El deterioro de los recursos naturales en América Latina tiene consecuencias en los ecosistemas, en las comunidades que habitan en ellos y en la economía de cada país, y es un factor detonante de permanentes conflictos socioambientales.
"Los conflictos ambientales marcarán la pauta de la agenda política del siglo XXI y urge plantear salidas viables", comentó a IPS Pablo Ortiz, consultor del programa de Bosques, Arboles y Comunidades Rurales (FTPP), del Fondo de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
Cada vez más en todo el mundo "se toma conciencia del problema de la preservación de los recursos forestales", afirma Ortiz. Sin embargo, "cada quien tiene su propia perspectiva respecto al manejo adecuado de los ecosistemas".
Según el especialista, muchos ambientalistas, por ejemplo, "intervienen en los conflictos de manera subjetiva, pues su intención es más general y apunta a resolver un problema de futuro, que es el de mantener los recursos naturales por el bien de la humanidad".
Los Estados han asumido una responsabilidad ambiental en base al significado económico que representa la preservación, pues "estos recursos forman parte de las llamadas economías nacionales y aportan un sinnúmero de bienes, para los distintos sistemas de producción".
Por otro lado se encuentran las comunidades de campesinos, indígenas y colonos, que viven de estos ecosistemas "y que demandan soluciones rápidas y concretas".
Bajo esta perspectiva, la FAO/FTPP presentó una Guía Metodológica de Manejo de Conflictos Socioambientales, donde se promueve una concepción alternativa de estos problemas.
Los conflictos en torno a los recursos naturales deben ser entendidos como situaciones que combinan elementos positivos y negativos y "donde existe una oportunidad de cambio", afirma el experto.
La guía metodológica se basa en el estudio de 67 casos de conflicto y en talleres de participación de las comunidades indígenas, colonos y campesinos de la Cuenca Amazónica y de la región andina de Bolivia, Ecuador y Perú.
Según este documento, cuando se establece una relación de competencia por los recursos naturales entre distintos actores, cada cual con sus propios intereses, "se conforma el marco adecuado para el origen y desarrollo de los conflictos".
"Nosotros estamos más interesados en los conflictos entre desiguales", aquellos "donde intervienen comunidades frente a actores con mayor poder económico y político, como industrias y agencias estatales", explicó.
En la Amazonia ecuatoriana, por ejemplo, el llamado "boom petrolero" de los 70, fue el detonante de muchos conflictos prolongados y desgastantes entre comunidades indígenas, colonos, petroleras trasnacionales, ambientalistas y el propio Estado, que hasta ahora se vienen gestando.
El proceso de incorporación y ocupación de estos territorios a los controles del Estado, en primer lugar, significó una alteración brusca de la forma de vida de las comunidades indígenas que habitan ahí desde hace miles de años.
Con el asentamiento paulatino de la industria petrolera, que significó una depredación inusitada de la región, los territorios se convirtieron en un punto de desarrollo económico que produjo su colonización.
Para las comunidades indígenas, en este caso, "el punto de conflicto proviene de la transformación de su forma de vida", apunta Ortiz, pues "son comunidades que viven de la recolección, de la caza y de la pesca y que de repente ven afectadas sus fuentes de sobrevivencia".
La mayoría de los conflictos petroleros en la Cuenca Amazónica se han gestadon por el desplazamiento de las comunidades indígenas de sus territorios, por la escasez de alimentos debida al deterioro ambiental y por el irrespeto a sus tradiciones por parte de los colonos y trabajadores del sector hidrocarburífero.
"Para nosotros la ecología comienza a tener un sentido", dijo a IPS Valerio Grefa, dirigente de la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA), pues "es una herramienta que puede ayudarnos a solucionar problemas concretos".
No existen soluciones ni salidas perfectas, según Ortiz, lo importante "es que las comunidades reconozcan su potencial para diseñar estrategias y propuestas para el manejo de los conflictos" y principalmente "que acepten que existe un problema y que asuman una posición frente a él".
Entablar el diálogo con una posición concreta y definida, es el primer paso, "más no siempre la contraparte está dispuesta a dialogar" y por esta razón, es necesario "estar preparados para cualquier tipo de reacción", señala el técnico de la FAO.
Según la Guía Metodológia de la FAO/FTPP, con el sociodrama y otras técnicas de participación, las comunidades han logrado descubrir su potencial para comprender los problemas de forma más global, y las distintas variables que existen en los conflictos.
La Guía "no es un recetario para cualquier circunstancia, sólo pretende expresar la secuencia lógica de los conflictos que involucran a comunidades rurales frente a otros actores", concluyó Ortiz. (FIN/IPS/mg/jc/en/96