La cumbre árabe-israelí de este martes y miércoles, apresuradamente convocada por Estados Unidos, podría significar el comienzo del fin de la dominación ejercida por Washington sobre los sucesos de Medio Oriente durante los últimos cinco años.
Aunque aparentemente ninguna otra potencia está en condiciones de desplazarlo en esa función, Estados Unidos -sorprendido por la violencia desatada la pasada semana entre palestinos e israelíes- parece cada vez menos capaz de mantener a raya a sus clientes de la región, o siquiera de hacerlos venir a Washington.
Si, como parece, el presidente egipcio Hosni Mubarak mantiene su negativa a la invitación de la Casa Blanca y el primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, no se compromete claramente a cumplir con el retiro de sus tropas de Hebrón, la declinación de la influencia de Washington será más clara que nunca desde el comienzo del proceso de paz, tras la guerra del Golfo. (FIN/IPS/tra-en/jl/ml/ip/96
