eso no ocasione un aumento en los precios minoristas. Quieren asegurarse de que sus compras no están producidas por trabajadores con baja paga o abusados", dijo Medea Benjamin, directora del grupo Global Exchange.

Los ataques contra las imágenes de las empresas pueden dar buenos resultados, pero también provocan fuertes respuestas de los acusados. La mayoría de las compañías denunciadas argumentan que sus inversiones en el extranjero ayudan al desarrollo de los países pobres.

Donna Gibbs, portavoz de Nike, dijo que grupos como Global Exchange, que financió el viaje de Sukaesih, "promueven el cierre de fronteras".

"No les gusta que Nike contrate trabajadores fuera de Estados Unidos y nunca intentaron conocer las prácticas de producción de la empresa", sostuvo Gibbs.

Por su parte, Phil Knight, presidente de la compañía, dijo que "las buenas empresas son las que sacan a los países de la pobreza".

El director del NLC, Charles Kernaghan, negó que su grupo pretenda que las empresas estadounidenses se retiren del mundo en desarrollo, pues, aseguró, aspira a que aumente los sueldos y mejore las condiciones de trabajo.

La actual campaña contra las actividades de la Walt Disney Corporation, por ejemplo, se dirige a elevar de 28 centavos de dólar por hora a 58 el salario mínimo de los trabajadores que confeccionan ropa para la firma en el país caribeño.

En cuanto a las campañas contra la dictadura birmana, los activistas afirman que no rechazan la inversión, pero acotan que estos emprendimientos no le ofrecen ningún beneficio al país.

"No estamos de acuerdo con la inversión extranjera", pero en asociaciones entre el estado y empresas como Unocal "el lucro se dirige directamente a los bolsillos de los generales", dijo Ahtun.

Por eso, afirmó, lo mejor es seguir el ejemplo de firmas como Levi-Strauss y Reebok, que, directamente, se retiraron de Birmania. (FIN/IPS/fah/yjc/mj/if lb hd ip/96

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