El delegado permanente de Bulgaria en la ONU, Slavi Pashovski, protagoniza una batalla verbal con el gobierno socialista de su país y podría convertirse en la última víctima de aquellas tensiones propias de la guerra fría.
Pashovski afirma que el gobierno quiere deshacerse de él y que incluso ha puesto una cocinera en la nómina de su residencia, la cual vigila los actos de la misión pero no cocina.
El gobierno del primer ministro Jean Videnov, por su parte, alega que Pashovski no sigue los lineamientos de la política exterior oficial y que debería dimitir.
El episodio, en el fondo, no es sino un reflejo de un serio conflicto político dentro de Bulgaria, que afecta incluso a las relaciones de poder entre las instituciones del Estado búlgaro.
El diplomático, que fue nombrado por el actual presidente no socialista, Zhelyu Zhelev, se aferra a su puesto y se propone poner en aprietos a la delegación oficial de Bulgaria al período ordinario anual de la Asamblea General, cuyas sesiones plenarias comenzarán este lunes.
Ha sido precisamente la exclusión de Pashovski de la delegación a la Asamblea General -donde no suelen faltar los representantes permanentes- lo que ha desencadenado esta serie de acusaciones entre el gobierno búlgaro y su diplomático.
Pashovski comenzó afirmando que el nuevo Parlamento que se ha instalado en Sofía "ataca el orden constitucional y busca apropiarse de todo el poder estatal".
El diplomático fue nombrado hace cuatro años cuando tanto la Presidencia como el Parlamento de Bulgaria representaban a fuerzas opuestas al anterior régimen estalinista de Todor Zhivkov, que era respaldado por la Unión Soviética.
Por lo tanto, sólo puede ser cesado a pedido de Zhelev o por un eventual nuevo presidente, después que se celebren elecciones presidenciales al finalizar este año.
Aunque su permanencia esta asegurada por algunos meses más, Pashovski sostiene que su trabajo se hizo más difícil a partir del momento en que volvió al poder, hace dos años, el Partido Social Demócrata, como ahora se llama el viejo Partido Comunista.
El gobierno de Videnov ha prometido defender la democracia, mantener tanto la política de libre mercado como una red de seguridad social y fortalecer el diálogo con la Organización del Tratado del Atlántico Norte.
Pashovski, por el contrario, insiste en que los esfuerzos del gobierno por marginar a su misión en el trabajo o simplemente forzarle a que se vaya, son demostración de cuáles son sus verdaderos colores políticos.
"¿A quién están ustedes tratando de engañar?", escribió Pashovski en una carta abierta a Videnov y al ministro de Asuntos Exteriores, Gueorgui Pirinski.
"No me parece que existan razones para esperar que ustedes arrojen a la basura los diplomas recibidos en Moscú, para ir en busca de sus raíces búlgaras", añadió el diplomático.
Pirinski acusó a Pashovski, en una declaración oficial, de faltar a su obligación constitucional de ejecutar la política exterior del país. En consecuencia, añadió, el gobierno pidió a Zhelev en noviembre pasado que destituyera a Pashovski, lo que fue rechazado por el Presidente.
"Es una práctica universal que cualquier funcionario -y en particular un diplomático- que discrepa con la política de su gobierno, debe renunciar a su puesto de una manera honorable", expresó el ministro.
Este conflicto no es muy diferente de los que han debido afrontar muchas representaciones en las Naciones Unidas, debido a los constantes cambios de gobierno en algunos países.
En particular en Europa oriental, los cambios políticos dieron motivo a una serie de tensos relevos en las delegaciones, al volver al poder por la vía electoral los antiguos partidos comunistas, no sólo en Bulgaria, sino también en Hungría, Polonia y Eslovaquia. (FIN/IPS/tra-en/fah/yjc/arl/ip/96