La violencia que no cesa en esta ciudad, Cisjordania y Gaza devino hoy en, al menos, otras nueve muertes, lo que elevó la cifra total de muertos a 74, 61 palestinos y 13 israelíes, mientras la crítica situación económica se perfila como la principal causa de los enfrentamientos.
Los apremios económicos que sufren los palestinos y la política de línea dura de Israel, subyacen como causa de los tres días de los peores enfrentamientos en Cisjordania y Gaza registrados desde la intifada, el alzamiento de siete años contra la ocupación israelí.
La violencia se desató el miércoles en la ciudad cisjordana de Ramallah, en reacción al anuncio de Israel de que abriría un túnel bajo la Ciudad Vieja de Jerusalén, medida que según palestinos viola sitios sagrados islámicos.
Este viernes, soldados de Israel atacaron la Explanada de las Mezquitas, matando a tres palestinos al disparar balas de goma y gas lacrimógeno contra manifestantes.
En Jericó y Qalqilya, la policía y manifestantes palestinos enfrentaron a soldados israelíes, con un saldo de dos víctimas palestinas y una israelí.
Mientras, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, dijo este viernes que el líder palestino, Yasser Arafat, y la Autoridad Nacional Palestina (ANP) deben "renunciar totalmente" a la violencia, y descartó la posibilidad de ceder ante presiones para resolver la crisis.
El primer ministro, que según sus voceros habló directamente con Arafat por teléfono, dijo que el proceso de paz ha sido "minado" por los palestinos y su uso de las armas.
Las condiciones económicas, la frustración en relación a Jerusalén, y un sistema bajo el cual los palestinos deben solicitar permiso para ingresar a la disputada ciudad llevaron al deterioro de la economía palestina, que tiene un índice de desempleo que alcanza hasta 60 por ciento, señalaron los dirigentes.
Antes del sistema de permisos, unos 120.000 palestinos tenían empleos en Israel. Actualmente, menos de 40.000 trabajadores tienen autorización, como resultado del cierre de seguridad por siete meses impuesto por Israel tras una serie de ataques suicidas en febrero y marzo.
El cierre aísla a los palestinos en Cisjordania y Gaza, dejando a familias enteras sin ingresos. Muchos logran cruzar la frontera en busca de trabajo, corriendo el riesgo de la vigilancia de soldados israelíes. Si son detenidos, se los multa con 150 dólares y dos días de prisión, antes de ser enviados a Cisjordania.
Para muchos de los jóvenes que participaron en las manifestaciones de esta semana, la imposibilidad de ingresar a Jerusalén para buscar trabajo fue una de los principales motivos de queja.
En Ramallah, uno de los manifestantes portaba un cartel con un dibujo de la mezquita de Omar, el tercer sitio más sagrado del Islam, que se convirtió en símbolo de la libertad de acceso de los palestinos a la ciudad.
"Nadie puede entrar a Jerusalén. Israel sitió la ciudad", se lamentó Mahmoud Rashid, estudiante de 23 años de la Universidad Birzeit, en Cisjordania.
Los economistas palestinos estiman que la economía de Gaza y Cisjordania pierde cuatro millones de dólares diarios a causa de los salarios que no pueden ganar los trabajadores y el comercio que se pierde entre Israel y los territorios controlados por la ANP.
El resultado fue una disminución del producto bruto interno estimado por algunos economistas en más de 25 por ciento que en el año anterior a la instauración del sistema de permisos. Paradójicamente, este deterioro económico coincidía con la creciente expectativa positiva cifrada en el proceso de paz.
En vez de mejorar, la calidad de vida de los palestinos disminuía a medida que avanzaba el proceso de paz con Israel, lo que provocó mayor frustración.
Sin un sistema de bienestar social al cual acudir, las familias que no contaban con fuentes de ingresos debieron depender de la caridad internacional para sobrevivir.
Analistas palestinos sostuvieron que la población soportó las dificultades mientras confiaron en que los acuerdos de paz con Israel podrían derivar, eventualmente, en la independencia.
Pero esas esperanzas se desvanecieron con el triunfo electoral de Netanyahu y de su partido, el derechista Likud. Desde que asumió el cargo, el primer ministro dejó en claro su rechazo a la constitución de un estado palestino en Cisjordania y Gaza.
Además, Netanyahu se opuso a cualquier compromiso con respecto a Jerusalén, ciudad considerada capital tanto por palestinos como por israelíes.
Además, aún no se ha producido el retiro de los soldados israelíes del poblado cisjordano de Hebrón, ni la apertura de un "corredor seguro" entre Cisjordania y Gaza, dos disposiciones del acuerdo de paz de Oslo.
Estas medidas aliviarían el aislamiento de los enclaves palestinos y mejorarían su situación económica.
Mientras tanto, la pequeña Palestina permanece estrechamente vinculada a la economía de Israel, que mueve 60.000 millones de dólares por año. A pesar de que el ingreso por persona de los israelíes es mucho mayor al de los palestinos, el precio de los bienes es el mismo en Gaza que en Tel Aviv.
"El problema es que las dos economías están atadas una a la otra. En vez de funcionar como un país separado, Gaza parece un barrio de Tel Aviv", dijo un funcionario de Naciones Unidas. (FIN/IPS/tra-en/dh/fn/lp-mj/ip if/96