MALI: Expulsiones de Francia y Angola dejan la pobreza al desnudo

La expulsión a fines de agosto de cientos de ciudadanos de Malí desde Francia y Angola hizo que el mundo entero posara una mirada, quizás demasiado rápida, sobre este país, uno de los más pobres del mundo.

"Evitamos reaccionar de inmediato ante estas expulsiones repentinas para evitar involucrarnos en los asuntos internos de este o aquel país. Siempre quisimos resolver estos problemas con nuestros socios políticamente", dijo el presidente de Malí, Alpha Omar Konare, en un mensaje a través de la radio.

Esta declaración fue, a principios de mes, el primer comentario público sobre la llegada de 45 malíes expulsados de Francia y alrededor de mil procedentes de Angola a fines de agosto.

Los expertos atribuyen la alta emigración que sufre Malí a la extrema pobreza que cunde en esta nación sin costas, cuyo territorio es, en su mayor parte, desértico o semidesértico.

El Informe de Desarrollo Humano elaborado en 1996 por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo ubicó a Malí en el lugar 171 entre 174 países analizados por la calidad de vida que ofrece a sus ciudadanos.

Muchos de los nueve millones de habitantes del país dependen de las remesas de dinero que les envían sus familiares desde Europa o cualquier parte del mundo.

Funcionarios del gobierno de Francia estimaron que cada malí que trabaja en el país europeo envía entre 30 y 40 por ciento de sus ingresos a su familia en Africa. Este dinero es destinado con frecuencia al funcionamiento de escuelas, hospitales y obras de infraestructura.

A pesar de las penosas imágenes de las deportaciones, muchos malíes desean abandonar su país pues el empobrecimiento que provoca la migración no cede. El propio presidente Konare está al tanto de esa situación.

"Esperamos desarrollar un real programa de desarrollo con nuestros socios. Solo la batalla por el desarrollo hará que nuestros compatriotas se queden en casa", dijo.

Algunos malíes parecieron aceptar de mejor talante las expulsiones desde Francia que las de Angola, país al que acusan de ingratitud. Otros países de Africa, entre ellos Malí, apoyaron a Angola durante su guerra contra el colonialismo de Portugal.

"Esto es deplorable, sobre todo cuando hablamos de libre movimiento de bienes y de personas en tantos foros" regionales, dijo Mamadou Maiga, secretario de Integración de la gobernante Alianza por la Democracia en Malí (Adema).

"No puedo entender que Angola y algunos otros países africanos envíen de regreso a personas de origen africano. Que Francia lo haga es comprensible. Pero que lo haga un estado de Africa es escandaloso", agregó Maiga.

Otra fuente de amarguras fue la insensibilidad con que se produjeron las expulsiones.

"Me capturaron en el trabajo. Me pidieron los documentos, y los entregué sin vacilar porque pensé que era un trámite de rutina. Ya me había acostumbrado a eso", dijo uno de los expulsados, que residía en Luanda, capital de Angola.

"Pero, para mi sorpresa, me llevaron derecho al aeropuerto. Llegué a Malí sin un centavo ni un gramo de equipaje", relató el deportado a una emisora de radio. Esta operación fue denominada "Cáncer II" por las autoridades en Luanda.

El propio Konare criticó el manejo de las deportaciones y manifestó que las autoridades de los otros países debían respetar la dignidad de los individuos.

"Algunas personas fueron enviadas a Malí sin nada encima. En algunos casos, incluso, se podría hablar de saqueo. El gobierno de Malí, que maneja este problema en colaboración con sus socios, tendrá esto en cuenta", dijo el mandatario.

De todos modos, la reacción oficial a las expulsiones fue algo suave. Se produjeron muchas críticas a la acción de Francia en una reunión del partido de gobierno después del arribo del primer avión desde ese país el 25 de agosto.

Sin embargo, una marcha de protesta prevista para el día 4 en Bamako se canceló, pues las autoridades consideraron que se trataba de una manifestación "inadecuada".

"No podemos alentar a nuestros ciudadanos a quebrar las leyes de los países que los reciben", dijo Konare para explicar por qué no reaccionaba con mayor dureza.

Algunos de los malíes deportados desde Angola junto con otros ciudadanos de países de Africa oriental, fundamentalmente de Guinea y Nigeria, fueron acusados por las autoridades en Luanda de traficar divisas y diamantes y de cometer fraudes.

Los deportados desde Francia integraban un grupo de alrededor de 300 personas que llamaron la atención por sus gestiones para evitar el regreso a casa, que incluyeron la ocupación de una iglesia y una huelga de hambre.

El ministro de Integración y Solidaridad Africana de Malí, Hermann Yameogo, deploró "el desalentador espectáculo que ofrecieron estos emigrantes, que dieron la impresión de que regresar a Africa era como retornar al infierno".

Yameogo, líder de la Alianza para la Democracia y la Federación (ADF), uno de los cuatro principales partidos políticos de Malí, propuso el inicio de una operación a la que denominó "Regreso a Africa", destinada a "alentar el regreso de los africanos a sus países de origen".

"Las imágenes que hemos visto nos convencieron que mostrar dignidad cuando nos piden que regresemos si no somos bien recibidos en otro país es una meta que debemos cumplir en el marco de la integración africana", agregó el ministro. (FIN/IPS/tra- en/ag/bo/jm/kb/mj/ip pr dv/96

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