La expulsión de cientos de ciudadanos de Malí de Francia y Angola llamó la atención sobre la emigración desde uno de los países más pobres de Africa, al cual regresar tras una estadía en el exterior se equipara a "volver al infierno".
"Ante las expulsiones no reaccionamos desde el inicio para evitar inmiscuirnos en los asuntos internos de otros países", dijo el presidente de Malí, Alpha Omar Konare, comentando la llegada de 45 ciudadanos de su país expulsados desde Francia a fines de agosto, y alrededor de otros 1.000 expulsados de Angola.
Las deportaciones "son deplorables, sobre todo cuando hablamos sobre el libre movimiento de bienes y personas en distintos foros internacionales", dijo Mamadou Maiga, secretario para integración de la gobernante Alianza para la Democracia en Malí (ADEMA).
Las expulsiones de Francia son comprensibles, pero no desde Angola o países de origen africano, sostuvo Maiga.
Otra fuente de resentimiento es la insensibilidad con que se realizaron algunas de las expulsiones. "Fui detenido en el trabajo", dijo esta semana un deportado de Luanda a una estación de radio.
"Me pidieron los documentos y se los entregué sin dudar, pensando que se trataba de una inspección de rutina. Pero para mi asombro, me llevaron directamente al aeropuerto. Como resultado, llegúe a Malí sin un centavo, ni equipaje", relató la persona.
El propio Konare criticó el tratamiento de las deportaciones, subrayando que la dignidad de cada individuo debe ser respetada, y anunció que el gobierno "tomará esta dimensión en consideración".
En general, no obstante, la reacción oficial ante las deportaciones no fue dura. El partido de gobierno criticó la posición en una reunión interna, aunque una marcha de protesta planificada para el 4 de septiembre fue cancelada después que las autoridades la consideraran "innecesaria".
Algunos de los malíes deportados desde Angola junto a otros ciudadanos de países de Africa occidental, en general de Guinea y Nigeria, fueron acusados de intervenir en el tráfico de diamantes y la corrupción, y detenidos en un operativo denominado "Cáncer II".
Entre los forzados a dejar Francia se encontraba un grupo de unos 300 que concitaron la atención con sus esfuerzos por evitar la deportación, incluyendo una persona que inició un huelga de hambre.
En Ouagandougou, el ministro de Integración y Solidaridad Africana de Burkina Faso, Hermann Yameogo, deploró "el espectáculo presentado por estos inmigrantes que dan la impresión de que regresar a Africa es como regresar al infierno", y propuso el lanzamiento de un operativo "vuelta a Africa" para promover el regreso de los africanos a su lugar de origen.
Analistas atribuyen el alto índice de emigración de Malí a la extrema pobreza de la nación mediterránea, gran parte de cuyo territorio es desértico o semidesértico.
Malí ocupa el lugar 171 en una lista de 174 países del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en su Informe sobre Desarrollo Humano de 1996 según la calidad de vida que ofrece a sus ciudadanos.
Gran parte de la población de nueve millones de malíes depende de remesas enviadas por familiares desde Europa y otros lugares. Autoridades francesas estiman que cada malí que trabaja en Francia envía entre 30 y 40 por ciento de sus ingresos a Malí, los cuales ayudan a financiar escuelas, hospitales y otra infraestructura.
El presidente Konare reconoció que "sólo la batalla por el desarrollo hará que nuestros compatriotas permanezcan en Malí". (FIN/IPS/tra-en/ag/bo/jm/kb/lp/pr-ip/96